En la Ciudad de los mil templos, Luang Prabang, los monjes vestidos en sus túnicas del color del atardecer, salen en comitiva antes de que salga el sol, y regresan a sus monasterios con cuencos llenos de arroz que les obsequia diariamente los pobladores. En el mundo cotidiano, los siglos han pasado para convertirse en milenios, pero en esta ciudad nacida de las mentes iluminadas de los budistas, el tiempo es sólo un concepto que pareciera no aplicarse a su realidad.
Así como los monjes han salido desde hace dos mil años cada mañana por su ración diaria de arroz, los templos permanecen intactos, tal vez sostenidos por la fé inquebrantable de los monjes, de los habitantes y de los viajeros, quienes dejamos una parte de nuestra esencia en ellos. A pesar de haber sido colonia francesa durante 60 años, en esta ciudad de Laos se conservan intactas las tradiciones, y su diseño es la máxima muestra de creatividad y encanto.
Rodeado de toda esta magia se llega a Satri House, una casa construida en 1904 por los padres del príncipe Souphanouvong. A pesar de no ser antigua, en su diseño se fusiona el clásico estilo laosiano con el francés, resultando en una hermosa casa sin igual. Después de haber sido el hogar del primer presidente de la República Democrática Popular Lao, ahora es un hotel boutique miembro de Secret Retreats, una colección de propiedades que ofrecen experiencias de viaje únicas para conectarse con el corazón de la cultura y las tradiciones asiáticas.
En armonía con el resto de Laos, Satri House es una mezcla de estilos y materiales, que incluyen muebles de teca tallados a mano, numerosas antigüedades, estatuas y obras de arte, así como suaves cortinas que permiten la entrada de luz durante el día. El conjunto de la casa, jardines apacibles, alberca y restaurante, es como un portal que nos hace retroceder mientras recorremos el corredor de bambúes que nos lleva a la recepción, y de ahí a las habitaciones.
Al haber sido una casa, el ambiente es íntimo y acogedor, y sus 28 habitaciones y tres suites están hermosamente decoradas en un estilo clásico, con camas con dosel, menú de almohadas, cuadros, enormes terrazas, ducha de lluvia, y detalles pequeños que le dan a la visita un carácter memorable, como botellas de agua mineral, albornoces de seda, flores frescas y vistas al hermoso jardín.
Los desayunos y las comidas también reflejan el estilo de vida local, preparados con ingredientes frescos, orgánicos y sin prisa. Jugo de piña, frutas diversas, yogurt o muesli, fideos, huevos, tostadas francesas o pescado al vapor, adquieren un sabor diferente en esta mística tierra.
A tan sólo diez minutos caminando, o incluso más si nos detenemos a admirar el paisaje, está el centro, donde se pone el mercado nocturno, pero el mayor atractivo es visitar os templos budistas de la ciudad, considerados como los más sofisticados del sudeste asiático, bellamente decorados con esculturas, grabados, pinturas, piezas de oro y muebles, verdaderas joyas de arte, culturales y estéticas.
Durante las tardes, después de visitar el templo que está justo a la entrada del hotel o de recorrer las calles que lo separan del centro de la ciudad, salimos a disfrutar de los jardines y a nadar en el jardín, mientras el viento trae consigo los cantos de los monjes.
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