«Esta carnicería estadounidense termina aquí y ahora», prometió el nuevo presidente el día en que asumió el mando, el 20 de enero de 2017. Como su retórica de campaña, el discurso estuvo lleno de referencias económicas. Habló de desequilibrios comerciales y reactivación, de trabajos e impuestos. Su tema más recurrente fue la promesa de redistribución: «Los hombres y las mujeres olvidados de nuestro país ya no serán más olvidados».
El momento para juzgar la presidencia de Trump será el año 2020. Sin embargo, no es malo echar un vistazo a cómo se ha comportado la economía estadounidense bajo su mandato, especialmente en las áreas donde hizo sus mayores promesas.
Signos vitales
«Le daría una buena nota en economía y creo que la mayoría de los estadounidense lo haría», dice Stephen Moore, analista de políticas económicas que trabajó con Trump durante su campaña y que estuvo en el equipo que analizó la reforma fiscal recientemente aprobada. Teniendo a mano datos del auge del mercado de valores, la tasa de desempleo del 4,1 por ciento, el acelerado crecimiento del PIB y el creciente nivel de confianza de las empresas, para Moore es difícil encontrar algo que no vaya bien en el manejo económico.
Es cierto que muchos indicadores lucen bien para Estados Unidos, por cierto bastante mejor de lo que muchos economistas habían predicho si Trump resultaba electo. Donde sí hay debate es sobre cuán responsable es realmente Trump de estas buenas cifras y por cuánto tiempo las cosas permanecerán así.
El economista Robert Scott piensa que si bien algunos números son positivos, estos se enmarcan dentro de una tendencia de ocho años que ahora es amenazada por la presidencia de Trump. «La recuperación viene desde 2010», afirma el experto. «Sin embargo, hay varios indicadores preocupantes. Por ejemplo, el número de puestos de trabajo creados está bajando. O el crecimiento de los salarios, que es débil», apuntó.
¿Pro empresarios o pro trabajadores?
La campaña electoral de Trump giró en torno a la idea de mejorar la calidad de vida de los trabajadores estadounidenses y redistribuir los frutos de la riqueza del país. Sin embargo, es aquí donde muchos opositores ven fuertes divergencias entre lo que se prometió y lo que está realmente sucediendo.
«Ha pasado por encima de la gente que lo eligió», apunta Scott. «Lo que hemos visto es una serie de pasos que llevan el dinero de la clase trabajadora a quienes están en el 1 por ciento más rico», agrega. El experto señala que desde que Trump llegó al poder, el Departamento de Trabajo ha revocado varias regulaciones que protegían a los trabajadores, como el pago por horas extras, el porcentaje de propinas que pueden llevarse a casa, seguridad y salud, entre otros.
Moore, que trabaja en la conservadora Fundación The Heritage, cree que el instinto de negocios de Trump lo está ayudando y que sobre sus hombros recae, entonces, la razón del boom del mercado de valores. «Creo que los inversionistas y empleadores creen que Trump es un presidente pro negocios y eso se refleja en la confianza que muestran en la economía», sostiene.
Made in America
Otra de las promesas de Trump fue que recuperaría empleos en las fábricas y en la construcción. En este punto, los números son más bien positivos, con más de 400 mil nuevos puestos de trabajo en las industrias manufacturera y de la extracción desde que asumió el poder. Scott reconoce este incremento, pero piensa que el alza del déficit comercial -hasta el 10 por ciento desde la llegada de Trump- continuará ejerciendo presión sobre la demanda de productos fabricados en Estados Unidos.
El logro legislativo más tangible del primer año en términos económicos es el recorte impositivo aprobado recientemente en el Congreso. La ley redujo el impuesto a las ganancias corporativas del 35 al 21 por ciento e incluyó otras medidas que favorecen a las grandes corporaciones. Moore, que asesoró a la Casa Blanca en este proyecto, cree firmemente que esto impulsará la economía.
«Empujará las inversiones. Las empresas expandirán sus operaciones, construirán más fábricas, comprarán más camiones y maquinarías y estarán en condiciones de pagarles más a sus trabajadores», asegura. Scott, en cambio, ve este recorte en la línea de la presidencia de Trump, que busca favorecer a los más ricos.
A su juicio, el incremento en el mercado de capitales responde a que se anticipaba este «masivo» recorte impositivo, que beneficiará a los sectores más acaudalados. Además, cree que el recorte generará un enorme incremento en el déficit fiscal estadounidense, lo que a su vez tendrá otras consecuencias negativas. «Me preocupa que Trump haya plantado semillas que van a explotar», afirma. «Ha creado y puesto en operación una política impositiva que generará más déficit, mucho más», sostiene.
Juzgado en 2020
En términos de comercio, otra área donde Trump hizo grandes promesas, no ha pasado mucho hasta ahora. «Ha sido mucho ruido y pocas nueces», dice Scott. Tras recordar que el Gobierno dijo que publicaría en julio un informe sobre las amenazas a las industrias del aluminio y el acero y aún no lo hace, apunta que «no ha habido esfuerzos para promover políticas para enfrentar los problemas en estas industrias». Moore piensa que es demasiado pronto para emitir juicios sobre este tema. «Este será el año en que responderemos esa pregunta», aclara.
Entonces, ¿cómo evaluamos los resultados hasta el momento? «Trump será juzgado en 2019 y 2020 para la reelección a partir de cómo marche la economía entonces, no hoy», dice Moore. Para Scott, mientras más tiempo pase Trump como mandatario, más posibilidades habrá de que sus políticas económicas tengan un efecto dañino, y piensa que no hay certeza de que esos efectos se vean antes de 2020, es decir antes de que se presente a la reelección y eventualmente la gane. «Trump podría tener suerte, aunque creo que lo que marcará esas elecciones será la creciente insatisfacción con las políticas que Trump ya puso en marcha», sentencia Scott.