No todo es sequedad en la sequía. En el planeta abunda el agua, y se puede aprovechar mejor.
Hay equipos colectores de la lluvia en una casa. En vez de canalizarla al drenaje, la recogen en un tanque de plástico para usarla en muebles sanitarios y lavadoras, regar, trapear o lavar el coche. Cuestan unos $2,000.
Ya hay colectores pluviales en todas las escuelas públicas de la Ciudad de México, según el gobierno. Hay que instalarlos en todas las escuelas del país y en todos los parques y edificios públicos.
Hay recipientes (atmospheric water generators) diseñados para extraer agua potable del aire. Cuestan de $30,000 a $50,000.
También puede extraerse del mar, por destilación, ósmosis inversa y muchos otros procesos; todos costosos en energía por metro cúbico de agua. Hace falta investigación para bajar el costo.
Hay que reforestar. Donde hay bosques, llueve más. Pero los árboles crecen lentamente. El beneficio tarda mucho en llegar y llegará en otro sexenio.
2. Reduciendo el consumo.
Según las Estadísticas del Agua en México 2021 de la Conagua, en 2020 el mayor consumo de agua lo hizo la agricultura (75.7%). En segundo lugar, las redes de distribución de agua potable (14.7%). En tercero, la industria autoabastecida (5%). En cuarto, la generación eléctrica (4.6%).
Es obvio que la mayor oportunidad de reducción del consumo está en la agricultura, especialmente en su sector moderno, que concentra la producción agrícola, el consumo de agua y la capacidad de inversión. La oportunidad se concreta en el riego por goteo y la hidroponía, que pueden ahorrar del 30% al 90% del agua.
Un estímulo para reducir el consumo de agua es aumentar su precio a los grandes consumidores.
3. Disminuyendo las fugas.
La tubería subterránea que distribuye el agua potable se agrieta con el paso del tiempo, sobre todo si hay sismos. Sustituirla es costosísimo. Hay que romper el pavimento, cavar zanjas, llegar al tubo viejo y sustituirlo por uno nuevo, obstruyendo el tráfico y llenando de polvo a los vecinos durante semanas. Por eso no se hace. Pasan décadas y las fugas lleguen a desperdiciar hasta la mitad del agua.
No hay que sustituir los tubos, sino dejarlos donde están y repararlos por dentro, ya sea metiendo un tubo de plástico flexible o construyéndolo con equipo lanzador de resinas epoxi. Hay información y videos en la web (trenchless pipe repair).
4. Aumentando la retención.
El agua corre y se va sin aprovecharla, a menos que se retenga en presas grandes, medianas y pequeñas. Las grandes generan problemas ecológicos, sociales (sepultan comunidades y tierras ancestrales) y políticos (por el cruce de autoridades de más de una dependencia federal y más de un estado, municipio o ejido).
Los pequeños embalses requieren inversiones mínimas, se construyen pronto y tienen menos problemas.
En las zonas desérticas, la siembra de pastizales nativos resistentes a la sequía retiene las escasas lluvias, reduce la temperatura y favorece la vida de pequeñas especies animales. Mayores ventajas tienen las plantaciones de nopal.
La lluvia que recoge el drenaje pluvial debe bombearse a los acuíferos, no sumarse a las aguas residuales.
Los pozos que extraen agua de los acuíferos en la Ciudad de México aceleran su hundimiento. Pero la catástrofe final, afortunadamente, sucederá en un sexenio futuro.
El tratamiento de aguas residuales (que obtiene agua limpia, biogás industrial y fertilizantes) es insuficiente. Según la Conagua, el 67.2% de las aguas residuales municipales en 2020 fueron tratadas. En Alemania, 96%.
5. Aumentando el arbolado urbano.
Las calles arboladas son bonitas, dan sombra, mitigan los daños del viento, las tolvaneras, el calor, los chubascos y el granizo bajo un toldo vegetal. Reducen el ruido, absorben agua de lluvia por las raíces y además gases tóxicos de los automóviles por las hojas. Atraen pájaros y turismo.