En lugar de estar hablando de la crisis sanitaria y económica por el coronavirus, el genio comunicativo nos tiene hablando de otras cosas.

Fiel a su estilo, López Obrador tiene que ser el centro de la atención mediática. A pesar que su encargado de la crisis del COVID-19, Hugo López-Gatell, recomienda no saludar de mano, mantener una sana distancia y permanecer en el hogar, el Presidente se volvió a ir de gira el fin de semana. ¿Y qué hizo? Contradecir, de nuevo, las recomendaciones de López-Gatell: salió de su casa, se acercó y saludó a algunas personas, entre ellas nada menos que la madre de Joaquín El Chapo Guzmán.

La escena corrió como pólvora en las redes sociales. El Presidente arriba a La Tuna, cuna del mismísimo Cártel de Sinaloa. Se baja de su camioneta y se dirige a otra donde se encuentra María Consuelo Loera Pérez. Le extiende la mano, le dice que no se baje del vehículo, se saludan de manera afable y le dice que ya recibió su carta. Se retira platicando con uno de los abogados del narcotraficante más sangriento de la historia.

Un espectáculo digno del genio comunicativo.

Al día siguiente, en la conferencia matutina, viene el spin. Alega el Presidente: “Es una señora de 92 años. Y ya dije, la peste funesta es la corrupción, no un adulto mayor que merece todo mi respeto, independientemente de quién sea su hijo […] No soy un robot, tengo sentimientos […] todavía no conozco a una madre que acepte la culpa de un hijo, las madres tienen un amor especial, sublime a los hijos. Entonces, que no lo ha visto en cinco años y que no se quiere morir sin verlo, y me pide que yo ayude en gestiones para que el gobierno de Estados Unidos le permita viajar para ver a su hijo y voy a hacer el trámite”.

A la gente, sobre todo a la base electoral de López Obrador, le encanta la idea de un Presidente humanitario que reconoce la abnegación y el sacrificio de las madres mexicanas. El Chapo puede ser un hijo de la chingada, pero su mamacita debe verlo antes de morir. Ni Ismael Rodríguez hubiera escrito un guion tan elocuente de la misericordia que merecen las pobres madrecitas mexicanas.

Es, desde luego, una treta comunicativa de López Obrador. Si de verdad tuviera un corazón del tamaño del universo, también recibiría y saludaría a los familiares de las víctimas de la violencia, comenzando con Javier Sicilia, a quien le mataron a un hijo. No quiso hacerlo porque lo consideró como “un show”. Pero lo del saludo a la mamita del Chapo no lo es, ¿verdad?

Claro que lo es. López Obrador se robó la nota y de qué manera. ¿De qué están hablando los medios desde el domingo? ¿De qué se trata este artículo y la mayoría de las columnas de ayer y de hoy?

El asunto no queda ahí. Para que funcione el espectáculo también debe haber héroes y villanos. El Presidente necesita polarizar, pelearse con sus supuestos adversarios. Dijo ayer: “Yo me reúno con la señora, la saludo y hubo un gobierno conservador que negoció con el hijo de la señora y no dicen nada. O sea, de veras que son hipócritas, ésa es la verdadera doctrina del conservadurismo, la hipocresía. Y que acepten que no somos iguales, nosotros no establecemos relaciones de complicidad con nadie, no somos como ellos […] es una situación humanitaria, y lo haría ante cualquier circunstancia parecida, aunque se me vengan encima los conservadores y sus voceros, los asalariados al servicio del conservadurismo”.

El genio comunicativo nos provee peleas que nos encantan, aunque sean de mentiritas. No por nada a los mexicanos nos fascina la lucha libre. “Lucharán a dos de tres caídas, sin límite de tiempo. En esta esquina Súper López Obrador. En esta otra El Cochino Conservador”.

Bien lo caracteriza Gil Gamés como “L(i)opez”.

En la gira del fin de semana, también se bajó a pelearse contra los generadores de energía eólica en la Rumorosa. Como contaminan visualmente y son negocios hechos durante el periodo neoliberal, hay que rechazarlos. No importa que el mundo entero los considere como una energía limpia que tiene que reemplazar el petróleo, que tanto contamina y le gusta a nuestro Presidente.

En conclusión, la gira del fin de semana fue un exitazo para López Obrador: contradijo a su subsecretario de Salud; como el Quijote, se peleó contra los molinos de viento y, en la cereza del pastel, saludó humanitariamente a la madre del Chapo. Mis respetos al Presidente: nadie monta espectáculos como él. Por lo menos nos mantiene entretenidos en estos tiempos de crisis sanitaria y económica por el coronavirus.

 

           Twitter: @leozuckermann

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