- Durante el sexenio mejoró significativamente el salario mínimo y los salarios contractuales.
- Sin embargo, no se generaron los empleos formales suficientes para absorber la demanda creciente.
- La baja productividad laboral continúa siendo el factor determinante para lograr avances sostenibles.
El sexenio que está por terminar, y cuya política económica seguirá rigiendo dado el mandato popular, está lleno de contrastes en lo que respecta a avances y retrocesos, como lo hemos venido evidenciando. Uno de los más controversiales se ubica en el mercado laboral. Durante el periodo de 2018-2024, destaca el aumento en el salario mínimo, el cual se duplicó e impulsó a los salarios contractuales, así como las mejoras en las condiciones laborales, como el aumento de las vacaciones y las reformas respecto al outsourcing y las pensiones. Sin embargo, durante el mismo período, la productividad laboral continuó su ritmo de reducción, lo que hace insostenible la continuidad de este tipo de políticas.
Entre 2018 y 2024 se generaron 2.49 millones de puestos de trabajo nuevos registrados en el IMSS, lo que representa un crecimiento de 12%. Este resultado es ligeramente superior al de otros sexenios, excepto por el periodo 2012-2018, en el que se crearon 4.02 millones. Sin embargo, el ritmo de generación promedio fue de apenas 35 mil empleos mensuales, cuando se requiere crear al menos 100 mil empleos nuevos cada mes para que los jóvenes que ingresan a la Población Económicamente Activa (PEA) se incorporen al mercado. De esta forma, se reduciría la informalidad y el desempleo, una meta que no se ha logrado y permanece pendiente.
En este contexto, durante el sexenio la población económicamente activa creció en 5.08 millones de personas, pasando de 60.0% a 60.3% de la población de 15 años y más. Como indicamos, esto no fue cubierto en su totalidad con la creación de nuevos puestos de trabajo formales, por lo que muchos tuvieron que ocuparse en otros segmentos del mercado. Esto llevó a que la tasa de desocupación bajara de 3.37% en el primer trimestre de 2019 a 2.54% en el mismo trimestre de 2024, marcando un récord histórico desde que se genera este indicador. Ciertamente, la informalidad absorbió la demanda de puestos de trabajo.
Respecto a las condiciones salariales, durante el sexenio el salario base de cotización (SBC) promedio del IMSS se incrementó 22.3% real. Entre los factores que pueden explicar esta mejoría se encuentran las disposiciones del T-MEC respecto a igualar salarios en el sector automotriz; la mejoría salarial en sectores manufactureros, especialmente los que reciben inversión extranjera, y de manera destacada el aumento del salario mínimo impulsado por el gobierno.
Los salarios mínimos crecieron 110% real entre 2018 y 2024, beneficiando en sus ingresos laborales a unos 9 millones de personas, lo que representa 40% de los trabajadores registrados en el IMSS, según indica la Conasami. Este fenómeno impulsó, como indicamos, a los demás salarios de cotización.
Es importante resaltar que los aumentos salariales han sido absorbidos por las empresas y no se han visto compensados con aumentos en la productividad. Durante el sexenio, la productividad laboral basada en personas ocupadas cayó 8.4% y, con base en horas trabajadas, 7.0%, según el Inegi. Este es un problema que incluso podría afectar la sostenibilidad del ritmo de aumento que se pretende dar al salario, ante las posibles repercusiones en la inflación.
Los avances en el mercado laboral durante este sexenio, en particular los referidos a las condiciones salariales y las prestaciones, han beneficiado a un grupo importante de la población, especialmente en los niveles de ingreso bajo. Empero, al no verse acompañados por mejorías en la productividad, las empresas empezarán a resentir la carga que ello representa, especialmente las Pymes.
El nuevo gobierno ha prometido que los salarios mínimos continuarán avanzando al mismo ritmo, es decir, duplicarse durante el sexenio. Sin embargo, para que esto sea posible, se requiere ampliar también los alcances de la política económica con acciones de mejora en la productividad y la competitividad, especialmente de las Pymes, y el fortalecimiento de cadenas productivas y de proveeduría. En pocas palabras, sin una política industrial no será sostenible la política laboral.
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