Es un suceso doloroso que a nadie le importa. O, para ser más precisos, a pocos. Desde luego a los involucrados directos, es decir, los venezolanos que viven en ese país o los más de siete millones que han emigrado. También a los gobiernos que tienen diversos tipos de intereses, unos económicos, otros por detener el flujo de la migración venezolana a sus países, por ejemplo.

Hay quienes, por supuesto, demuestran preocupación por la consolidación de un régimen dictatorial, en un país que solía ser una democracia imperfecta, y el empobrecimiento que ha estado aparejado a este proceso. Pero es una tragedia que no le quita el sueño a la gran mayoría de la humanidad, incluyendo a los mexicanos.

Pocos son los dispuestos a movilizarse para hacer algo en contra de la consolidación de la dictadura en Venezuela. A propósito, utilizo la palabra “consolidación” porque esta historia comenzó hace 25 años cuando, en una elección democrática en 1999, Hugo Chávez ganó la Presidencia en ese país.

Populista de libro de texto, Chávez fue desmantelando las instituciones democráticas para consolidar su proyecto de “Revolución Bolivariana”.

Hay que reconocer que este líder era muy popular gracias a su carisma y la repartición de mucho dinero que le permitieron los altos precios del petróleo. Pero Chávez murió en 2013 víctima de cáncer. A la presidencia entró el vicepresidente Nicolás Maduro, quien no ha abandonado ese puesto desde entonces.

Estos años, Maduro se ha dedicado a traspasarle más y más privilegios y prebendas a los militares, quienes son los que hoy gobiernan a Venezuela. Son los grandes beneficiarios de la Revolución de Chávez. Y, obvio, no quieren perder este poder, aunque la ciudadanía haya votado masivamente en contra de la permanencia de Maduro en la presidencia en las pasadas elecciones del 28 de julio.

Los comicios fueron una vergüenza. La dictadura venezolana le prohibió a la líder de la oposición, María Corina Machado, participar en las elecciones. El aparato estatal se volcó con todo su poder para apoyar al régimen que, entre otras cosas, controlaba a las autoridades electorales.

Con todo, la oposición ganó.

Y me atrevo a decir esto porque ahí están las actas que recopilaron los opositores el día de las elecciones. Visite usted resultadosconvzla.com y ahí las encontrará digitalizadas. Con 81% de las actas que consiguieron, el candidato opositor Edmundo González Urrutia obtuvo 67% de los votos frente a 30% de Maduro.

Estos resultados son compatibles con el exit poll de Edison Research, los herederos del inventor de las encuestas de salida, Warren Mitofsky, que le dieron 65% a González y 31% a Maduro.

No obstante, sin ninguna acta presentada hasta hoy, el Consejo Nacional Electoral (presidido por un individuo con nombre de novela de García MárquezElvis Amoroso) le otorgó la victoria a Maduro, para un tercer mandato, con 51% frente a 44% de González.

Se consumó, así, el fraude electoral.

Hubo manifestaciones de la oposición, pero rápidamente el régimen se endureció y comenzó la represión. Cientos de personas fueron detenidas. Quedó claro que los militares, los que verdaderamente ostentan el poder en Venezuela, no permitirían la transición a un gobierno opositor.

Algunos gobiernos apoyaron la reelección fraudulenta de Maduro: Cuba, Rusia, China, Nicaragua y Bolivia. Otros expresaron su rechazo a los resultados electorales: Estados Unidos, Uruguay, Argentina, Ecuador, Guatemala y Chile. Finalmente, los gobiernos de México, Brasil y Colombia que, pese a la publicación de las actas por parte de la oposición y la carencia de actas del lado de las autoridades electorales controladas por el régimen, han solicitado una “verificación imparcial” de los comicios con el fin de evitar la violencia.

Como bien dice Jorge G. CastañedaMaduro le está dando atole con el dedo a estos tres países (“arepas con el dedo”, las denomina él). El dictador le está apostando a que pase el tiempo, a que todo mundo se olvide de Venezuela “y la represión surta efecto en el seno de la oposición, o le dé tiempo para falsificar las actas, reto que parece no poder superar ni siquiera con semanas o meses de trabajo”.

Las tácticas dilatorias le han servido en el pasado al régimen autoritario de Venezuela.

“El dictador sigue allí, el tiempo transcurre, y la oposición se desgasta y se atemoriza, con toda razón”, concluye Castañeda. Hacia allá va Venezuela. Una desgracia que le vale un pepino a la gran mayoría del mundo, pero seguirá expulsando a millones de venezolanos al exilio.

X: @leozuckermann

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