Hasta ahora, el gobierno de López Obrador había sido cuidadoso en no arriesgar la estabilidad de las finanzas públicas con fines políticos. Sin embargo, el incremento de los combustibles en todo el mundo ha puesto en un brete al Ejecutivo. Para no comprometer los equilibrios fiscales, tenían que haber subido los precios de las gasolinas como ha ocurrido en muchos países. No lo han hecho por motivos políticos.

En México, el precio de las gasolinas lo determina el gobierno. A partir de la guerra en Ucrania que disparó los costos de las materias primas al cielo, las autoridades han decidido mantener los precios de los combustibles con el objetivo de sostener la alta popularidad del presidente López Obrador. Le tienen pavor a que, si los suben, suceda lo que ocurrió en 2017 cuando Peña liberalizó el precio de las gasolinas, su popularidad se derrumbó y vimos manifestaciones, protestas y actos de pillaje.

Rocío Nahle ha salido a presumir la política de subsidio a los combustibles. En un tuit del 15 de marzo dijo: “La inflación anual en febrero en México fue menor a la de EU. Ello en gran medida gracias a la contención de precios del sector energético (gasolina, luz, etc.), en nuestro país fue de 0.5% y en EU 1.9%”. Tiene razón la secretaria de Energía. La diferencia es que aquí se dejó de recaudar dinero y ya en marzo empezó a subsidiarse las gasolinas.

Los estadunidenses están muy enojados. Cada semana pagan más y más dinero por llenar los tanques de sus camionetas que consumen una monstruosidad de combustible. Los mexicanos, en cambio, se encuentran más tranquilos. No se han percatado del impacto que ha tenido la guerra en Ucrania en los precios de energéticos. Sin embargo, en la economía no hay almuerzos gratis. Alguien está pagando la felicidad relativa de los mexicanos.

¿Quién? Pues los mismos mexicanos. El dinero que utiliza el gobierno para cubrir este subsidio ya no lo puede usar para otros propósitos como mejorar la educación, salud, seguridad o vialidades.

Se trata de un subsidio regresivo. Este gobierno que dice defender a los pobres más bien está beneficiando a las clases medias y altas, un segmento que, por cierto, no vota por Morena. Son ellos los que poseen automóviles en el país. Una señora acomodada que posee una camioneta despotrica en contra del gobierno de AMLO que generosamente le está subsidiando sus traslados en un vehículo de ocho cilindros.

Y entre más ricos, más coches, más grandes y más subsidios. Tomemos, por ejemplo, el caso de Carlos Slim quien posee una fortuna de 80 mil millones de dólares. Digamos que para el traslado del magnate se utilizan cinco camionetas de gran caballaje incluyendo las escoltas. Ridículo que los contribuyentes le estén subsidiando el costo de la gasolina a uno de los hombres más ricos del mundo.

Valeria Moy ha calculado el impacto para el erario de subsidiar las gasolinas. La semana del 12 al 18 de marzo fue la primera en la que Hacienda otorgó un estímulo de 100% a los combustibles. No recaudará ni un centavo vía este impuesto. “Además del estímulo mencionado, durante estas dos semanas, Hacienda ha otorgado un estímulo complementario, un extra, para intentar frenar la escalada en el precio que pagan los consumidores por la gasolina […] la decisión de Hacienda frena la subida de precios en las gasolineras, pero, por otro, tiene un costo importante para las finanzas públicas […] El costo de lo que no se va a recaudar sólo esta semana, considerando también el estímulo complementario, está cerca de los 11 mil millones de pesos. Una sola semana tendrá el mismo costo fiscal que lo presupuestado para el programa de Escuelas de Tiempo Completo durante todo 2018”.

De continuar, este asunto se convertirá en una hemorragia incontenible para el erario.

El secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, ha dicho que, en el corto plazo, se puede pagar el subsidio con el ingreso extra por el crudo de exportación. Pero también ha reconocido que se trata de un equilibrio frágil si esta situación persiste.

Hoy, la ganancia por los altos precios del petróleo la estamos gastando para subsidiar las gasolinas y mantener baja la inflación.

Los precios controlados de los combustibles se han convertido en el ancla inflacionaria. Al ritmo que vamos, el gobierno podría gastar hasta 300 mil millones de pesos para controlar la inflación este año.

Cuidado porque, al final, la economía siempre le gana a la política. Los recursos públicos se agotan. No hay bolsillo que aguante. Mucho menos el de un subsidio tan irracional e injusto como el de las gasolinas.

Twitter:@leozuckermann

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