La violencia es milenaria, pero no insuperable. Konrad Lorenz (Sobre la agresión: el pretendido mal) cree lo contrario, que la agresión es inseparable del mundo animal, al cual pertenece la especie humana. Pero la evolución no es uniforme en todas las especies. Los elefantes han llegado a desarrollar sentimientos de duelo por la muerte de uno de los suyos. El lobo ha llegado a ser el mejor amigo del hombre. El hombre pasó de la evolución biológica a la histórica.

Históricamente, la violencia humana ha ido perdiendo prestigio. Ejemplo mínimo: «La letra con sangre entra» fue una máxima pedagógica respetable, y dejó de serlo. Ejemplo máximo: la guerra, que hasta principios del siglo XX tenía el prestigio de lo heroico y glorioso, se desprestigió con las nada heroicas armas químicas y atómicas, y con la violación del tabú: «No matarás a la población civil».

La violencia tuvo prestigio y lo ha ido perdiendo, porque es una regresión al mundo animal y a los espectáculos crueles como diversión. El festejo romano de la violencia gladiatoria fue política oficial (dar al pueblo «pan y circo»), hasta que se volvió inaceptable.

No ha desaparecido el trato abusivo a los hijos, los menores, las mujeres, los subordinados, los inmigrantes, los vencidos. Pero ya no es fácil encontrar leyes que lo autoricen.

El progreso moral es un hecho histórico. Hay que favorecerlo. Es fácil o difícil, según el tipo de violencia.

1. La violencia contra mujeres y menores es abominable, pero su carácter íntimo dificulta la intervención. La iniciativa tiene que partir de las víctimas. Preventivamente, lo ideal sería educar a las jóvenes en una actitud de «tolerancia cero»: al primer golpe, se acaba la relación. Una vez que la víctima acepta convivir con un cobarde prepotente, la tolerancia se vuelve complicidad. No queda más salida que escapar con los hijos, si éstos no escapan antes a la calle. Hacen falta refugios transitorios para mujeres y niños. Y en los casos de infanticidio o feminicidio, facilitar legalmente la intervención de los deudos para que denuncien y presionen por el castigo. También hay que ridiculizar la prepotencia y el machismo.

En la tradición de que sólo el Estado tiene derecho a matar, la víctima es un daño colateral, por lo general desatendido, puesto que la verdadera «víctima» es el Estado.

2. La delincuencia organizada es otro caso difícil, por una razón distinta: porque se parece mucho al Estado. Tiene éxito al imponer el monopolio de la violencia en un territorio, que considera suyo y disputa con los entrometidos. Tiene quizá 175,000 personas ocupadas en México (Science, 21 Sep. 2023). No es fácil enfrentar ese ejército, que ya está en casa. Hay que combatir legalmente a sus proveedores de armas y vigilar las aduanas. Hay que concentrarse en los municipios más fácilmente recuperables del control narco.

3. Lo más fácil de todo es quitarles el control de las prisiones federales. Son focos de violencia, injusticia, inseguridad, asaltos, golpizas, robos, extorsiones, torturas, violaciones, asesinatos, motines y fugas. Pero ocupan un territorio mínimo, cerrado y fácilmente controlable. Transitoriamente, deberían quedar a cargo de la Guardia Nacional. Una vez saneadas, las entregaría a Gobernación, sin llevarse al personal que tomó el control: volviéndolo civil. Con cárceles dignas de un Estado de derecho, habría una buena base en la lucha contra la violencia. Además, destruiría la industria de la extorsión telefónica, que opera desde las cárceles.

4. El alumbrado público, las cámaras de seguridad y las patrullas han demostrado su eficacia para reducir el crimen en las calles. El recurso preventivo fundamental es el alumbrado. Aprovechándolo, las cámaras permiten pasar de la prevención a la intervención, cuando la violencia se produzca, avisando a las patrullas. Hace falta, además, una estrategia conjunta de las acciones federales, estatales y municipales contra la delincuencia.

5. Garantizar la seguridad de la población no es uno de los servicios del Estado, es su razón de ser. Si no hay seguridad, no hay Estado.

Según el Fragile States Index 2024, Noruega es el Estado menos frágil del mundo (lugar 179), Somalia es el más (lugar 1). México ocupa el lugar 83, el punto medio entre los Estados fallidos y los Estados fuertes.

 

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