Ya se volvió deporte criticar la campaña de Xóchitl Gálvez en la opinión publicada.
¿En serio va tan mal como lo reportan tantos analistas?
Xóchitl está arrancando la campaña en segundo lugar en la competencia presidencial, muy alejada del primer sitio que ocupa Claudia Sheinbaum. La candidata del oficialismo le saca una ventaja de dos a uno a la opositora. En números redondos, Claudia tiene un 60% de la intención de voto y Xóchitl un 30 por ciento.
El primer problema es que Gálvez todavía es desconocida por un 45% de la población, de acuerdo a la encuesta de Buendía & Márquez publicada ayer en El Universal. Este sondeo en vivienda se levantó cuando apenas estaban saliendo al aire los spots de radio y televisión. Vamos a ver qué tanto le ayudan estos anuncios para darse a conocer, porque vaya que le urge.
Un segundo problema es que, entre la gente que la conoce, tiene más opiniones negativas (23%) que positivas (20%). Su saldo de opinión es de menos tres (los datos son también de la encuesta de Buendía & Márquez). Es lógico. Gracias a López Obrador, Xóchitl dio un gran brinco en el reconocimiento de su nombre, pero fue un arma de doble filo, ya que el Presidente le endilgó una serie de atributos negativos que afectaron su imagen.
Así que no sólo le urge darse a conocer, sino posicionarse con cualidades positivas.
Los dos primeros problemas se resuelven con una buena campaña. Tengo la impresión de que ya van retrasados en ese equipo. Les falta una historia que contar, más allá de la biografía de la candidata, que es una de sus grandes fortalezas. Ésta no alcanza para convencer al electorado porque, al final del día, al ciudadano hay que responderle la lógica pregunta: “¿Y yo por qué tengo que votar por ti?”.
Claro, nuestra estúpida ley electoral no ayuda nada a contestar este cuestionamiento básico porque, absurdamente, los candidatos no pueden hablar de propuestas en este momento. Hágame el favor. Sin embargo, con las sempiternas simulaciones mexicanas, siempre puede dársele la vuelta a la ley. Es cosa de buscarle.
El chiste es encontrar una narrativa atractiva para los segmentos que podrían votar por la oposición. Definir qué va a vender la candidata (miedo, enojo o esperanza) y con qué mensaje. Si ella va a ser la protagonista de la historia, quién será su antagonista.
Las encuestas demuestran que en México existe un ánimo mayoritario a favor de la continuidad. Esto, desde luego, favorece a la candidata oficialista, quien, precisamente, está proponiendo eso. A la opositora le genera un reto de, por un lado, hablar de cambio para asegurar que vayan a votar los electores insatisfechos pero, por el otro, atraer a indecisos que no están del todo malhumorados con el gobierno actual.
Lo que quiero decir es que, además de administrar los tremendos problemas de una coalición de partidos que se odiaban a muerte hace unos años, Xóchitl debe tejer muy fino para desarrollar una estrategia exitosa que le permita remontar la diferencia que trae con Claudia.
Y rápido porque se le está yendo el tiempo.
Para alcanzar a Sheinbaum, Gálvez necesita crecer 1.2 puntos porcentuales por semana de aquí a las elecciones del dos de junio del año que viene.
¿Se puede?
Claro que sí, pero se requiere una campaña eficaz de aire, es decir, spots de radio y televisión que convenzan a la gente de por qué hay que votar por ella.
El reto es todavía mayor si se toma en cuenta la inclusión de Samuel García en la boleta. El neoleonés está ahí para quitarle votos a Xóchitl. Su objetivo es dividir el voto opositor y, en el mejor escenario, incluso arrebatarle a Gálvez el segundo lugar en la contienda. Su mensaje actual, de hecho, es que él ya rebasó a Xóchitl y está siendo validado por encuestas patito de corte propagandístico (ayer salió una en un medio impreso de la Ciudad de México). Así que, además de enfrentar a Claudia, Xóchitl tiene que sacudirse a Samuel.
Viéndolo todo en conjunto, está difícil para la candidata del frente opositor. Son de esos desafíos que sólo profesionales en diseñar y ejecutar campañas electorales pueden enfrentar. Un equipo de estrategas, encuestadores, creativos y publicistas que segmenten al electorado y encuentren los mensajes que motiven a comprar el producto, en este caso, votar por Xóchitl.
El tiempo apremia. Además, con nuestra estúpida ley, tendremos un receso en las campañas entre el 18 de enero y el primero de marzo.
No está nada fácil para Xóchitl. Pero lo peor sería tirar la toalla y admitir que este arroz ya se coció, como argumentan algunos miembros de la comentocracia que así lo desean.
X: @leozuckermann