Sin ser necesariamente una maldición biológica, la andropausia (condición masculina comparable a la menopausia femenina) se está convirtiendo para millones de hombres, sobre todo aquellos enquistados en sociedades eminentemente machistas, como la nuestra, en un verdadero motivo de depresión porque, acostumbrados a vivir al pie de la letra el cuestionable aforismo de “si es hombrecito, ¡aguántese!”, millones de varones sufren en silencio los estragos (físicos, psicológicos, pero sobre todo sexuales) de ésta.
Pero, ¿en qué consiste la andropausia?, ¿verdaderamente existe?, ¿cómo saber cuando alguien cercano a nosotros ya la está padeciendo? Para empezar, hay que puntualizar que estadísticas confiables arrojan que cuatro de cada 10 hombres la padecen y que si bien puede considerarse “normal” a partir de los 70 años, hay caballeros que a partir de los 40 ya comienzan a exhibir algunos síntomas.
¿Síntomas? ¿Cuáles síntomas? ¡Sí, síntomas! Así que saquen lápiz y papel (o enciendan la tablet) para apuntar: Irritabilidad, insomnio, fatiga, depresión, nerviosismo, ansiedad, libido reducida, potencia sexual disminuida, poca fuerza y cantidad en la eyaculación, dolores corporales (achaques), deterioro de los huesos, cabello y piel secos, problemas de circulación y sudoración copiosa por las noches.
Tomando como punto de partida todo lo anterior, también es justo destacar que la Organización Mundial de la Salud (OMS) aún no reconoce la andropausia, pero es un hecho que a partir de cierta edad comienzan a presentarse considerables bajas hormonales (debido a varios factores) que afectan el desempeño sexual de los hombres. Sin embargo, tampoco se puede afirmar tajantemente que si un caballero pierde el apetito sexual o exhibe problemas de disfunción eréctil es por causa de la andropausia; no olvidemos que a los “niños” también les afecta la depresión o el estrés.
Sin embargo, hay que ser muy cauteloso (esto va para los especialistas) en recomendar “a la primera” un tratamiento de reemplazo hormonal o (esto va para ustedes, caballeros) salir corriendo a la farmacia para comprar testosterona en inyecciones, pastillas o parches y autoadministrársela, porque eso puede resultar contraproducente. No hay que olvidar que cuando hay una presencia de hormonas mayor a la acostumbrada en el cuerpo masculino el cerebro de éste envía la orden al cerebro que detenga la producción de testosterona y eso provocará que los niveles de estrógeno se eleven. Así, que mucho ojo con esta cuestión, señores.
Las alternativas para paliar el terrible enemigo de la andropausia pueden ir desde el reemplazo hormonal que ya mencionamos, siempre y cuando sea orientado por un especialista; consumir vitamina D (¡a tomar el sol, chicos!) y L-Carnitina (para que se reactive la producción de espermatozoides) y hasta consumir algún suplemento nutricional. ¡Todo se vale, hasta el Viagra!
Y por favor, no se estresen. No es el fin del mundo. Porque la verdadera valía de un hombre no tiene que depender totalmente de su poderío sexual. ¿O sí?
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