Cualquiera, me refiero a las mujeres, pudiera responder con un simple, llano y muy lapidario: “¡Porque son mentirosos por naturaleza!”. Sin embargo, cuando nos adentramos en los terrenos de la complejísima psicología masculina, lo cierto es que no es nada sencillo analizar y mucho menos comprender las razones por las que un hombre se vuelve un aliado permanente del engaño verbal, pero, por lo mismo, tampoco es aconsejable caer en la generalización y asegurar que “… todos los hombres son iguales”.
Cuando se trata de relaciones de pareja, dicen los expertos, el hombre convierte a la mentira en parte de su inventario cotidiano y esto se debe fundamentalmente a que al ser concebidos de distinta manera (me refiero a un aspecto meramente estructural), las mujeres muy pocas veces logramos entender y comprender qué tipo de intereses persigue un varón cuando se trata de tener una relación estable.
Así las cosas, para bien o para mal, incluso desde antes de que la relación comience, durante el cortejo o el proceso de conquista, el hombre comienza a echar mano de todo tipo de mentiras: chiquitas, grandes, piadosas, peligrosas, inofensivas, dañinas… Sin embargo, nada de todo esto que les he explicado hasta este punto nos responde la famosísima pregunta de los 64 mil que nos ocupa el día de hoy.
¡¡¡¿¿¿Por qué mienten los hombres???!!!
Algunos lo hacen para alimentar su ego porque tienen la creencia de que presumiendo sus posesiones materiales y sus logros personales/profesionales (verdaderos o falsos) quedarán bien parados frente a las féminas que desean conquistar, amén de que esto les permitirá también ubicarse en una (aunque falsa) posición de machos alfa. Pero, ojo, quien miente para levantar su ego es porque tiene una autoestima muy frágil.
Otros caballeros recurren de manera frecuente a la mentira para impresionar a sus iguales y a las mujeres, principalmente. ¿Por qué? Simple: porque vivimos en una sociedad donde prácticamente todo aquello a lo que aspiramos está encaminado a ubicarnos por encima de aquéllos cuyas aspiraciones son modestas o insignificantes. El juego del “yo soy / yo hago / yo tengo” se magnifica y se adereza con invenciones.
También hay quienes hacen del mentir su modus operandi porque buscan conseguir sexo. Sí, así de simple. Cuando el objetivo primordial es tener sexo no hay obstáculo que pueda frenar a un hombre para que mienta y deje de mentir; incluso después de que lo ha conseguido seguirá mintiendo con el legendario “luego te llamo”. Y esto deriva a otra circunstancia detonante de la mentira: quien controla el sexo también tiene el poder, y un hombre que aspira a tener el control en su relación también recurrirá a la mentira para conservar esa posición de liderazgo. ¿O no?
¿Y qué tal aquéllos que mienten para cubrir sus infidelidades? Éstos sí que se vuelven maestros en el fino y deleznable arte de mentir, porque para tapar sus deslealtades van a tener que recurrir una y otra vez a muchísimas mentiras, so pena de perder su relación estable; ¿y qué piensan de los que dicen mentiras piadosas para no herir a su novia/esposa? En apariencia éstos son encantadores, porque son incapaces de herir a sus parejas y prefieren ocultar la verdad por medio de comentarios reconfortantes: “¿Me veo gorda, mi amor?”, “no, ¿cómo crees?”; aunque la novia se coma a diario ocho platos de pozole, y de postre pida cinco flanes napolitanos.
Como podrán darse cuenta, los ejemplos son interminables, pero al final del día los hombres mienten básicamente por tres razones esenciales: por inseguridad, para evitarse problemas y porque son inseguros… ¡ah!, y por mentirosos.Photo by Leandro’s World Tour