- El sexenio cierra con récords en deuda y déficit públicos.
- La desaceleración económica complica la mejoría y sanidad en las finanzas.
- Se requieren medidas urgentes y asertivas si se quiere cumplir con las promesas de campaña.
A medida que avanza el 2024 y termina el sexenio, México enfrenta una complejidad creciente en el sostenimiento de las finanzas públicas. Si bien se registran mayores ingresos tributarios, el déficit presupuestario y la deuda pública se han incrementado a ritmos superiores, aunado a la falta de crecimiento del PIB con sólo 1.4 % en el primer semestre, un ritmo considerablemente más bajo de lo que las expectativas asumían. Esta desaceleración implica desafíos subyacentes en la estructura económica del país, a pesar del alto gasto público social y en infraestructura, el cual no ha redituado. Lo anterior obliga a redoblar esfuerzos, ortodoxos y heterodoxos, para estimular la economía, y poder mejorar el deteriorado perfil de las finanzas gubernamentales.
«El deterioro financiero de gobierno no tiene salidas fáciles.»
El déficit presupuestario al primer semestre se ha ampliado en 68% en términos reales respecto de un año antes, pasando de 422 mil millones pesos a 744 mil millones de pesos, significando el mayor déficit presupuestario registrado en un segundo trimestre en las últimas dos décadas. Un indicativo claro de que los ingresos tributarios, si bien han aumentado un 5.3% anual en términos reales, no han sido suficientes para cubrir el incremento del gasto público que ha incrementado 12.1%. El aumento en los ingresos se ve opacado por los gastos que continúan escalando, particularmente en sectores clave como infraestructura y bienestar social, que deberían ser vitales para el desarrollo a largo plazo pero que actualmente su única claridad es que contribuyen al peso de la deuda.
Por su parte, el incremento en los Requerimientos Financieros del Sector Público (RFSP) en este semestre aumentan la presión ejercida sobre las finanzas públicas, y continúan demostrando la complicada posición en la que se encuentra el gobierno entrante. Los RFSP alcanzaron un monto de 821 mil millones de pesos en el primer semestre de 2024, un crecimiento respecto del mismo periodo de 2023 del 51% en términos reales.
La deuda acumulada representada en el Saldo Histórico de los Requerimientos Financieros del Sector Público (SHRFSP) ha alcanzado, en la primera mitad del año, un monto de 16 billones 30 mil 700.7 millones de pesos que representa el 47.2% del PIB, reflejando un aumento de 8.9% sobre el año anterior, evidenciando una gestión de la deuda bajo creciente presión. Este nivel de endeudamiento subraya la urgencia de instrumentar el próximo año, primero de la nueva administración federal, políticas que no sólo contengan sino también reviertan esta tendencia orientándose hacia una sostenibilidad fiscal más firme y sana.
En el horizonte financiero de México, los próximos cinco años presentan un reto significativo en términos de gestión del financiamiento del pago de la deuda pública. Según la SHCP, entre 2025 y 2029, México enfrentará vencimientos de deuda que superan los 7 billones de pesos, representando aproximadamente el 41% del SHRFSP esperado para final de año, que representa un monto de 17 billones al cierre del 2024.
Ante este panorama, el gobierno electo requiere continuar fortaleciendo las políticas de recaudación fiscal y optimizar el gasto público, reducir el déficit y la deuda a niveles que no comprometan la salud financiera, especialmente ante el ahora reto de cumplir los compromisos pendientes que la administración por concluir deja. Las reformas propuestas deberán ser profundas y considerar no sólo el panorama económico actual sino también las proyecciones futuras, con un enfoque en políticas que promuevan un crecimiento económico inclusivo y sostenible que apuntale los ingresos fiscales y permita reducir la dependencia de la deuda, ello si se quiere hacer realidad las promesas que tan alegremente se hicieron.
La dinámica económica del siglo XXI obliga a tomar decisiones en menor tiempo, considerando un mayor número de variables. Este proceso integral demanda a sectores, empresas e instituciones adaptarse a los cambios del corto y largo plazo, comprender la integración a las cadenas locales y globales de valor y, con ello, generar los retornos hacia el mercado.