Con un manejo eficaz de los tiempos, Xóchitl Gálvez ganó el debate de ayer. Atacó y atacó con jabs rápidos y constantes. Una y otra vez describió a Claudia Sheinbaum como la “candidata de la mentira”. La morenista, por su parte, se notó muy incómoda. Resistió con la disciplina que la caracteriza hasta que explotó. Algo que no habíamos visto antes.
Gálvez se vio mucho más fluida y cómoda que en el primer debate. Desde el principio, vinculó el tema principal (la economía) a lo que más le duele al gobierno actual: la inseguridad. Nos recordó los efectos económicos perniciosos que tiene la extorsión, por ejemplo.
La opositora reiteró su apoyo a los programas sociales del actual gobierno, incluso expandiéndolos, aunque demagógicamente dijo que sí hay dinero para financiarlos, porque Morena se roba parte del dinero de las partidas existentes. Muy al estilo de López Obrador en 2018 al afirmar que habría ahorros del orden de 500 mil millones de pesos por la corrupción del gobierno de Peña.
Uno de los secretos del éxito de Xóchitl fue el manejo más eficaz de las llamadas “bolsas del tiempo”. Hacía ataques y comentarios breves, de tal suerte que se quedó con más tiempo que Claudia, quien agotó sus minutos y ya no pudo responder los golpes o incluso exponer algunas propuestas.
Creo que Gálvez cometió un error al salirse del guion sobre “la candidata de las mentiras” al considerar a su oponente como la “narcocandidata” ya al final del debate. Me pareció innecesario. Lo más eficaz hubiera sido seguir machacando a Claudia como una mentirosa. Ése era el mensaje a trasmitir, no uno sacado de la manga ya terminando el enfrentamiento.
Sheinbaum tenía una misión muy dura porque tenía que actuar en tres pistas.
La primera, quedar bien con su jefe, el presidente López Obrador, y la base social más lopezobradorista quienes, después del primer debate, se quejaron de que Claudia no había defendido con enjundia al gobierno actual. Solícita, desde un principio, la morenista les cumplió.
La segunda pista era hablar de sus propuestas en caso de ganar la Presidencia. Insistir en lo del “segundo piso” de la Cuarta Transformación.
Y, finalmente, la tercera consistía en contestar los ataques de Xóchitl y lanzar sus propios golpes a la opositora.
No era nada sencillo para Claudia Sheinbaum el mantener un equilibrio en estas tres pistas: defender a López Obrador, hacer propuestas y defenderse de los ataques. Agotó más rápido sus tiempos y eso acabó favoreciendo a Xóchitl.
En algún momento, frente a tantos ataques de la opositora, Claudia se quedó callada. Ya no quiso responder. Y cuando contestó, en el último segmento, apareció irritada. Parece que le dolió mucho cuando Xóchitl recordó los sobornos que recibió Carlos Ímaz, exesposo de Claudia, y el presunto origen sospechoso de la casa que con él compartía. Por primera vez en esta campaña vimos a una candidata morenista más de carne y hueso. Concuerdo con mi colega Raymundo Riva Palacio, que no está mal que de vez en cuando los políticos demuestren que tienen emociones.
Desde luego que Claudia siempre trató de diferenciar a la Cuarta Transformación de los gobiernos del pasado con la cantaleta del fracaso del neoliberalismo, cuyas políticas públicas clave –libre comercio, autonomía del banco central, disciplina en las finanzas públicas– paradójicamente le han permitido sostener el poco crecimiento económico al gobierno de AMLO.
No sé si López Obrador y su base más leal vayan a quedar contentos con el desempeño de su candidata en este segundo debate. Claudia sí trató de cumplir con el cometido de defender al sexenio de AMLO. Para los que siguen teniendo dudas del tipo de presidenta que será Sheinbaum en caso de ganar, pues decir que un jalón de orejas del tabasqueño sirvió para que la exjefa de Gobierno capitalino obedeciera las instrucciones de Palacio.
De Álvarez Máynez, pues ¿qué decir? Una vez más, en su papel de polizón, no tenía nada que perder. Atacó hacia los dos lados. Disciplinado, le habló al segmento que está tratando de cortejar más: los jóvenes. Su misión es seguir dándose a conocer. Pero, según las encuestas, todavía la mitad del país no reconoce su nombre. Esto a prácticamente un mes de la elección.
Un último punto para el Instituto Nacional Electoral. Ya no les hagan tantas preguntas a los candidatos en los debates. Como vimos ayer, ni las contestan. Lo que quieren el electorado es ver el enfrentamiento entre ellos. Que haya réplica y contrarréplica. Que se agarren, pues, para ver si tienen la madera necesaria para ocupar la Presidencia del país.
X: @leozuckermann