No ha tomado posesión la nueva Presidenta y ya estamos viendo la utilización de la política de manera errónea. No para beneficiar al país, sino para concentrar el poder y satisfacer el ánimo vengativo del presidente López Obrador. Porque no hay otra manera de entender la reforma al Poder Judicial sino con esos dos objetivos.
En lugar de aprovechar el gran poder y legitimidad que logró Morena en las urnas para, por ejemplo, hacer una reforma fiscal que arregle de tajo el problema estructural de la baja recaudación tributaria, el primer año de Claudia Sheinbaum se utilizará en la aprobación y ejecución de una absurda reforma que incluirá la elección de casi mil quinientos jueces, magistrados y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Amén de la politización de los impartidores de justicia y la futilidad para tener un mejor sistema judicial, la dichosa reforma absorberá una gran cantidad de energía gubernamental en el primer año de gobierno de Claudia Sheinbaum.
El asunto me recuerda a lo sucedido con Vicente Fox en su primer año de gobierno.
Un Presidente que llegó con amplia legitimidad y que, en ese momento, tenía a los priistas muertos de miedo y dispuestos a ayudarle con tal de que no los persiguiera judicialmente. ¿Y qué hizo el guanajuatense?
Gastar toda la energía gubernamental en un ejercicio anodino como fue la Marcha Zapatista y la discusión de la iniciativa de la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa), presentada por el nuevo Presidente como uno de los primeros actos de su mandato.
Y es que Fox, como candidato presidencial, había prometido resolver el problema de Chiapas en quince minutos. Envanecido, llegó al poder creyéndose sus mentiras.
El día que tomó posesión designó a Luis H. Álvarez como comisionado para la Paz en Chiapas. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) lo reconoció como interlocutor y solicitó el retiro de las Fuerzas Armadas de la zona zapatista y el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, que estaban contenidos en la iniciativa que ya había presentado la Cocopa en 1996. Fox aceptó.
El EZLN subió las apuestas y el 3 de diciembre de 2000 anunció una marcha desde Chiapas hasta la Ciudad de México, encabezada por diversos comandantes del grupo revolucionario.
En lugar de aprovechar el momentum para construir cosas de mayor beneficio para el país, el primer año de Fox se fue con la dichosa marcha y la iniciativa de la Cocopa.
Los medios se dieron vuelo. La caravana causó sensación. Al llegar a la Ciudad de México se celebraron conciertos, visitaron las principales universidades y, en un hecho inédito, se les abrió la tribuna de la Cámara de Diputados a sus representantes.
Mientras tanto, el gobierno negociaba con la oposición la iniciativa de la Cocopa presentada por el Presidente. Ni el PAN del propio Fox ni el PRI, principal fuerza opositora en ese momento, estaban de acuerdo con lo ahí propuesto.
El Congreso acabó aprobando una reforma constitucional con muchos cambios que diluyó sustancialmente el proyecto de la Cocopa. El EZLN la desconoció y se regresó a Chiapas. En el fondo, el problema indígena chiapaneco sigue ahí, sin resolverse, aunque han pasado 30 años del levantamiento zapatista.
Hoy, a la distancia, sabemos que Fox se equivocó al dedicarle la energía de su primer año de gobierno a este tema. Fueron puros costos y nada de beneficios.
Algo similar le pude suceder a Claudia. Imposibilitada a enfrentarse a López Obrador, ha tenido que asumir la agenda del actual Presidente como suya. Y AMLO ya ordenó que la reforma al Poder Judicial va. Se aprobará en septiembre, cuando ya haya un nuevo Congreso, pero él siga siendo Presidente.
La implementación del monstruo, porque eso será, le corresponderá a Sheinbaum.
Todo esto en un contexto de una economía desacelerándose y de finanzas públicas estresadas por el gran déficit presupuestal que heredará López Obrador.
Claudia comenzará remando a contracorriente su sexenio.
Se dirá que por culpa de López Obrador. Yo no lo creo. Ella sabía en qué se estaba metiendo. Aceptó el reto de ser Presidenta sabiendo que AMLO no se retiraría fácilmente a su rancho terminando el sexenio. El tabasqueño seguirá gobernando hasta el último día de su mandato. Y con toda probabilidad continuará ejerciendo el poder, porque eso es lo que sabe hacer y le gusta. La responsable de aceptar esta situación es y seguirá siendo Sheinbaum.
Por lo pronto, ya se le complicó mucho el arranque durante su primer año de gobierno. Suerte con ese Miura judicial que le tocará torear a ella.
X: @leozuckermann