La tienes en la mira. A lo lejos ya la has identificado perfectamente, posee todos los atributos (físicos e internos) que te permiten considerarla una candidata a entregarle tu pasión y tu corazón. Has decidido acercarte a ella sin importar que te suden las manos y los latidos de tu corazón aumenten a la velocidad de la luz. Te has arreglado como todo un galán, fuiste a que te hicieran un corte de cabello moderno y hasta te has puesto esa loción cara que sólo utilizas “para ocasiones especiales”; estás a punto de saludarla y decirle tu nombre, pero…
Sí, el siempre molesto “pero” que se hace presente cuando se trata de conquistar a una fémina y no sabes bien a bien cuál debe ser tu comportamiento frente a ella porque, a final de cuentas, has escuchado tantas cosas y has protagonizado tantos fracasos cuando quieres ser todo un donjuán que ya no puedes distinguir con claridad qué es lo que exactamente buscan las mujeres en un hombre.
Tu primer pensamiento es, lógico, dejar brotar tu yo encantador, aquel hombre sinónimo de caballerosidad, simpatía, sensibilidad, limpieza, modales porque, a final de cuentas, recuerdas que tu abuelita y tu mamá siempre te han alabado cuando de comportas como todo un clon de aquellos galanes que las hacían suspirar cuando veían esos viejos filmes en blanco y negro.
Sin embargo, la realidad golpea con contundencia tus intenciones y recuerdas cómo en la preparatoria un patán machista y malhablado que fumaba cigarrillos baratos literalmente te dio baje con aquella muchacha con la que soñabas día y noche y que viste esfumarse con ese vago en una motocicleta sucia y desvencijada justo el día en que (¡por fin!) te habías animado a declararle tu amor. Sí, yo lo sé, tú lo sabes, todos los sabemos, ayer, hoy y siempre la famosísima frase “Nice guys finished last” (“Los chicos buenos siempre pierden”) está más vigente que nunca.
Pero, ¿cómo saber lo que una mujer quiere cuando ella misma ni siquiera lo sabe? ¿Es válido tener un comportamiento cuasi bipolar y convertirnos en una versión moderna del Dr. Jekyll y Mr. Hyde para, de manera convenenciera, ser de tal o cual forma para que podamos alcanzar nuestros objetivos y, al mismo tiempo, impedir que hieran nuestros sentimientos y nuestra autoestima se vea pisoteada?
¡De ninguna manera! Aunque quizá para muchos la caballerosidad ya esté prácticamente en desuso y los patanes cada vez se apuntan más victorias en el terreno de las conquistas, lo mejor siempre (creo yo, desde mi muy humilde óptica) es mostrarse como una persona educada, sensible y auténtica porque estas cualidades jamás pasan desapercibidas y siempre son bien recibidas por aquellas que todavía suspiramos por alguien que cuando nos invite a salir nos abra la puerta del automóvil, nos preste atención mirándonos a los ojos fijamente (aunque esté pensando en el resultado final del partido de futbol de su equipo favorito), mientras conversamos con él y que no finge un repentino ataque de diarrea y sale disparado hacia el baño cuando se trata de pagar la cuenta en el restaurante.
Las mujeres con dignidad, seguras de sí mismas y con amor propio siempre van a preferir a un hombre cuyas divisas principales sean el respeto y la caballerosidad.
¿Quieres ser un patán e ir por la vida ofendiendo con tu actitud a todas las mujeres que se crucen por tu camino o prefieres ser un caballero que, vaya donde vaya y esté donde esté, siempre será bienvenido? ¡Tú decides!