En 2015, The Economist citó a un exfuncionario acerca del desastre del gobierno de Peña: They don’t get that they don’t get it (no entienden que no entienden). El autor del texto, bajo el seudónimo de Bello, trataba el tema de la falta de rendición de cuentas por los múltiples casos de corrupción. Pero, a diferencia del gobierno, según Bello, los mexicanos sí estaban entendiendo y el gran beneficiario de la sordera peñista sería el eterno candidato presidencial, López Obrador.
Así sucedió. AMLO lo entendió: el gran tema que tenía indignado al electorado era la corrupción. Todas las preguntas que le hicieron durante la campaña sobre cómo resolver cualquier problema, contestaba: “resolviendo la corrupción”. Nunca, desde 1982, un candidato presidencial había tenido tantos votos en términos porcentuales y con una diferencia enorme entre el primer y segundo lugar. El mensaje fue muy claro: el electorado había castigado duramente a los corruptos.
Es lo que catapultó a AMLO y enterró al PRI y a un Presidente que nunca lo quiso entender.
En los primeros días después de su impresionante triunfo, AMLO y su partido ya tuvieron su primera prueba con respecto a la corrupción. Han reprobado. Con la victoria en la bolsa, parece que se desentendieron de lo que sí habían entendido. Me refiero al Fideicomiso Por los Demás (FPD).
Resumo el caso a partir del artículo de Ciro Murayama, presidente de la Comisión de Fiscalización del INE, publicado el jueves pasado en Milenio. Después del sismo del 19
de septiembre, el INE alertó a los partidos que no eran instituciones de beneficencia facultados para repartir dinero entre los damnificados. Esto se podría malinterpretar como dádivas con propósitos electorales, lo cual está prohibido en la ley.
No obstante la advertencia, Morena formó el FPD. Supuestamente, destinaría el 50% de su presupuesto para las donaciones. El INE investigó el FPD por una queja del PRI. Encontró que varios individuos afiliados a Morena fueron los que formaron el fideicomiso, supuestamente “privado”, pero cuya dirección legal es la misma que la del partido.
En cuanto a los ingresos, contra lo prometido, Morena nunca utilizó dinero de su financiamiento público para fondear el FPD. La gran mayoría de los fideicomitentes fueron, sin embargo, miembros de Morena. El 56% del dinero que se depositó fue en efectivo (lo cual estaba prohibido en el contrato). No hay manera, por tanto, de saber de dónde salieron estos recursos.
En siete días, el 44% del dinero en efectivo se depositó con diferencia mínima de segundos, casi siempre en cantidades de 50 mil pesos, por un puñado de individuos en una acción “concatenada, orquestada y coordinada”. Además, se aceptaron 3.2 millones de pesos de empresas impedidas para aportar recursos a los partidos.
En cuanto a los egresos, 64.5 millones de pesos se retiraron con cheques de caja que luego fueron cambiados a efectivo, lo cual impide seguir el rastro del dinero. El 80% de los que retiraron fondos tiene relación directa con Morena. Estamos, según el INE, frente a una trama de financiamiento paralela ilegal del partido fundado por López Obrador. Un “fraude a la ley, y el fraude siempre implica dolo”, de acuerdo
con Murayama.
La autoridad, por tanto, multó con 197 millones de pesos a Morena. Enterado de la noticia, el próximo Presidente dijo que dicha multa era “una vil venganza”, que nI existía “ningún acto inmoral”, que ellos nI eran “corruptos” y ni habían cometido ilegalidad alguna. Declaró que “algunos consejeros del INE son de derecha y le tienen mala fe a él y a su partido”.
Como en el pasado, volvió a sacar el tema de un posible complot en su contra. En esta ocasión de la Secretaría de Hacienda con el INE. Por su parte, la dirigente de Morena, Yeidckol Polevnsky, afirmó que el INE no tendría que haber investigado a un fideicomiso privado y dejó entrever que se trataba de una venganza por parte de los consejeros del INE porque les van a bajar sus salarios.
Así reaccionaron.
Yo sólo quiero pedirle algo, estimado lector. En el recuento de los hechos arriba mencionado, basado en el artículo de Murayama, cambie la palabra “Morena” por “PRI”. En otras palabras, imaginemos esta misma operación, pero realizada por priistas. Luego que Peña la hubiera justificado diciendo —como efectivamente dijo cuando lo de la Casa Blanca— que no se cometió ilegalidad alguna. Y a Claudia Ruiz Massieu, dirigente del PRI, argumentando lo mismo que Polevnsky.¿Qué estarían diciendo, en este preciso momento, AMLO y sus seguidores?
Parece que rápidamente se desentendieron. Han comenzado mal utilizando un doble rasero. Son buenos para condenar la corrupción ajena, pero toleran, defienden y justifican la suya. Si siguen así, en seis años estarán fuera del poder. Valdría la pena que vieran cómo les fue en la elección pasada a los que nunca lo entendieron.
Twitter: @leozuckermann