He visto bajo las plumas de la comentocracia y en el twitter-espacio una discusión interesante sobre el voto útil. Unos —y parece que la campaña de Xóchitl pertenece a ese universo— consideran que conviene apelar a los electores de Máynez a resignarse ante el mediocre 7% que cosechará MC, y taparse la nariz para sufragar por la candidata de oposición más favorecida. Otros sostienen que ni vale la pena —los votantes de Máynez se reparten en segmentos iguales— ni resulta digno o eficaz. Sólo se le hace el caldo gordo a los “esquiroles”, e igual sus seguidores no optarán por Xóchitl.
Difícil debate. En el año 2000, el voto útil como estrategia consciente y adelantada funcionó para Fox. Es complicado saber exactamente cuántos votos de izquierda le arrebató Fox a Cuauhtémoc Cárdenas, pero las estimaciones oscilan entre uno y dos millones de sufragios. La declinación de Muñoz Ledo ayudó un poco; nadie sabe cuánto. En cualquier caso, hubo una izquierda azul.
En 2018, los intentos de atraer el voto priista a la candidatura de Anaya nunca prosperaron, pero tampoco se realizó un mayor esfuerzo que digamos. Cada vez que en como supuesto co-coordinador de la campaña me dirigía a los votantes del PRI, me llovían críticas tanto de panistas como de malquerientes. Y nunca se buscó construir un discurso realmente en dirección de los electores del PRI para que aceptaran el tercer lugar de su candidato, y se volcaran a favor de Anaya. A quien, por cierto, efectivamente, le guardaban escasas simpatías.
Yo insistiría en el voto útil, y en la declinación de Máynez, no porque vaya a suceder. Al colocar al candidato de MC entre la espada y la pared, se pone en evidencia su complicidad con Morena; muchos de sus partidarios se atragantan con Sheinbaum. Pero no tiene sentido lanzar consignas de voto útil y de seducción a los electores de MC si no se le otorga centralidad al mensaje: repetirlo constantemente; utilizar el debate del domingo para insistir; emplazar a Máynez el domingo; subir spots en tele conteniendo el mismo mensaje; incluso llevar a cabo eventos en los reductos color naranja —son sólo dos: Jalisco y Nuevo León, y el segundo quién sabe.
Las circunstancias de hoy difieren mucho de las de hace ya casi un cuarto de siglo. En aquel momento, el voto útil era sólo parte de una estrategia más amplia: convertir la elección en un referéndum sobre la permanencia del PRI en la Presidencia. En 2024, un referéndum sobre AMLO perdería, pero al mismo tiempo es casi imposible evitar que los comicios del 2 de junio se transformen en eso. Por ello, un buen mensaje dirigido a los votantes emecistas, con argumentos y datos, a pesar de abonar al referéndum inevitable, puede funcionar. Habría que probarlo en los grupos cualitativos que le suministra a la campaña la gente seria, y que los consultores ex-Cambridge Analitica lo evalúen. En una de esas, pega.