Si algo va a marcar a esta administración es su incapacidad para proteger a la niñez mexicana. El desabasto de medicamentos, el descuido en la vacunación infantil y el desdén que ha habido en la educación han tenido y tendrán repercusiones que mancharán cualquier logro paralelo. ¿Qué puede ser más importante que cuidar a nuestros niños? No existe justificación alguna para haber dejado morir a los más indefensos, los niños.

Tuve la pena de ver morir a dos sobrinas. Primero la hija mayor de mi hermana, una niña de 10 años que falleció por un extraño tumor cerebral, cordoma del clivus. Al poco tiempo de la partida de Dany, Ale, la más pequeña de las hijas de mi hermano, fue diagnosticada con leucemia; a los 3 años volví a estar al lado de la cama de una pequeña que perdía la vida. La muerte de un niño deja la familia sin rumbo provocando el mayor dolor que puede existir. La pérdida de un pequeño te desgarra el alma, te recuerda que la crueldad está presente en la propia vida; el sufrimiento de los pequeños, la impotencia de los mayores hacen de esos momentos el peor infierno que puede uno vivir.

Mis sobrinas tuvieron todo el apoyo médico y familiar disponible en esos terribles momentos. No puedo imaginar lo que es saber que existe ese medicamento, ese tratamiento que puede hacer la diferencia para que la sonrisa de ese pequeño se mantenga en este mundo, y que por cuestiones de ocurrencia e ineptitud pierdan esa oportunidad y con ello su vida. La desesperación de los padres debe de ser como vivir con una daga que va perforando el interior del cuerpo con el paso de las horas. Ese tiempo que no regresa y que se lleva la oportunidad de salvar a su hijo.

¿Cómo puede ser que llevemos años y esto siga sin resolverse?, ¿cómo podemos acostumbrarnos a oír las quejas de estas familias sin que se logre nada? Para toda catástrofe se debe establecer un plan de emergencia, pero aquí no lo hay, tampoco la voluntad de resarcir el daño que ellos mismos han provocado.

El rezago en la vacunación infantil empieza a provocar sus primeras repercusiones. La semana pasada una niña de Oaxaca fue diagnosticada con tétanos, una enfermedad para la cual existe una de las vacunas más antiguas que desafortunadamente han dejado de aplicarse en un gran número de niños. Dos de cada 3 menores de 18 meses no tienen esa vacuna en este país según las propias estadísticas gubernamentales.

El tétanos es una enfermedad prevenible, que provoca en quien resulta infectado contracciones musculares generalizadas, con incluso fracturas por los severos espasmos, un dolor insoportable y que lleva a la muerte por la falla respiratoria provocada por músculos que se contraen involuntariamente. Todo esto en un menor que tuvo la mala fortuna de nacer en un país que se olvidó de uno de los principios básicos de la medicina preventiva, las vacunas. Ver un paciente con este padecimiento es impresionante; ver a un niño, desgarrador.

La ignorancia mostrada por los encargados de la salud del país ante la vacunación por la Covid-19 para niños durante la pandemia ha sido otra de esas medidas sin la menor lógica, con los argumentos más absurdos para no permitir su uso. Miles de niños han fallecido por el virus, seguramente muchos de ellos podrían haber sido salvados por la vacuna, pero cientos de miles tienen o tendrán Covid largo, padecimiento ignorado por la vigente administración y que también pudo prevenirse.

Hay quienes argumentan que este problema tiene tintes políticos, hay quien incluso culpó a los padres de niños con cáncer de golpistas. No, no es político, es miserable no tener un plan para rescatar a estos pequeños que tuvieron la mala fortuna de presentar un enfermedad terrible con los gobernantes menos sensibles, menos empáticos, menos humanos de la historia de la salud de nuestro país.

El autor es Médico Internista e Infectólogo de México.

@DrPacoMoreno1

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