Los mexicanos no debemos olvidar el papel desempeñado por diversos embajadores de Estados Unidos que cambiaron una y otra vez la suerte de nuestro país.

A Joel Poinsett, el primero del México independiente allá por 1825, lo largamos a patadas con todo y sus flores de Nochebuena… Después vinieron Ellis, Thompson, Shannon, Slidel, Gadsden, McLane y hasta ya entrado el siglo XX, nos encontramos con un Dwight Morrow y Josephus Daniels, representante de Roosevelt durante la expropiación petrolera, entre otros más…

¿Ken Salazar entenderá los prejuicios prevalecientes en México en contra de los embajadores norteamericanos? ¿Sabrá que Victoriano Huerta rindió su primera protesta como presidente, en la embajada de EE.UU., cuando Henry Lane Wilson, embajador yanqui, estuvo involucrado en el asesinato de Madero?

¿Y Slidell, agente en la perversa mutilación del territorio nacional y Trist, el que firmó el tratado “de paz”? ¿Sentirá justificada la aprensión mexicana hacia los embajadores de EE.UU.?

Sheffield, embajador de Coolidge en los veintes, informó que Calles era “asesino, ladrón y violador de la palabra de honor”. Sheffield propuso una nueva invasión que se evitó gracias a Dwight Morrow, quien ejercía poderes hipnóticos sobre Calles, al extremo de haber resuelto la Rebelión Cristera.

Hoy día AMLO, según se dice, es quien ejerce los poderes hipnóticos sobre Salazar, ya que éste, en su adormecimiento, olvida las instrucciones del propio Biden, orientadas al estricto cumplimiento del T-MEC en beneficio directo de los 3 socios del tratado, entre otras notables indulgencias.

Al presentarse Ken Salazar en Palacio Nacional con un ridículo sombrero vaquero está reconociendo —la forma es fondo— el desprecio que le merece llegar al “patio trasero” de EE.UU., enorme diferencia en el caso de que se acreditara en Buckingham. God save the King!

La extraña cercanía de Salazar con AMLO preocupa en la Casa Blanca, en México y Canadá, pues implica un abandono de los intereses no solo de Washington, sino de los socios del T-MEC.

En su lugar, “el sombrerudo” se atrevió, nada menos, que a cuestionar la legitimidad de nuestros procesos electorales, contradiciendo la posición de su propio gobierno, alegando que las elecciones del 2006 no habían sido limpias, que se las habían robado a AMLO, sin considerar que la propia democracia de Estados Unidos estaba y está hoy en juego, al igual que en el resto del cono sur, con sus debidas excepciones.

Salazar sabe que AMLO chantajea a Biden en la antesala de las elecciones presidenciales del próximo 6 de noviembre, al impedir el tránsito de millones de personas ilegales hacia EE.UU., a cambio de que el jefe de la Casa Blanca no obstaculice la destrucción de las instituciones democráticas mexicanas, devastación política que, en el corto plazo, perjudicaría las relaciones bilaterales en cualquier orden que se desee.

“Ken”, hipnotizado, no reacciona y se convierte en cómplice de la extorsión, sin ayudar a su propio presidente cuando éste más pareciera requerirlo.

El sombrerudo, quien parece cohabitar en Palacio Nacional, no se distingue por disminuir el calentamiento global ni el efecto invernadero. No impulsa el uso de energías limpias y baratas, las de la agenda ecológica de la Casa Blanca, misma que pretenden asumir empresarios mexicanos y extranjeros para contar con una industria eléctrica moderna y competitiva.

Nuestro poder judicial impuso el acatamiento del T-MEC, cuya violación nos hubiera costado 30 mil millones de dólares.

¿Qué ha logrado finalmente Salazar, el primer embajador de AMLO en EE.UU..? ¿Por qué Biden lo respalda, sobre todo cuando visitó la Basílica de Guadalupe para rogarle “a la Patrona de las Américas que ayudara a establecer una nueva era “transformadora” (maldita palabra) en la relación entre México y EE.UU.?

Ken prefirió pedir ayuda a la divinidad para ver si la Virgen podía resolver el tema de la inseguridad…

Si en nuestra dolorida historia existe algún episodio tragicómico, el primer capítulo debe abordar el momento en que AMLO defendió a un embajador norteamericano atacado por el New York Times después de haber publicado que este ponía en riesgo los intereses de EE.UU.

AMLO, en el papel de Woody Allen, adujo que el buen Ken “es un hombre responsable, que defiende a su país… una gente de lo mejor”. What the hell, dear Joe, the presidential elections are next door. Wake up.— Ciudad de México.

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