Durante el siglo XIX, el sistema electoral mexicano concedía la Vicepresidencia al segundo mejor lugar en la contienda por la Presidencia de la República. De allí, que se dice que la desaparición del cargo de vicepresidente de México se debió a los continuos golpes de Estado que el vicepresidente asestaba contra el presidente para ocupar su lugar.

Sin embargo, con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a Palacio Nacional (sede de la Presidencia), Olga Sánchez Cordero al Palacio de Cobián (sede de la Secretaría de Gobernación) y Marcelo Luis Ebrard Casaubón al edificio Tlatelolco (sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores), bien pareciera que la figura del vicepresidente reapareció en el Gobierno Federal, por lo menos de facto.

Reducida, no sólo en protagonismo mediático, sino en la toma de decisiones importantes, la exministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Olga Sánchez Cordero, cobra en la nómina federal como titular de la SEGOB. Viva para el sueldo, aunque en oficio sea letra muerta.

Actualmente, la participación de la primera mujer en despachar desde Bucareli adquiere relevancia gracias a la enfermedad del presidente López. Sin Covid-19, doña Olga seguiría pasando desapercibida.

No así don Marcelo, quien destaca por su cercanía con AMLO, más allá de sus coincidencias partidistas, por la gran influencia que ejerce al momento de tomar decisiones. La oficina de Ebrard se encuentra en el último piso de la Cancillería, por encima del despacho presidencial. Desde las alturas y a unas cuantas cuadras, el discípulo de Manuel Camacho Solís permanece alerta a cada movimiento que se da en el tablero de la política nacional.

“En caso de falta absoluta del presidente de la República, en tanto el Congreso nombra al presidente interino o substituto, lo que deberá ocurrir en un término no mayor a sesenta días, el Secretario de Gobernación asumirá provisionalmente la titularidad del Poder Ejecutivo…”, así se lee el primer párrafo del artículo 84 de la Constitución Política de nuestro país.

Mientras, el artículo previo, el número 83, señala que “…El ciudadano que haya desempeñado el cargo de presidente de la República, electo popularmente, o con el carácter de interino o sustituto, o asuma provisionalmente la titularidad del Ejecutivo Federal, en ningún caso y por ningún motivo podrá volver a desempeñar ese puesto”.

Tal vez sea ese el motivo por el cual “El carnal” Marcelo continúe diciéndole “no” a la posibilidad de convertirse en secretario de Gobernación. Por si las “moscas”, el también exjefe de Gobierno de la Ciudad de México quiere evitar todo aquello que signifique poner en riesgo la posibilidad de convertirse en presidente y cumplir así, además de su propio sueño, el de su mentor y amigo, uno de los fundadores del neoliberalismo mexicano, el extinto Camacho Solís. No vaya a ser que al excelentísimo señor presidente López Obrador se le “ocurra” emular a su ídolo Benito Juárez hasta en la forma de terminar su gobierno.

Post Scriptum. “Sin emplear la cabeza muchas cosas se pueden hacer, pero no política”, Jesús Reyes Heroles (1921-1985).

* El autor es maestro, escritor y consultor político.

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