Una de las explicaciones del bajo crecimiento económico del país es el estancamiento de la inversión. Ésta tiene un papel determinante en la demanda global. Genera el crecimiento de la producción, del empleo, del consumo. Pero no se trata de cualquier inversión, sino de aquella que es productiva, generadora de bienes de capital, base del desarrollo, por ejemplo, las obras de infraestructura. Son gastos en proyectos que producen bienes que no están destinados al consumo inmediato.

En 1967, hace 52 años, cuando se termina el periodo del denominado “desarrollo estabilizador” la inversión representaba 21%del PIB. Para el 2018 era casi la misma, de 20.3 por ciento. Ademas, de aquel entonces a hoy ha existido un cambio en la estructura de su composición. Ahora es mas inversión privada y menos publica.

Para advertir lo que la inversión representa del PIB en países de alto crecimiento económico, destacan los siguientes ejemplos: 40% en China, 40% en Singapur, 35% en Chile, 32% en Corea del Sur, y 25% en Hong Kong. Ello explica el dinamismo productivo de estos países.

En México, la inversión privada representó 17.5% del PIB, en el 2018 y la inversión pública 2.8 por ciento. Ambas sumaron 20.3% mencionado.

El bajo nivel de inversión obedece a que la productividad está afectada por la interacción negativa de muchos factores.

Muy relevante fue el planteamiento del sector privado, hecho recientemente, de que realizarán en este año inversiones por 32,000 millones de dólares, y para los próximos dos años de 35,000 millones de dólares. Con ello, estiman que la inversión privada podría representar 20% del PIB, misma que sumada a la inversión pública, que se ha estimado de 5% del PIB, hará que la inversión total llegue a representar 25% del PIB. Estas intenciones son a todas luces positivas.

Además, existen en nuestro país experiencias que son muy valiosas. Hay seis estados que han tenido un crecimiento dinámico económico de 5% anual en promedio durante los últimos cinco años. Se trata de Baja California Sur, Aguascalientes, Quintana Roo, Guanajuato, San Luis Potosí y Querétaro. La explicación de ello es la inversión nacional y extranjera creciente en la industria automotriz, construcción, fabricación de equipo aeroespacial, agroindustria, pesca, turismo y comercio.

Por contra, están otros estados con niveles muy altos de subdesarrollo, con un crecimiento económico máximo de 1% (Tamaulipas, Oaxaca y Veracruz) y los que van para atrás, que están abajo de cero (Chiapas, Tabasco y Campeche).

La palabra mágica es inversión. Adam Smith, uno de los fundadores de la economía política clásica en el siglo XVIII advertía: “El crecimiento no puede florecer en un clima que no ofrezca seguridad en la propiedad o donde no hay confianza en el marco jurídico”.

Si hubo en nuestro país un “desarrollo estabilizador” con tasas de crecimiento de 6% con inversiones crecientes, estabilidad de precios, salarios reales y empleo en aumento, y ahora existe un crecimiento de 5% en varios estados, la cuestión es combinar los factores que dieron origen a ambas experiencias: respeto a los derechos de propiedad, una macroeconomía estable, una microeconomía competitiva, inversión en capital humano, una amplia red de relaciones con el exterior para ampliar los mercados de nuestros productos y seguridad.

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