El fanático tiene dos armas peligrosas para anestesiar la participación ciudadana: miedo y mentira. Los fanáticos no eligen, adoptan; no creen en las opciones, exigen adhesiones, buscan adictos no electores. En México el problema del fanatismo es más grave porque tenemos un Presidente fanático de sí mismo. Cree en la pureza de su palabra, voluntad, intención y acción. Jamás se equivoca y no tiene error. El Presidente no cree en la diversidad, mucho menos en el reparto del ejercicio del poder político, no confía -por más que invoque a Benito Juárez– en “el respeto al derecho ajeno”. Un fanático no cree en las elecciones, adora las designaciones, porque él ya encarna al pueblo, él ya decidió por el pueblo, él se cree el pueblo.
Un fanático produce odio, lo mismo en un partido de futbol, que en la frontera de Israel y Gaza o Rusia y Ucrania. Desprecia a su vecino por el color de su piel, preferencia religiosa u orientación sexual. Nuestro fanático odia al que piensa distinto. Y me recordó a Carolin Emcke, filósofa alemana, formada en Harvard, quien escribió hace algunos años un pequeño ensayo, “Contra el odio”, de una enorme actualidad, porque dijo que el odio se fabrica, se cultiva, tiene diseñadores y promotores. El odio no titubea, señala, pontifica, manda, “no zigzaguea”, diría López Obrador.
El fanatismo, nos recuerda Emcke al citar la “Enciclopedia” francesa, es “el celo ciego y apasionado que nace de opiniones supersticiosas y lleva a cometer actos ridículos, injustos y crueles; no sólo sin vergüenza ni remordimiento, sino incluso con una suerte de goce y de consuelo”. ¡Franca fotografía de Morena! Son una superstición histórica. Un celo ciego y apasionado por la voz de su líder. Un espectáculo de mediocres ridículos, injustos y crueles. ¿No descabezaron un gallo en el Senado de la República? ¿Acaso no buscaron proteger a una nación de una enfermedad con un “detente” del Sagrado Corazón de Jesús, y antes en castellano, exigieron a España y al Vaticano, pedir perdón por la conquista de hace quinientos años? Superchería miserable con ineficiencia gubernamental. La megafarmacia del Bienestar que surte 2.7 recetas diarias, como lo informó EL UNIVERSAL, los desnuda. ¿Cuántos pasajeros transportará el AIFA? ¿Cuánta gasolina refina Dos Bocas? ¿Cuánto turismo atrae el Tren Maya? ¿Cuánta gasolina compramos a Estados Unidos? ¿Cuánto pagamos de intereses de la deuda externa?. El gobierno de Morena goza y se consuela al gritar sus fracasos.
Para el fanatismo obradorista no existe la pluralidad, la individualidad, la singularidad, ni mucho menos el respeto a la verdad. Quien no entienda la frase del Supremo, “no hay más violencia (sólo) hay más homicidios” de inmediato es considerado “moralmente corrupto”, “desleal”, “infiel”, “infame”, “impío”, etcétera, contra los que se dirige el odio, como alertó Emcke. Y la consigna es aplastarlos, como el tirano nicaragüense Daniel Ortega, desterró y despatrió a sus disidentes. El fanatismo, que no es otra cosa que la intransigencia, intolerancia, obstinación y radicalismo, mata, lo mismo en el futbol, como recreó Ryszard Kapuscinski, en su clásico “La guerra del futbol”, que en un avión secuestrado y estrellado en las torres gemelas de Nueva York en 2001.
Violentan con miedo y mentira para que los mexicanos no salgamos a votar… ¿Mero “trámite” como dice petulante Claudia o facilidades para que decidan los fanatizados?