Para Iván Romero:
¿Qué sucede cuando el remedio resulta peor que la enfermedad? ¿Qué ocurre si, estando gravemente enfermo de COVID, me percato de que mi tanque de oxígeno no está funcionando e intento resolver tan grave problema a golpes, estrellando un martillo contra el mismo con todas mis restantes fuerzas y en múltiples ocasiones, como si no fuera nada más que un primitivo y frustrado chimpancé? Es decir, ¿qué tantas probabilidades hay de resolver una situación de tan alta complejidad con soluciones así de simplistas y, en general, tan poco efectivas? Bueno, pues claramente es mucho más que probable que, dentro de tales circunstancias, me salga mucho más caro el caldo que las albóndigas (es decir, los martillazos que la inicial falta de funcionalidad del tanque), y esto debido a que ahora, lo que tal vez podía haberse arreglado tan sólo abriendo una pequeña válvula (Guatemala), tendrá que ser resuelto reemplazando por completo todo uno de esos escasos tanques de oxígeno en cuestión (Guatepeor).
En pocas palabras, no es lo mismo estarse muriendo de COVID con un tanque de oxígeno al lado que tiene cerrada una válvula, que estarse muriendo de COVID con un tanque hecho pedazos a punta de martillo y ya totalmente inservible.
México, en materia de seguridad pública, crecimiento económico y muchos otros aspectos en extremo esenciales para cuantificar realistamente el grado de bienestar de cualquier nación del mundo, era ya (aunque nos duela en el alma aceptarlo) un país francamente mediocre (y eso en el más optimista de los casos), al menos en relación con los estándares internacionales que podíamos apreciar dentro del primer cuarto del siglo XXI.
Pero en eso, nuestra surreal historia dio uno de esos giros de tuerca que sólo pueden suceder dentro de las más melodramáticas telenovelas latinoamericanas: llegó MORENA (la madrastra maldita) y su ocurrente amo, y semejante suceso nos llevó a pasar (con base en el objetivo análisis de la realidad, es decir, con base en toda medición científica aceptada por las ciencias políticas contemporáneas de mayor refinamiento y efectividad que puedan existir), de Guatemala a Guatepeor.
Y ahora, ¿quién podrá defendernos?
Posiblemente el primer paso que debemos dar, es comprender a fondo (e incluso hacerle comprender a fondo a todos los seres cercanos que podamos) que sencillamente no es lo mismo Guatemala que Guatepeor, y que, por ende, el ya tan sólo regresar a la mediocridad de Guatemala (en términos metafóricos, queridos chapines, no se me vayan a ofender, carambas), el regresar a la mediocridad de antaño, decía, sería ya una enteramente laudable y célebre victoria llevada a cabo nada menos que “por el bien de México”, ya que, cuando uno es vagabundo, un trabajo de “viene-viene” ya es un pasito hacia adelante en vez de para atrás (en pocas palabras, cuando nuestra aeronave se dirige en mortal torniquete en contra de la aterradora solidez del suelo, el lograr precipitarse al vacío a 1000 km/hr en vez de a 1001 km/hr, ¡ya es ganancia!)
¡No es lo mismo, gente, Guatemala que Guatepeor!; no es lo mismo la mediocridad y la corrupción neoliberal del pasado, que la total ineptitud y negligencia, en todos los rubros esenciales, que hoy en día nos encontramos padeciendo por culpa de nuestro no mediocre presidente, sino pésimo presidente y su tan destructivo e inservible partido.
En pocas palabras, en realidad creo que el primer paso que debemos dar es que abramos los ojos (o terminemos de hacerlo todos los mexicanos) y aceptemos esa realidad enteramente objetiva y verificable que tenemos justo enfrente de nuestras propias narices: que, por triste que se escuche, sería prácticamente mil veces mejor el regresar a ser gobernados por los mediocres, corruptos e ineptos neoliberales del pasado, que por los súper mediocres, súper corruptos y súper ineptos socialistas del siglo XXI de clóset del presente.
Regresemos entonces a Guatemala, por principio de cuentas, y ya de ahí, evidentemente, sigamos avanzando, ¡pero de verdad avanzando, hacia adelante!, y no como ahora, avanzando, pero en dirección hacia el infierno (con ese remedio más malo que la enfermedad que el fraudulento demagogo nos vendió a más de 30 millones de almas ingenuas y/o igual de maltrechas que la suya propia). Así que, ¡hacia el primer mundo y más allá!, (pero primero haciendo escala en Guatemala, que es, desgraciadamente, la única opción viable que parece presentarnos hoy la débil oposición existente en contra del sumamente fallido régimen de Obrador y su pandilla).