- En el último tramo del sexenio actual, los resultados económicos están exhibiendo una debilidad preocupante.
- El tipo de cambio está regresando a los niveles históricos, lo que temporalmente ejercerá presiones sobre lo precios.
- El alto déficit público y el agotamiento de los ahorros serán un tercer desafío para la nueva administración federal.
A menos de dos meses de que termine el sexenio actual e inicie su continuación autollamada «segundo piso», se están presentando una serie de resultados económicos que no auguran un buen comienzo para el próximo gobierno. Ciertamente en distintas materias se están dejando déficits e incumplimientos, pero sobre todo desafíos que habrán de ser resueltos si se quiere corresponder y seguir recibiendo el abrumador apoyo que recibieron en las urnas el pasado 2 de junio.
Si bien el presente comentario se refiere al último año de gobierno, no podemos soslayar que este sexenio será recordado por el pésimo manejo de la pandemia, la destrucción del sistema de salud, un amorfo sistema educativo, corrupción persistente, desatención a los graves y crecientes problemas climáticos y una galopante inseguridad. En el otro lado de la moneda, inversiones con capacidad de detonar el crecimiento de regiones otrora olvidadas como el sur sureste; la significativa mejoría en los ingresos salariales de los trabajadores más vulnerables y la reducción, al menos en el aspecto monetario, de un importante grupo de personas que se encontraban en estado de pobreza moderada.
«La economía cierra mal y pone en riesgo el inicio de la nueva administración.»
Ahora bien, el último año de gobierno se están disparando alarmas por el desempeño en materia económica. Recientemente el INEGI dio a conocer la estimación oportuna del PIB en el segundo trimestre de 2024, el cual señala un magro incremento del 1.1% anual, frente a un registro de 3.5% de crecimiento de un año antes. Esta situación es una clara señal de debilidad de la economía que no ha podido revertir el efecto negativo de la decadente demanda externa, a la vez que las inversiones, tanto públicas como privadas en infraestructura que se concretaron el año pasado, no han resultado lo productivas que se esperaba.
Así mismo, llama la atención que en el segundo trimestre las actividades primarias hayan sido las que estén influyendo en el disminuido crecimiento, lo que es indicador de las severas afectaciones por las sequías, el escaso apoyo al campo que se combina con la falta de inversión en infraestructura hídrica, así como la inocultable crisis de inseguridad que el crimen organizado a través de la extorsión está imponiendo.
Adicionalmente, habría que incluir el sostenimiento por parte del Banco de México de la política monetaria restrictiva que mantiene altas las tasas de interés, provocando el bajo crecimiento, contrastando con la inflación que sigue creciendo impulsada por los precios de los productos agrícolas, los cuales se están incrementando por las razones que hemos señalado. Ante ello, las perspectivas que se han venido formulando respecto del crecimiento del PIB para 2024 han venido cambiando significativamente de dirección tendiendo hacia un crecimiento menor al 1.6% y que está contagiando el desempeño de 2025, en la más reciente encuesta de especialistas del Banco central se ubican en 1.59% para ese año.
Otro de los indicadores que el último tramo del gobierno está llamando la atención es la paridad cambiaria con el dólar americano, luego de períodos de relativa fortaleza con cotizaciones que rondaban los 16 pesos por dólar, después de las elecciones y ante la lectura de lo que podría significar la obtención de las mayorías calificadas en el congreso, el peso se ha venido debilitando, subiendo a niveles por arriba de 18 pesos e incluso la semana pasada sobrepasó los 19 pesos por dólar. Esta situación además de repercutir en las cuentas externas señala presiones inflacionarias, de entrada, por los productos importados, pero también por las expectativas que se generan.
La semana pasada la Secretaría de Hacienda dio a conocer el informe al segundo trimestre de la situación de las finanzas públicas, más allá del optimista planteamiento de que la creciente deuda no sobre pasa el 50% del PIB lo que la hace manejable y que el déficit público del 5.9% del producto con que cerrará el año, se verá reducido gracias a un supuesto buen manejo de la austeridad, la realidad muestra que en el último año de gobierno se tuvo que recurrir al endeudamiento, debido a que se agotaron los ahorros de los que se echó mano.
Así pues, el cierre del sexenio muestra serias debilidades y las consecuencias de la deficiente política económica implementada, el riesgo es que la nueva administración arranca con una economía mermada y el entorno económico internacional complicado. Ya habíamos superado las crisis sexenales, pero parece que tendremos que vivir muy pronto un nuevo episodio.