El peso en gramos de los productos se mantiene visible en su etiqueta, con otros detalles como el valor nutrimental que debemos tener en cuenta para hacer una compra conveniente; sin embargo, hay cambios que no nos detenemos a observar.

Los productos que consumimos, en relación a los costos de producción, pueden estar reduciendo su tamaño o calidad mientras que su precio se mantiene o, en peores casos, aumenta. A esto se le conoce como shrinkflation o reduflación.

DEFINICIÓN

El término existe desde la crisis financiera y económica de 2007, que afectó el panorama internacional. Apareció simplemente como shrink (palabra anglosajona que significa encoger) y luego con la palabra compuesta shrinkflation, que implica una reducción en relación con el fenómeno de la inflación.

De este último término se ha hablado extensamente, pero es el que posiblemente pueda dar más luz sobre la reduflación, los efectos que tiene y otros fenómenos económicos que enfrentamos actualmente.

La inflación implica un aumento sostenido de los precios de bienes y servicios provocado por un desequilibrio entre la producción y la demanda. El dinero que emite un país crece más rápido que la producción de bienes y servicios; por lo tanto, el precio medio de estos incrementa en relación con una mayor demanda y una mayor disponibilidad de efectivo circulante.

Debido a que los precios suben, el valor de la moneda se reduce, es decir, la misma cantidad alcanza para comprar menos. El poder adquisitivo puede ir en detrimento si los salarios no aumentan en relación con esto.

La Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes (ANPEC) asegura que el consumidor con menos recursos es el más afectado por el incremento desmedido de precios en los productos. Foto: El Universal

Una inflación favorable sería de un dos a tres por ciento al año, lo que hace posible adquirir más bienes y servicios y conseguir préstamos con intereses bajos. El Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) es un número que refleja la variación de los precios consumidos en México, y es necesario para analizar este fenómeno que, en el caso de ser elevado, debe contar con la intervención del Banco de México identificando las fuentes de inflación (que pueden ser muy diversas y ligadas con la economía global), y actuando de manera oportuna.

Según la plataforma Statista, la tasa de inflación global en 2018, en relación al año anterior, fue de un 3.6 por ciento, siendo que en 2016 era de un 2.76 por ciento. La inflación media de México en 2019 es de un 3.99 por ciento, casi uno por ciento encima de lo indicado por el Banco de México. Estos movimientos en la economía se notan en los costos de producción y en las estrategias que las empresas ponen en marcha detrás de los productos que consumimos.

TRAMPA

Los costos de producción que una empresa debe cubrir para generar los productos o bienes, sean materia prima, impuestos o transporte, también aumentan sus precios; la salida fácil para evitar una baja en las ganancias es reducir estos costos. La administración puede enfrentar esta cuestión aumentando la eficiencia; es decir, buscar estrategias para que el trabajo en torno a las actividades de la empresa sea más productivo. Pero cuando la salida no es sencilla, un camino que pueden tomar es la reduflación.

Se nota, pues, que faltan algunos gramos de cereal en relación a la vez pasada que lo compramos. Que las galletas tienen un tamaño ligeramente más reducido. Son cambios pequeños que podrían no notarse, pero si la estrategia continua es ésta, será inevitable ver sus efectos.

A la larga, el consumidor puede dejar de adquirir estos productos a la empresa que ha abusado de la reduflación. Ésta afecta a muchos otros, como los detergentes, los quesos, el pan de molde, medicamentos y más artículos que son cruciales para el uso cotidiano.

Sin embargo, en 2018, el Instituto de Estudios de Consumo Masivo (Indecom) estimó que el 80 por ciento de las marcas existentes recurren a este fenómeno, considerado un tipo de publicidad engañosa que es comprobable desde por lo menos la primera mitad de 2017.

En medicamentos y antibióticos, informa el instituto, la reducción se nota en la calidad, puesto que se utilizan fórmulas antiguas. Los 21 comprimidos que generalmente se utilizan en un tratamiento común, se han reducido en la caja a 16, por lo que se debe comprar una segunda caja.

El presidente de la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes de México (ANPEC), asegura que dicha tendencia afecta a productos de gran consumo, no únicamente con una reducción de tamaño, sino también en la consistencia y los sabores, lo que puede ser consecuencia de la utilización de materias primas más baratas y de menor calidad.

Se trata de una forma de encubrir la inflación para los productores. Las estrategias como la poca claridad en las etiquetas o la baja mínima en la cantidad indicada, hacen que el consumidor no atienda que le están vendiendo más caro el mismo producto.

Esto no sólo afecta al comprador, puesto que el aceite de palma, por ejemplo, es una materia que se utiliza en frituras y otros productos desde hace décadas por ser más barato; sin embargo, su producción daña al medio ambiente con deforestaciones extensas.

El presidente del Instituto Panameño de los Consumidores y Usuarios (Ipadecu), Giovanni Fletcher, admitió en una entrevista con la BBC que esto afecta los derechos de los consumidores, ya que influye en su capacidad de compra.

Las estrategias utilizadas para justificar esta reducción pueden ser variadas; por ejemplo, políticas nutricionales como la disminución de las calorías que apunta Nestlé. Otras consisten en equiparar los costos de producción, que varían dependiendo del país en que operan.

Cabe señalar que esta reducción es un manejo desleal de las empresas, que intentan continuar manteniendo o aumentando sus precios sin que la inflación los afecte. El impactado por esta dinámica es el consumidor y no quienes tienen los medios necesarios para aplicar nuevas estrategias a fin de evitar pérdidas, pero que prefieren mantener las ganancias en incremento constante.

En México, la ANPEC estimó que durante el periodo de cuaresma de 2019, el 31 por ciento del pescado fue sustituido por otras especies para aumentar las ganancias. Profeco advirtió que hay una crisis de credibilidad en cuanto al contenido de los productos que se adquieren. La soya utilizada en las latas de atún es un ejemplo de este cambio en los contenidos y la baja de calidad que se asocian al fenómeno de la reduflación.

La sugerencia en este caso es, como ha dicho Indecom, poner en la mesa el tema en encuentros importantes como los organizados por el Instituto de Desarrollo Empresarial de Argentina (IDEA) y más eventos en Latinoaméroca. Dar a conocer el problema en los medios de comunicación y pedir una rendición de cuentas, puede traducirse en la generación de nuevas políticas y legislaciones para este tipo de estafas.

Lo que se puede hacer al respecto es comprar con menos intermediarios y prestar mayor atención a los productos que consumimos, para así tener un poder de decisión más amplio.

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