Los virus y las bacterias son causantes de múltiples enfermedades físicas e incluso mentales. Mayormente, las personas con menor calidad en sus sistema inmune son más proclives a enfermarse. Lo que muchas veces no se toma en cuenta es que la verdadero sistema inmunológico se encuentra en el autoestima, es decir, el amor propio, así como en el estado anímico. Éste último, en términos generales, es causado mayormente por dejarnos influenciar por la sociedad en lugar de optar por el uso de la razón. Se teme al uso de la razón creyendo que no será aceptado. Lo que no es aceptado no es la conclusión a la que se pueda llegar, sea cierta o no, fallada o real, sino al mero hecho de pensar y analizar. Mucho de este miedo tiene que ver con las variantes facetas históricas de la humanidad cuando, desde inmemoriales tiempos no se nos era permitido pensar y mucho menos analizar lo que ya han dicho otros que se han atribuido de un poder cuasi divino.
Si yo tuviera que definir la libertad diría que es pensar libremente, cosa que puede ser ejecutada incluso estando encerrado en una cárcel.
Descartes se tuvo que escapar de su tierra natal, Francia, para poder escribir el afamado libro El Método. Tuvo que emigrar a Holanda (hoy Países Bajos) ya que era el único lugar de la Europa occidental donde no predominaba la iglesia con su Santa Inquisición. Claro que podía pensar donde sea, pero prohibido era manifestar sus pensamientos, máxime cuando se tratarían justamente del uso de la razón y el análisis sin tener que ser esclavos mentales de una teocracia a conveniencia con calamidades nefastas en su haber, tales como las torturas, entre otras cosas. Y, debido a que ya habían asesinado al gran Giordano Bruno, don René optó por salvar su pellejo.

La diferencia entre la gente enferma y la enfermado es mínima. La primera se ha enfermado sin querer, aunque tal vez sin las precauciones debidas, lo que hoy en día le denominan medicina preventiva. El segundo grupo es gente que no sabe qué hacer con su vida ya que pensar puede ser peligroso. A grado tal que están convencidos que lo que piensen será incorrecto debido a que existen líderes para determinado fin, generalmente líderes religiosos. Es decir, volvemos a la teocracia.
En sí mismo eso ya es una enfermedad que no se han contagiado, sino más bien han buscado contagiarse por facilidad y para evitar responsabilidades. La responsabilidad no es equivocarse, sino pagar las consecuencias de no concluir igual que los «líderes». Eso sí es enfermedad buscada. Ergo, no se está enfermo sino enfermado.
Sabemos que ciertas enfermedades son contagiosas, algunas a la distancia incluso. Hoy vivimos inmersos en una pandemia ya con tres variantes: covid, delta y ahora ómicron. Por más increíble que parezca, tanto la obesidad como el alcoholismo son enfermedades que, según la OMS, son de carácter altamente contagiosas. Jamás se toma en cuenta que las enfermedades de los «enfermados ideológicamente» también lo son, e incluso aún más letales y de rápida propagación. Sobre ellas son las que debemos cuidarnos más.
Ellas son las modernas ideologías resurgentes de unas palabras que se creían cenizas perdidas cuando realmente eran como el ave Fénix que «no estaba muerto, andaba de parranda».

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