Cuando iniciamos una relación de pareja es del todo natural y comprensible que hombres y mujeres forjen expectativas a inmediato, corto, mediano y largo plazos. Algunas tienen que ver con situaciones tan sencillas como definir los días y los horarios en los que saldrán al cine, por ejemplo y otras alcanzan un elevado grado de complejidad, como tomar la decisión de vivir en una casa o un departamento. Sin embargo, todos los anhelos, planes, propósitos y deseos que uno u otro puedan tener abruptamente pueden ser saboteados por uno de los peores “terroristas” que suelen aparecer en los núcleos sentimentales para destruirlos:
El escalofriante (previo a una ruptura definitiva) “no eres tú… soy yo”.
¡¿Qué?!, ¡¿cómo!?, ¡¿dónde?!, ¡¿por qué?! Si todo parecía marchar de maravilla. Éramos como “uña y mugre”, tan unidos y compenetrados. Vaya, ¡éramos la pareja ideal! ¿En qué momento se le ocurre salir con esta terrible y lapidaria frase. ¿Acaso se ha vuelto loc@?
La verdad es que estos cinco vocablos nada tienen que ver con la locura. Todo lo contrario. Y como oscura nube que presagia una dolorosa tormenta sentimental, hacen su aparición justo porque el hombre o la mujer (ya sea en un mero acto-reflejo de honestidad o egoísmo) descubren que ya no están satisfechos con la relación que están sosteniendo con la persona a la que en su momento eligieron para compartir el resto de sus días.
La máxima en esta vida para todos (o para la gran mayoría, quiero suponer) es ser felices o tratar de serlo. Gran parte de nuestra existencia se consume mientras intentamos alcanzar ese objetivo, el cual se cumple en la mayoría de las veces cuando logramos “completarnos” al encontrar a esa persona de la que nos enamoramos y con quien deseamos construir un proyecto de convivencia. Sin embargo, suele suceder que con el transcurrir de los días (las semanas, los meses, los años…) muchos hombres y mujeres conforme crecen o evolucionan en sus proyectos individuales descubren que esa persona que desempeña el rol de pareja ya no les satisface como al principio; pero en un afán de no herir sus sentimientos, cuando se llega el momento de tomar la decisión de optar por una ruptura, suelen ejercer la deshonestidad al no exponer los verdaderos motivos por los cuales desean la separación.
Y es aquí cuando aparece una falsa “consideración” hacia el otro y se empiezan a buscar pretextos o excusas que disfrazan la verdadera intención de quien desea la separación. ¿Por qué? Porque a veces, por ejemplo, cuando en la vida de un hombre o una mujer irrumpe “un tercero en discordia” se cree que la salida más fácil, en lugar de decir la verdad es inventar eso de “no eres tú, soy yo”. Pero la realidad es que en su mente están pensando eso de “pobrecit@, si le digo la neta va a quedar devastad@”. ¡Cuánto egoísmo, en serio!
¿Qué les parece si por un momento elegimos ser individuos íntegros que en lugar de regodearse en el egocentrismo procuramos tener la más mínima consideración para con alguien que, para bien o para mal, decidió jugársela con nosotros a pesar de que las cosas ya no resultaron como queríamos? Cierto, las rupturas son difíciles y dolorosas, pero créanme que tornan más difíciles y dolorosas cuando actuamos deshonestamente.
Y no olviden que todos los sábados los espero en punto de las 23:00 horas en su programa “Exclusivo Para Hombres”, que se transmite por Telefórmula (121 de Cablevisión y 121 de Sky).