La doctrina de la proporcionalidad en la ley consiste en el principio de que debe haber un balance entre el daño cometido y el castigo otorgado, o sea que a un ladrón no se le puede aplicar una sentencia de cadena perpetua. Si una persona es agredida a golpes no puede responder a balazos.

El mismo principio puede extenderse a todas las ramas de la política y especialmente a la guerra.

Una de las maneras de medir el impacto de una guerra es calcular el número de muertos y el daño físico y económico que se producirá. Algunos lo llaman daños colaterales porque no son objetivos directamente militares ya que se supone que la guerra es entre militares, peor hoy la guerra se orienta al mayor daño posible, ahí está Hamas desde Gaza destruyendo cultivos y áreas verdes en el desierto.

La reciente decisión de Donald Trump de frenar el ataque contra Irán después que derribaron un dron es correcta. Fuera de consideraciones políticas el cálculo de generar 150 muertos a cambio de una nave sin piloto parece una respuesta exagerada y lo es. Lastima que ese cálculo no lo hicieron en la guerra en Irak que fue represalia por las torres gemelas de Nueva York, en Irak han muerto 460,000 personas como resultado directo o indirecto de la guerra, contra 2,977 muertos en las torres gemelas: 154 iraquíes contra un estadounidense. Según thebalance.com la guerra en Irak costó $1.06 billones de dólares. Si además agregamos el costo de lo que hubieran producido esos cientos de miles asesinados, el ataque directo al tejido social dónde debemos considerar huérfanos, viudas y familias destrozadas, más la destrucción política y la inestabilidad consiguiente, llegaremos a cifras inimaginables en lo económico y en lo humano. Esto es más grave si pensamos que la guerra arrancó en base a una mentira y su resultado fue beneficiar a los amigos del presidente de Estados Unidos. Esta es una barbarie que debe ser condenada con todas sus letras.

Trump posiblemente actuó de buena fe y bajo un ataque de humanismo al que no nos tiene acostumbrado, pero ante un mitómano, posiblemente lo hizo para tratar de mostrar que no es un calculador frío al que solamente le interesa el poder y el dinero. Mientras se frenaba para no matar iraníes, ordenaba un ataque cibernético contra Irán y la detención y deportación de un millón de indocumentados. Daba la orden para destrozar familias completas y eliminar el futuro que muchos de ellos han construido con esfuerzo y mucho trabajo y de paso, contribuyendo en gran medida a la grandeza de Estados Unidos.

Posteriormente corrigió y dio una moratoria/amenaza de dos semanas para que los demócratas corrijan la ley de asilo que según él tiene lagunas, aunque no las precisa. Dentro de su inmensa perversidad, el ataca y hace responsables a los demócratas de sus ataques y efectos perniciosos, calculando que pierdan votos en 2020.

Estados Unidos es uno de los países que reciben más solicitantes de asilo en el mundo, su nivel de negación es muy elevado, no le da ningún apoyo a los refugiados que huyen muchas veces de regímenes creados con apoyo de Estados Unidos y somete a los refugiados a detenciones prolongadas e inhumanas. Separa familias y se niega a darle a los niños jabón y cepillos de dientes para su higiene personal.

Trump maneja la inmigración como rehén, la ha convertido en el costo directo de su guerra por la reelección y le preocupa muy poco el costo ni quién lo pague. No solamente a las personas por si mismas, sino a los países a dónde serán deportados para caer en las garras de aquellos que los expulsaron.

Trump es un caso extremo de un político cruel, pero el humanismo se ha alejado de las decisiones de muchos políticos.

Leemos sobre respuestas brutales de los gobiernos ante aquellos que protestan por decisiones políticas, como si el acceso al poder fuera una Carta Blanca para actuar como se les viene en gana, incluida la dirección al país para satisfacer sus intereses egoístas.

El liderazgo en el mundo no solamente carece de habilidades de gobernación, sino que carece de corazón para poner por delante el interés de los ciudadanos que dicen representar.

Los políticos parecen olvidar su condición de humanos, y hacen todo lo posible por tirar al cesto de la basura los principios doctrinarios con los que nos convencen para que votemos por ellos.

Estamos en una etapa de reversión política. Nos alejamos de la democracia, se refuerzan los sistemas represivos, avanza la corrupción y la intolerancia, especialmente avanza el racismo y el daño infringido será de gran magnitud. Es hora de frenar la barbarie política en todas sus manifestaciones.

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