La mayoría de las declaraciones de Donald Trump son ocurrencias del momento que repite hasta el cansancio para satisfacción de sus audiencias.
Así como a los televidentes les gustaba escuchar el “¡Estás despedido!” en el reality show The Aprentice, que conducía el hoy candidato republicano, ahora a sus simpatizantes les encanta escuchar “¡la voy a encerrar!”, refiriéndose a que Hillary Clinton debe estar en la cárcel; “¡construiré el muro!” o “¡ningún musulmán va a entrar!”.
Muchos analistas y comentaristas norteamericanos y mexicanos han señalado que lo que dice Trump son barbaridades y que él es el primero que no podrá ni querrá aplicar estas medidas de ganar la presidencia en noviembre. Pero hay dos temas en los que México resulta especialmente sensible y que explican en parte por qué el peso se ha devaluado tanto frente al dólar, llegando a 20 pesos por dólar ayer.
Los dos temas son la construcción del muro y la renegociación o cancelación -no queda claro hacia dónde se inclina el candidato- del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el TLCAN.
El muro no debiera ser motivo de preocupación porque en las zonas fronterizas en las que se ha querido, ya se ha construido la pared que divide ambos países desde 1994. Basta ver Tijuana y San Diego para darse cuenta.
Hacer este muro más alto o lograr que cubra los 3 mil 185 kilómetros de la frontera es una política pública que requiere de recursos que sólo le puede aprobar el Congreso al Presidente.
En años en los que el Congreso apenas logra evitar un cierre del gobierno por temas de recortes presupuestales, pensar que le serían aprobados recursos para el muro es improbable. Aunque sea los recursos para hacer que México termine pagando el sonado y tan cacareado muro. Un verdadero absurdo.
Pero la historia con el TLCAN y su posible cancelación es otra y bastante preocupante.
Esto porque la política comercial en EE.UU. es un área que queda casi por completo en las manos del Presidente. Si bien negociar un nuevo acuerdo debe pasar por el Legislativo, cerrar o cancelarlo es prerrogativa del Presidente en turno.
Así, Trump puede «destruir» el TLCAN como lo ha prometido o aumentar a su antojo los aranceles de productos que se importen a EE.UU. provenientes de México.
Puede, en efecto, vengarse de Ford, que la semana pasada anunció que traería a México la producción de sus autos compactos, –una inversión de mil 600 millones de dólares para nuestro país. Algo que enfureció tanto a Trump que publicó y señaló enérgicamente como muestra de lo mal que está su país que “antes no se podía tomar agua en México y se fabricaban autos en Michigan y ahora no se puede tomar agua en EU (lo dijo en Flint, Michigan) y tampoco se fabrican autos en Michigan”.
Así, y dada la cláusula bastante libre de que cualquier firmante del TLCAN pueda retirarse del tratado, Trump bien puede mandarles una carta a los gobiernos de México y Canadá avisando que se retira y seis meses después el TLCAN queda anulado.
Argumentos para ello los puede tomar Trump del Acta para Expandir el Comercio o del Acta de Poderes Económicos para Emergencias Internacionales. Ambas actas le dan el poder al Presidente de EE.UU. para argumentar que debe aumentar tarifas o restringir el comercio con el país que quiera, bajo el argumento de que se hace para proteger la seguridad nacional.
Los demagogos hablan y dicen ocurrencias. La mayoría no las pueden aplicar, pero cuando pueden, lo hacen simplemente por ello: porque pueden.