Hay un contrapeso que Morena no podrá desaparecer: los mercados.

Podrán tener mayoría calificada en ambas cámaras del Congreso, podrán reformar la Constitución para quedarse con un Poder Judicial a modo, podrán eliminar los órganos autónomos del Estado y podrán extender la hegemonía territorial en los gobiernos locales, pero no podrán controlar, nunca, cómo los agentes privados invierten su dinero.

A los mercados no les gustaron los resultados de la elección del domingo.

Tenían descontado el triunfo de Sheinbaum por un amplio margen como demostraban las encuestas. Sin embargo, esperaban que la nueva Presidenta contara con mayoría simple en ambas Cámaras, no calificada, como tendrá gracias al tsunami guinda del domingo.

La concentración del poder, el famoso plan C, que se hizo realidad gracias al voto ciudadano, genera incertidumbre a los inversionistas. El Estado de derecho peligra cuando un presidente puede cambiar a su antojo la Constitución. No hay nadie quien lo pare. Los contrapesos desaparecen. Si un día se levanta con las ganas de quitarle la autonomía al Banco de México, les ordena a los legisladores que reformen la Carta Magna para así hacerlo; la Suprema Corte de Justicia, también controlada por el Presidente, ya no tiene peso alguno para detener el acto de autoridad.

Con la concentración de poder se incrementa la incertidumbre jurídica y eso eleva el riesgo de invertir en un país. Los mercados son implacables. Sí, están dispuestos a meter su dinero, pero exigen rendimientos más altos. De lo contrario, tan sencillo como apretar unas teclas y enviar el dinero a otros destinos que ofrezcan mayor certidumbre jurídica o mejores rendimientos.

En el corto plazo, los mercados están preocupados por “la ventana de septiembre”. La nueva Legislatura tomará posesión el primero de ese mes y convivirá con el actual Presidente durante un mes, ya que Sheinbaum sustituirá a López Obrador hasta el primero de octubre.

AMLO podrá utilizar ese mes para ordenarle a los legisladores oficialistas que aprueben todo tipo de reformas constitucionales. Ya anunció que va por la del Poder Judicial, que incluye la elección popular de los ministros de la Suprema Corte.

Otro de sus sueños, lo sabemos, es modificar el marco normativo de la industria eléctrica, que no pudo hacer durante la segunda parte de su sexenio porque no tenía los votos en el Congreso. Bueno, pues ahora contará con ellos por un mes. ¿Aprovechará para hacer realidad su sueño?

Durante la ventana de septiembre, AMLO no tendrá límite alguno para hacer lo que quiera. Podría incrementar los impuestos. Podría expropiar industrias enteras. Podría…

No quiero alarmar ni exagerar. Simplemente argumentar que, una vez desaparecidos los contrapesos tradicionales al poder presidencial, lo que queda es la autocontención del gobernante para no hacer locuras. Puede que AMLO la tenga. Puede que no. Y lo mismo Claudia cuando tome posesión.

A los mercados les disgusta depender de los humores de los gobernantes. Prefieren las reglas estables y definidas. Si se diluye el Estado de derecho piden un rendimiento mayor, dejan de invertir o, incluso, se llevan su dinero a otros destinos.

Es lo que pasó el lunes. Muchos inversionistas vendieron sus acciones en empresas mexicanas y, por eso, la bolsa de valores cayó 6 por ciento. Otros vendieron pesos para comprar divisas extranjeras y, por eso, la moneda local se depreció 3 por ciento.

No son caídas brutales, pero representan un recibimiento frío para una candidata que acababa de arrasar en las urnas. Ningún gobernante quiere comenzar su sexenio remando a contracorriente con el rechazo del implacable contrapeso de los mercados.

Claudia entendió que había que enviar señales para darle confianza a los inversionistas y evitar una hemorragia que pusiera en peligro la estabilidad macroeconómica. En menos de 24 horas anunció que Rogelio Ramírez de la O permanecerá como secretario de Hacienda el próximo sexenio por tiempo indefinido. Con un escueto comunicado el día de ayer, Ramírez de la O calmó temporalmente los mercados. El martes, la bolsa subió un poco y el peso no se depreció más.

Sin embargo, el fondo del problema seguirá presente. Sí, Ramírez de la O puede darles confianza a los mercados. Sí, la nueva Presidenta puede prometer que no hará locuras. Pero la estabilidad macroeconómica no debería depender de un individuo, sino de su Estado de derecho. Y éste sufrió un duro golpe cuando el electorado le dio el poder al Presidente de reformar la Constitución a su antojo, poder que ya anunció López Obrador que utilizará para eliminar la independencia del Poder Judicial.

El lunes, los mercados hablaron y enseñaron su músculo como implacable contrapeso. El primer acto de la virtual Presidenta electa fue correr a calmarlos.

 

X: @leozuckermann

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