En The Beatles. Get Back vemos algo maravilloso: el proceso creativo de los genios. No es algo que se observa a menudo. He aquí a la banda musical produciendo las canciones del
álbum Let It Be, y algunas de Abbey Road, en menos de un mes.
Uno toma la guitarra, el otro el bajo y comienzan a tocar. Las letras no importan. Lo relevante es la melodía. Ringo Starr los sigue en la batería. No hay una sola partitura. Están inspirados. “No, no, no, toca más suavemente”, recomienda uno. “Cambia a F”, sugiere el otro. Poco a poco va saliendo el producto. En el camino, encuentran las letras. Repiten decenas de veces el ejercicio hasta que logran un producto final espectacular.
Entre los genios, hay categorías. El número uno, por lo menos en esta serie documental, es Paul McCartney. Luego está John Lennon seguido de George Harrison. Pero no puede menospreciarse a Ringo. Es un enorme baterista que sabe cómo seguirle el ritmo a las creaciones de los otros.
Cuando mi hijo me envió el corto de The Beatles. Get Back, yo le respondí que esa película ya la había visto hacía muchos años en el cine y se llamaba Let It Be. No lo es. Lo que pasa es que el pietaje de ambas producciones es el mismo. Me refiero a la grabación que hizo Michael Lindsay-Hogg en 1969 de más de cincuenta horas de los Beatles componiendo canciones y tocando el último concierto de su vida.
Pero The Beatles. Get Back es muy diferente a Let It Be. Ésta es una película de 80 minutos estrenada en 1970 cuyo hilo conductor era el inminente rompimiento del cuarteto de Liverpool con Yoko Ono como la villana. Get Back, en cambio, es una serie documental de más de ocho horas dividida en tres episodios donde lo importante es el proceso creativo de los Beatles. Y, cuando están tocando, se están divirtiendo como los cuatro amigos que fueron durante años. Mientras haya música, siguen siendo chavos que disfrutan su oficio. Alrededor de ellos están sus parejas, familias, amigos, técnicos, gerentes y productores.
Quizá una de las escenas más enternecedoras de la serie es cuando Linda Eastman, novia de McCartney, lleva a su hija al ensayo. La adorable niña juega mientras que los genios están trabajando. Get Back, en este sentido, humaniza a los grande ídolos que fueron los Beatles.
Pero no todo es miel sobre hojuelas. También observamos cómo la banda está en pleno proceso de rompimiento. Los Beatles están cansados. El que más es Harrison. En un momento determinado decide retirarse de los ensayos. Los otros hablan de reemplazarlo con Eric Clapton. Van, sin embargo, a convencerlo para que regrese. George accede, pero está claro que ya no quiere seguir adelante con la banda. Lennon, mientras tanto, anda distraído enamorado de Ono. En una escena conmovedora, McCartney confiesa que sólo quedan dos. La cámara lo enfoca. Sus ojos llorosos lo dicen todo. Está triste. Sabe que el final es inminente.
El director Peter Jackson ha hecho una fenomenal labor de editar de nuevo todo el pietaje de Lindsay-Hogg para reducirlo a un documental de casi ocho horas en tres episodios. Quizá pudo haberle metido un poco más la tijera para ahorrarse un par de horas. Pero el producto es maravilloso. La claridad y calidad de la imagen es espectacular, como si la hubieran filmado ayer con las mejores cámaras digitales. Precioso ver la extravagante ropa de George, los seductores ojos de Ringo, las risotadas de John y el rostro preocupado de Paul.
Mención especial merece Billy Preston. El cuarteto requería un pianista y llega este africano americano que toca el piano con la soltura y genialidad de un jazzista de primer nivel. He ahí el quinto escarabajo que se acopla perfectamente a las mentes creativas de McCartney, Lennon y Harrison. El disfrute de este personaje no tiene parangón. Es admirable verlo tocar el piano.
La serie culmina en el concierto en la azotea del edificio de Apple en Saville Road. Abajo, los londinenses escuchan intrigados. Se preguntan si efectivamente son los Beatles. Los bobbies, es decir, los legendarios policías de la capital inglesa, llegan a solicitar que le bajen a la música. Un mostachudo sargento aparece en una escena digna de Monty Python. Mientras tanto, el cuarteto de Liverpool, congelándose, está tocando Oh! Darling.
Casi 53 años después de la filmación de Lindsay-Hogg, los Beatles han regresado de nuevo con otro éxito más. Qué grandes son. Para mí, los mejores de la historia.
Twitter:@leozuckermann