Con las reformas recientemente aprobadas por el Congreso mexicano, que otorgan nuevas atribuciones a la Consejera Presidenta del INE, Guadalupe Taddei, se abre una ventana de oportunidad para redefinir la dinámica de trabajo en este organismo crucial para la democracia en México. Este es el momento de dejar atrás los intereses personales que han predominado entre algunas consejeras y consejeros, y de avanzar hacia una era de colaboración en la que el interés superior de México esté en el centro de todas las decisiones.

Ese es el espíritu detrás de las reformas al artículo 45 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LEGIPE), donde se subraya la responsabilidad única de la Consejera Presidenta en garantizar la unidad y cohesión del Instituto. En este sentido, Taddei no es solo una figura más dentro del Consejo General; su papel es esencial para evitar que la fragmentación y los cotos de poder entorpezcan el funcionamiento del INE.

Las reformas le permiten la toma de decisiones administrativas de manera más ágil, promoviendo un entorno donde las áreas del Instituto no operen en silos, sino que trabajen de forma coordinada y eficiente.

Sin embargo, para que esta transformación sea efectiva, es vital que todos los miembros del Consejo General se comprometan a dejar de lado sus intereses personales. La historia reciente del INE ha mostrado cómo la falta de consenso y las rivalidades internas han obstaculizado la capacidad del Instituto para cumplir a cabalidad con su misión. Esta nueva etapa debe ser marcada por un esfuerzo colectivo, donde la buena marcha de la institución y, por ende, de la democracia mexicana, prevalezca sobre cualquier interés particular.

Es crucial que se entienda que la reforma no afecta la esencia colegiada del Consejo General, que sigue siendo el organismo responsable de garantizar la legalidad, la imparcialidad y la transparencia en los procesos electorales. Las nuevas atribuciones de Guadalupe Taddei refuerzan su capacidad para dirigir el INE en el ámbito administrativo interno, pero el Consejo General debe mantener su rol deliberativo y colegiado en las decisiones que afectan a la democracia mexicana.

No resulta exagerado destacar que, en el actual contexto que vive México, el destino del INE está en juego. En esta encrucijada, su consolidación o posible desaparición, disfrazada de transformación, depende de la disposición de sus consejeros y consejeras para anteponer el interés superior de México a sus agendas individuales.  Por ello, es imperativo que el INE, como organismo autónomo, funcione con una visión clara y unificada, donde la colaboración y el respeto mutuo sean la norma, no la excepción.

El liderazgo de Guadalupe Taddei, fortalecido por las reformas, tiene el potencial de fomentar un clima de cooperación y confianza entre todos los funcionarios del Instituto. Este es un llamado a la acción para que todas y todos, en el Consejo General, asuman la responsabilidad de contribuir a un INE más eficiente y moderno, que responda a las necesidades de una ciudadanía cada vez más exigente.

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