De lunes a viernes de 7 a 9 de la mañana, y los fines de semana a través de videos, el presidente miente: se le han contabilizado 66 mil 868 afirmaciones no verdaderas (Spin, diciembre 2021).

La mentira es tan continua que se ha vuelto cínica. Es el caso de “los otros datos”. Cuando los periodistas han cuestionado al presidente utilizando cifras oficiales, éste les contesta que él tiene otros datos. Nos dice de este modo que existe la información oficial y “la más oficial”, y ésta es la que él tiene. Nadie la conoce, sólo él. Se trata por supuesto de mentiras para salir del paso. No se puede hablar de dos verdades, la oficial y la superoficial. El presidente descalifica la información oficial y privilegia la suya, anulando la oficial. La práctica recurrente de “los otros datos” (tan parecidos a la “verdad alternativa” de Trump) ha terminado por incorporarlos al lenguaje cotidiano como broma. (¿Dónde estuviste anoche? –Con mi mamá. –Pues yo tengo otros datos…”) Asumimos que nos mienten y punto.

No sólo miente el presidente, sino que dedica un espacio semanal en sus conferencias para señalar a quién él considera mentirosos. Ingeniosa solución: para evitar que lo llamen mentiroso, desde la tribuna oficial y frente a todos los medios el presidente señala “quién es quién en las mentiras”.

El presidente acusa: “los medios mienten”. Así, cuando los medios le señalan sus mentiras, éstas nacen sospechosas de no ser ciertas porque el presidente ya las descalificó. Esto tiene un efecto social perverso. Estamos instalados en un sistema de mentiras oficiales.

La pandemia de Covid nos brinda un caso claro. Al comienzo el gobierno dijo que la peor situación, la más catastrófica posible, era llegar a 60 mil muertos. Las cifras oficiales hoy rebasan los 300 mil. Es muy probable que en la realidad rondemos los 700 mil muertos por Covid. Un desastre mayúsculo. Una mortandad que no se registraba desde la Revolución, hace cien años. ¿Y qué dice el gobierno de esta tragedia? “Lo hicimos bien. Es más, lo hicimos muy bien. Fuimos de los mejores países en controlar la pandemia. Tenemos un equipo de salud que el mundo envidia. Vamos a asesorar a otros países”. Todo esto, por supuesto, es mentira. Lo sabe el gobierno perfectamente. Pero en términos de comunicación optó por el camino de la mentira, de negar la realidad, de crear una realidad alternativa a través de la propaganda. Esta estrategia la encabeza el presidente.

La mentira, como instrumento político, es ideal: es barata y goza de total impunidad. No se puede denunciar al presidente por decir mentiras. Se le puede acusar en los medios, unos medios que el presidente ya descalificó al llamarlos mentirosos.

La batalla que se libra por la verdad es un asunto muy grave. ¿Quién la va ganando? Dada la estrategia que organizó para darle la máxima difusión a las mentiras oficiales, el gobierno lleva la batuta, es quien impone “la narrativa”, el sentido del discurso público.

El 3 de mayo de 2021 se desplomó un tramo de la Línea 12 del Metro. 26 muertos, 70 heridos. El presidente se negó a visitar a las víctimas. Se anunció que el gobierno federal, y no el de la ciudad, se encargaría de informar. Se contrató a una empresa noruega sin experiencia para que hiciera el peritaje y señalara a los posibles responsables. Luego se decidió que la empresa noruega no anunciaría las conclusiones. Carlos Slim, el constructor del tramo caído, se ofreció a pagar todos los gastos de la reconstrucción. El presidente agradeció al millonario. ¿Y los muertos? ¿Por qué Slim va a pagar si no es responsable? ¿Va a pagar por ser el responsable? Hasta hoy nadie ha pisado la cárcel. El presidente agasaja al millonario con un buen desayuno en Palacio. Afortunadamente en este gobierno ya se separó la política de los negocios. Una feria de mentiras, omisiones, opacidad e impunidad. Mentir no tiene consecuencias.

La mentira sistemática mina los cimientos de la República. Al día siguiente de las elecciones de junio de 2021 el presidente reportó unas elecciones tranquilas en las que hasta los delincuentes “se portaron bien”. Pero no ocurrió así. En varios estados, colindantes al Mar de Cortés, el crimen organizado secuestró a los equipos de campaña de los opositores a Morena. El narco jugó y ganó en las pasadas elecciones. ¿No es un asunto crucial? Que ahora mismo haya gobiernos que llegaron al poder con ayuda del narco no es algo que parezca preocuparle al gobierno de los abrazos. Lo importante, en la estrategia de comunicación de Presidencia, es la farsa del avión. O las miradas lascivas de García Luna. Cuando no miente, omite.

La conferencia matutina es el principal instrumento político del presidente. La oposición y los medios podrían enfocar hacia allá sus baterías, legal y políticamente. No es posible que la respuesta a quienes preguntan por “los otros datos” que menciona el presidente sea que no existen los otros datos. No es posible que el principal instrumento de comunicación del gobierno sea un espacio plagado de mentiras impunes.

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