Los militares en México tienen cada vez más poder: ya no solo monopolizan la gestión de la seguridad interior como si fueran policías, sino que operan obras de infraestructura, aeropuertos y puertos como si fueran ingenieros o burócratas.

Lo que para muchos es una eminente militarización de la gestión estatal se terminó de consolidar en el último mes, cuando se aprobó en el Congreso el paso de la Guardia Nacional, una policía nacional creada en 2019, de la Secretaría de Seguridad a la Secretaría de Defensa.

La presidenta, Claudia Sheinbaum, llegó al poder en octubre con la reforma constitucional recién aprobada por el gobierno de su antecesor y aliado, Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

Ambos niegan que se trate de una militarización: dicen que se está aprovechando la experiencia de los militares en la gestión de la seguridad interior, que las decisiones siguen siendo tomadas por civiles y que la situación de violencia es crítica y por eso se requiere el uso de todas las herramientas del Estado.

Sin embargo, tanto críticos como adeptos del proyecto oficialista de la llamada Cuarta Transformación coinciden en que la militarización puede ser contraproducente, ya que, dicen, puede fomentar la violación de derechos humanos y condicionar algunos de los principios de la democracia.

Guadalupe Correa-Cabrera es experta en el tema: ha investigado durante décadas las causas de la violencia en México, las políticas de seguridad de los gobiernos y la creación de grupos paramilitares, que considera uno de los principales efectos de la militarización.

La investigadora de la profesora de la Universidad George Mason, en Estados Unidos, recuerda en entrevista con BBC Mundo que la militarización no empezó con el gobierno de AMLO, pero sí se profundizó.

Lo que sigue es una síntesis de la conversación con la politóloga mexicana.

¿De qué hablamos cuando hablamos de militarización?

Es un proceso que empieza formalmente a finales de 2006, después de un proceso electoral muy complejo, porque se puso en duda el resultado electoral.

Y quien finalmente ganó, Felipe Calderón, había hecho campaña prometiendo empleos, pero terminó siendo un presidente militarista, con traje militar incluso, por cuenta de la llamada guerra contra las drogas.

A partir de ese momento, México nunca volvió a ser el mismo país. Porque más que una guerra contra el narco, se desplegó una guerra contra el pueblo.

Si tú dispones al ejército a hacer operaciones no convencionales de seguridad interior, estás creando un enemigo interno.

¿Cómo se llega al momento actual? ¿Acaso el proyecto de AMLO es una continuación del modelo de Calderón que tanto criticó desde la oposición?

No solo es una continuación: es una profundización, una extensión.

Desde la Revolución Mexicana el ejército estuvo en los cuarteles por mucho tiempo, pero por el tema de las drogas ha ido saliendo hasta que se llegó a que durante el gobierno de AMLO, no solo los militares están encargados de la seguridad interior, sino de otras cosas de gestión estatal.

Muchos de los personajes que hoy encabezan el gobierno de la Cuarta Transformación eran críticos acérrimos de la política de Calderón, sobre todo del uso de los militares, y hoy están avalando una institucionalización de la utilización de las Fuerzas Armadas para la seguridad pública.

La cual, además, es de manera indefinida: no se está planteando como una situación de emergencia, como fue con Calderón, sino algo estructural, constitucional incluso.

Ya habría querido Calderón centralizar su política como lo están haciendo hoy.

Hoy la presidenta Sheinbaum tiene el poder político, el judicial, el legislativo y el militar. Y eso nos hace pensar que vamos a un sistema de partido único, como ocurrió durante del Partido Revolucionario Institucional (que gobernó a México por 70 años).

Pero el proyecto de Morena es eminentemente democrático. Sheinbaum ganó cómodamente. Tiene alta aprobación. México no es un régimen militar.

Claro, democráticamente se decidió comenzar un esquema que puede derivar en autoritarismo. Está claro que la militarización se está dando con el aval de las mayorías.

Pero el espacio para un sistema de partido hegemónico se está creando. Pareciera que vamos a una reedición del modelo del PRI.

¿Cuáles son las consecuencias de la militarización?

Primero, la violación de derechos humanos derivados de un entrenamiento y lógica de operación de guerra para tratar temas como la migración, por ejemplo. Los militares no preguntan, sino disparan.

En segundo lugar, están las desapariciones forzadas, que han involucrado la participación de elementos de las Fuerzas Armadas.

Tercero, una consecuencia hipotética sobre la democracia: la militarización les da a los militares la capacidad de organizarse para ponerse en contra del gobierno de turno. Cuando los militares tienen tanto poder, tienen mayor capacidad de incurrir en política, de reprimir y de restringir a los movimientos sociales.

Y claro, el mismo gobierno de turno puede utilizarlos para su interés particular, político, de contener movimientos disidentes que no les gusten.

¿La crítica situación de seguridad en México no justifica el apoyo de los militares?

Yo no niego que el origen del uso de los militares, como parte de una estrategia recursiva para responder a una emergencia, tenga algún sentido.

Lo que pasa es que eso se desbordó. Se declaró una guerra contra las drogas y el resultado fue el surgimiento de múltiples grupos criminales paramilitares que siguieron el modelo de Los Zetas. Eso no contribuyó a resolver el problema, sino muy al contrario.

¿Pero no era necesario usar a las Fuerzas Armadas para contener al narco?

Era importante acabar con grupos que usaban armamento de alto calibre y controlaban territorios amplios. Ese modelo narco-paramilitar se extendió mucho.

Era una situación muy complicada para la gente, para empresarios, para políticos. Y muchos de los policías y los militares estaban involucrados en la red criminal. Y para eso claro que se requería, digamos, una respuesta fuerte.

Pero tenía que ser enfocada, estratégica, metódica. Responder fuerte no es lo mismo que desplegar a los militares por todo el territorio.

Parece que la militarización parte de un principio pragmático de que es lo único que funciona. Ahora bien: ¿funciona?

Pues no. En realidad, cada vez están las cosas peor. Y, desafortunadamente, cada vez necesitas más militares, cada vez necesitas más presupuesto, cada vez necesitas comprar más armamento.

Si lo tomas en número absolutos, el sexenio de AMLO tuvo más homicidios que cualquiera de los anteriores.

Entonces no ha servido, y se va a seguir extendiendo. Es un círculo vicioso que no tiene fin porque más y más grupos se están sumando a la red criminal, y al ver que los militares entran en la escena, y que estos grupos son declarados enemigos de Estado, se arman más y se vuelven más fuertes.

Es decir: la militarización, en lugar de resolver la violencia, la exacerba.

Y a eso súmale las deserciones en el ejército y en las policías de personas que se adhieren a los grupos criminales. Estamos ante la paramilitarización criminal de México.

Con la militarización, la inseguridad se volvió una guerra que no puede ser ganada y se reproduce a sí misma.

¿Por qué es tan importante que la policía sea civil y el ejército militar?

Ni siquiera es que sea importante: es que son sus funciones.

En otros países hay policías de corte militar, desde la Gendarmería francesa hasta la Policía Militar colombiana.

Pero, en todo caso, son dos cosas distintas porque tienen funciones distintas: la policía está encargada de poner orden, de que la comunidad esté en paz, mientras que las Fuerzas Armadas están para defender la soberanía y el territorio de agentes externos.

Y por eso tienen armamento y entrenamiento y doctrinas distintos.

Tú no puedes tratar a un delincuente civil como si fuera un enemigo externo, porque es como si le estuvieras haciendo la guerra a tu propio pueblo: a transportistas, campesinos, vendedores que, claro, están haciendo cosas ilegales al colaborar con el narco, pero que en todo caso no son los enemigos del Estado, son parte de la comunidad.

La lógica de las Fuerzas Armadas se invierte cuando las usas para seguridad interna. Con la militarización le estás declarando la guerra tu propio pueblo.

¿Por qué la militarización no fue un tema recurrente de la campaña electoral que ganó Sheinbaum? ¿Acaso es algo que no les preocupa a los mexicanos?

Es complejo, son muchas cosas. La situación de seguridad es grave y la gente, con razón, está desesperada. La corrupción en las policías es enorme. Muchos sí ven esto como la única solución.

Pero el gobierno falló, AMLO le falló a su pueblo, al no pensar en una alternativa para recuperar a las policías y para evitar la reproducción de esta guerra.

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