Dicen que no hay plazo que no se cumpla ni fecha que no se llegue. Así, el próximo domingo 2 de junio habrá de llevarse a cabo la jornada electoral mediante la cual decidiremos quién será la o el próximo presidente de México, senadores, diputados federales, diputados locales, presidentes municipales, síndicos, regidores y gobernadores, en algunos casos.

Todos los días, a toda hora, sin excepción, los ciudadanos renegamos, vociferamos y hasta de la mamá de nuestros gobernantes nos acordamos. La realidad social supera al idealismo gubernamental. La sensación de inseguridad, la incertidumbre económica, el hartazgo político, las calles minadas, colonias a oscuras, recortes de agua, alcantarillado desbordado, jóvenes en busca de oportunidades realmente justas y prósperas, adultos mayores cooptados por el oficialismo, entre muchas otras demandas que no fueron resueltas en la actual administración. Tal vez hubo grandes intenciones, pero desear y lograr son cosas abismalmente distintas.

Por ello, los ciudadanos tenemos la oportunidad y el reto de salir a votar el próximo domingo para dejar de manifiesto nuestro amor a México, nuestro compromiso con nuestros semejantes y nuestro interés en el progreso colectivo.

De acuerdo con información obtenida del sitio web oficial del Instituto Nacional Electoral (INE), durante la elección presidencial celebrada en 2018 de 89,123,355 personas registradas en el listado nominal participaron 56,611,027 electores, es decir, el 63.42%, en 156,808 casillas. Ya para 2021, la participación se redujo a 52.6759%. Más votantes, menos votos.

En aquel 2018, se rompieron muchos moldes. Aunque también se dijo que era la “madre” de todas las elecciones. Hubo cinco candidatos presidenciales, una dama y cuatro caballeros. Voto más de la mitad de los mexicanos acreditados. Hoy, seis años más tarde, solo hay tres candidaturas presidenciales, de las cuales, dos terceras partes, las más competitivas, dicho sea de paso, son mujeres. Menos candidatos, más electores.

Afortunadamente, nuestro país ha registrado una evolución política. Sin embargo, no podemos dejar de lado el hecho de que nuestra democracia es muy cara. ¿Lo vale? ¡Claro que lo vale! Siempre que lo hagamos valer, y la mejor manera de valorarlo es acudiendo a las urnas a votar.

El interés que han mostrado las nuevas generaciones es otro tema digno de mencionar y reconocer. Ojalá que sean los más jóvenes quienes nos pongan el buen ejemplo y la vara alta, no sólo en salir a votar, sino en hacerlo con consciencia, informados, con una legítima intención de mejorar como sociedad y, muy especialmente, profundo amor a México. Sé que nos darán una gran lección y que están más preocupados por participar en la jornada electoral, que por las restricciones de la “Ley seca”.

Nos restan cinco días para decidir. A pesar de que tuvimos semanas enteras para informarnos, aún tenemos tiempo, lo que hay que contagiarnos son las ganas, la voluntad de salir a elegir, de asumir el poder que tenemos en nuestras manos, ejerciendo nuestro derecho generosa, responsable y solidariamente. ¡Compatriotas! Ha llegado la hora de sacar la casta.

Post scriptum: “Sólo hay dos palancas que muevan a los hombres: el miedo y el interés”, Napoleón I (Bonaparte).

*El autor es escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).

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