Por razones extrañas, recientemente tuve oportunidad de explorar el backstage de un lugar al que frecuentemente asistía como “cliente”. En medio de uno de los barrios más bonitos de San Diego, esta oficina federal de tres pisos, presume una bandera mexicana que se distingue de las banderas que la rodean y adornan el barrio italiano, principalmente por su escudo, por su tamaño y distinción. Tiene porte. Verde, blanco y rojo también son las banderitas que decoran Little Italy, uno de los barrios turísticos más bonitos y frecuentados de San Diego, donde, además, en el 1549 de India Street, entran y salen diariamente cientos de mexicanos, principalmente antes de las 2:00.

Quienes hemos realizado tramites en la SRE, en las Delegaciones o en los Consulados, sabemos que todo puede suceder al buscar una cita para tramitar el pasaporte, la matrícula consular, el acta de nacimiento o you name it, así que, en modo Zen, nos hacemos a la idea de invertir un mágico, creativo y productivo día ante el semblante frío y distante de un empleado de gobierno que para empezar nos dará la bienvenida preguntándonos si tenemos cita y “pidiéndonos” –Poker Face– que apaguemos nuestro celular.

Con este prejuicio, aparecí un martes backstage con una tarjeta blanca magnética con mi nombre y apellido la cual, como Llave de Cristal de la Cueva de las Orquídeas Susurrantes, me permitió conocer las arterias, venas y capilares del sistema sanguíneo de esta oficina federal en la Pequeña Italia.

He trabajado en importantes alianzas con el Consulado General de México en San Diego desde que me uní a los flujos migratorios en 1996, generalmente en proyectos culturales, educativos, tal vez un par de proyectos económicos o de medio ambiente. Inclusive forme parte de una importante iniciativa llamada Comité Binacional en Educación y Cultura. A lo largo de más de 20 años, hemos tenido un buffet de diplomáticos en jefe, donde (a veces) se han aterrizado proyectos. Algunos memorables. Sin duda, la personalidad, formación y sensibilidad de quien dirige el Consulado, es el corazón que bombea de este aparato circulatorio.

El “sistema sanguíneo” -si me permite la analogía- tiene en su torrente todos los elementos que mantienen vivo este cuerpo consular: glóbulos blancos, rojos, plaquetas…

En este Consulado General de México en San Diego descubrí mundos mágicos de colaboración, de respeto, dedicación y de una conmovedora empatía con los “clientes”, es decir, la comunidad de mexicanos en el exterior. La Diáspora Mexicana, conformada por 34 millones de personas de origen mexicano, es decir, una tercera parte de la población de nuestro país, aporta a través de remesas más de 30 mil millones de dólares, y California aporta el 31% de ese total.

¿Como trataría usted al mayor inversionista de su país?

La Secretaria de Relaciones Exteriores y el Instituto de los Mexicanos en el Exterior (con aliados locales y nacionales) tienen infinidad de programas que se aterrizan en encargados especializados que van desde asuntos políticos y económicos, hasta asuntos culturales y de turismo, pasando por comunidades, registro civil, documentación, registro civil, etc. células interrelacionándose en acordes que se comparten con los nuevos individuos cual nutrientes de este sistema. Valdrá la pena dedicarles un espacio de difusión y reflexión por ser los glóbulos blancos y rojos de este sistema. No hacerlo sería una ingratitud y la pérdida de una gran oportunidad de difusión para nuestra comunidad, sin embargo, debo compartir mi experiencia como espectador del Departamento de Protección a mexicanos y Asistencia Jurídica, a quienes tuve oportunidad de admirar, como oxigeno el de este sistema. Son la vida que da razón a este edificio de tres pisos en la Pequeña Italia.

Mario, Natalia, Antonio y Mayra me conmovieron hasta las lágrimas con su paciencia, sus interminables preguntas a sus solicitantes y su energía para con esa interminable fila y ring ring del número de emergencia de esas / esos mexicanos que hemos dejado de ver, porque viven en el anonimato o porque no queremos verlos. Los empleados del departamento de Protección del Consulado de México en San Diego, oxigenan el sistema sanguíneo de estas oficinas y del país entero por el trato y genuina preocupación por estos migrantes que condescendientemente llamamos “paisanos”, y que son el eslabón más débil de la justicia social, y el más fuerte al hablar de remesas.

Honro la forma en que pacientemente y con cariño de familia, ayudaron a una anciana a imprimir sus dañadas huellas dactilares por la pizca y el uso de químicos usados para limpiar casas. Mientras la señora sufría avergonzada por su acierto/error, él encontró formas de bromear para mitigar la vergüenza que ella sentía por las huellas de su pasado intentando el sueño americano.

Honro los días que dejaron de comer atendiendo las entrevistas a los menores, las visitas a la corte y las decenas de llamadas que entran ensordecedoras a la línea de emergencia, y que paralizaba mi corazón después de escuchar sus millenium voces presentarse por su nombre, y preguntar… ¿En qué puedo ayudarle?… Los honro a ustedes, a sus madres y padres que se hincharían de orgullo al verlos devolver esperanza a quienes están a punto de perderla. Honro sus risas y sus “juntas” de pasillo buscando las pertenencias de los repatriados (aunque los repatriados sigan diciendo “me deportaron”); buscando menores en los albergues; encontrando formas de negociar con el sistema de justicia americano; sugiriendo alternativas para el menaje de la casa; buscando dar tranquilidad a quienes comparten sus miedos por las redadas y las extorsiones; alabo verlos correr entre las arterias de concreto para negociar con el Departamento de Documentación antes de la 1:00 para lograr tramitar la necesaria identificación que les ayude a recuperar la libertad; honro sus largas caminatas a la corte mientras escuchan música en sus audífonos; y admiro sus dones de súper héroes / heroínas para lograr elaborar oficios y estadísticas entre llamada y llamada… los honro a ustedes y a sus ancestros.

Horno su mirada de ternura al atender a ese humano que les muestra montones de documentos que no entiende porque no sabe leer, con la esperanza de que eso sea suficiente para hacer su trámite; agradezco su gentileza ante el ancestral miedo de los mexicanos indocumentados al entrar a oficinas de gobierno, aunque sea el de sus raíces; y aplaudo su afán y terquedad para que la diáspora, la que aún no logra el sueño americano, se sienta acogida y un poquito mexicana… Gracias por el nudo en la garganta que muchas vi disimulaban ante nuestra querida y admirada diáspora mexicana. Honro el tiempo que pasé escuchándolos y suspirando conmovida en silencio, porque gracias a ustedes, México se oxigena, recupera a su gente y su vocación de justicia, y el universo hincha su corazón de amor y nos devuelve la fe en los seres humanos. Gracias. Gracias Mil.

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Claudia Basurto es Gestora y promotora cultural, profesora normalista, licenciada en Ciencias de la Comunicación y finalizó la maestría en Educación e Integración Cultural. Especialidad en Migración Internacional. Certificada en Apreciación de las Artes. Tiene experiencia en los sectores público, social y privado en las áreas de educación, gestión, comunicación, arte y cultura. Vive y trabaja en la costa oeste, frontera México – Estados Unidos.

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