Nací arqueólogo sin saberlo. Una cueva remota y oscura confirmó mi vocación: lo mío sería desenterrar significados. Veo cosas y escribo y escarbo. Leo para darme cuenta lo poco que sé de todo. Fundador de Mindcode, ayudo a innovar y entender la conducta del consumidor. Hago preguntas para encontrar respuestas y después tengo más preguntas. Lo mío es caminar en la cueva, encontrar la luz y volver adentro. Al final espero un epitafio corto: Signifiqué.
Valga esta simplona analogía con lo que hoy experimenta un ciudadano en época electoral. A diferencia de antes, cuando la campaña propagandística era un simple llamado a la acción, con una instrucción clara y precisa: «Vota así», seguido de los colores nacionales (del partido) tachados en equis, ahora la campaña electoral es más compleja. El elector está bajo un asedio de información donde, desde varias fuentes, escucha voces a favor y en contra. En la era digital, la contienda electoral es esencialmente una batalla de información.
Byung-Chul Han expone en Infocracia el papel crítico de la información en la construcción de la opinión pública. Este tsunami de datos amenaza la democracia, considerando que en ese cúmulo informativo hay tergiversaciones y una franca intención de manipular la opinión pública (el voto). En otras palabras, este exceso de información hace que nuestro sufragio esté influenciado con información cuestionable. De ahí que hoy la contienda electoral tenga como activo esencial a la información. Además, como dice Han, toda campaña política es una escenificación teatral que pretende crear determinadas emociones (positivas y negativas) en la gente (teatrocracia, le llama). Para generar puntos de vista, hemos pasado del argumento responsable al meme que excita.
La guerra sucia, la desinformación, la distorsión de la realidad, están a la orden del día, socavando la confianza en instituciones, personas y medios informativos. Reenviar contenido sin verificar hace el caldo gordo a estas intenciones. En algún momento habremos de contrarrestar este fenómeno con soluciones tecnológicas (la IA como aliada para detectar contenido falso en tiempo real), educativas (programas que eleven la capacidad crítica del ciudadano y le ayuden a discernir) y políticas (marcos regulatorios que, sin atentar contra el derecho a la información, tomen medidas contra las noticias falsas).
Escribe Han: «La televisión podía ser un reino de apariencias, pero aún no era una fábrica de fake news». Hemos pasado del pan y circo, donde el espectáculo era el rey, a otra época, potencialmente destructora: ahora la información es el espectáculo. Una era donde somos más vulnerables.
Intranquiliza que vivamos en el régimen de la información, de la infocracia, que ésta sea constructora de opiniones y por ende de decisiones, intranquiliza que las elecciones las pueda ganar quien mejor sepa construir una realidad alternativa y (como dice Han) que la información sea repelente a la verdad.
@eduardo_caccia