Durante la Colonia, los españoles trajeron una mezcla de creencias religiosas y supersticiones medievales. Estos elementos se fusionaron con las prácticas prehispánicas, creando un sincretismo particular, con tensiones sociales muy marcadas: los indígenas interpretaron la llegada de los conquistadores como un presagio apocalíptico, influenciado por la creencia en el regreso de Quetzalcóatl. En México la influencia de estas supersticiones ha perdurado a lo largo de los siglos. Paralelamente, el sincretismo es evidente en la veneración de diversas figuras religiosas, que mezclan elementos de dos o más culturas. Este sincretismo refleja una adaptación cultural y una resistencia frente a la imposición de nuevas creencias.
En el medioevo europeo las supersticiones eran parte de la vida diaria. El uso de mandrágoras, sangrías, ventosas y talismanes, aunado a los amuletos y pócimas milagrosas, forjaron creencias en la magia, la hechicería y hasta en las brujas, bajo un clima de miedo y denuncias, y no pocas ejecuciones públicas.
En la sociedad mexicana contemporánea, las supersticiones siguen siendo relevantes, ya sea a través de la veneración de santos de toda índole, el uso de amuletos o la interpretación de fenómenos naturales como señales divinas. Otras costumbres llegan a ser familiares. Clavar cuchillos en el jardín para evitar la lluvia, hacer «limpias» con huevos y sahumerios, asumir que romper un espejo traerá mala fortuna durante siete años, tocar madera y otras tantas. No se trata nada más de anacronismos, son una respuesta adaptativa a los desafíos actuales. La inédita condena a Poseidón es un recordatorio de lo influenciable que es la mente humana, especialmente cuando se trata de proporcionar consuelo y sentido en tiempos de crisis.
Aunque irracionales, las supersticiones cumplen una función psicológica y social importante. También pueden tener un impacto profundo y negativo, desde limitar el pensamiento crítico hasta fomentar el miedo y la desconfianza. Es crucial que las sociedades promuevan la educación, la ciencia y el razonamiento lógico, ayudando a las personas a superar las limitaciones impuestas por las creencias supersticiosas y a enfrentar los desafíos de manera racional y efectiva, sin asumir una batalla que ofenda las legítimas creencias que no compartimos.
Más allá de los efectos del cambio climático, las supersticiones hablan de un México tribal y mágico. Somos el país donde, durante la pandemia, el Presidente sugirió usar la figura religiosa llamada popularmente «detente» para prevenir los contagios del Covid-19. Mediáticamente fue un éxito, científicamente un fiasco.
No es superstición: México es el país que alimenta al surrealismo.
@eduardo_caccia