El tipo de cambio del peso mexicano frente al dólar solía devaluarse generando incertidumbre y pérdida de patrimonios. Las crisis económicas de los años setenta, ochenta y noventa precisamente se caracterizaron por devaluaciones abruptas de la moneda nacional. Esto dejó una profunda huella en la psique nacional.
Cuando se veían nubarrones económicos en el horizonte, la gente compraba dólares para proteger sus patrimonios. Estoy hablando, desde luego, de aquellos con capacidad de ahorro.
En 2018, la posible victoria de López Obrador generó incertidumbre. El tipo de cambio se presionó. Cuando tomó posesión el actual Presidente, un dólar costaba 20.3 pesos.
Sin embargo, el mayor factor de riesgo para la moneda nacional en los últimos años ha sido Trump. Desde que se convirtió en el candidato republicano en 2016, el peso paulatinamente se debilitó. El día que ganó las elecciones presidenciales, el tipo de cambio alcanzó los 20.7 pesos por dólar.
Es lógico. Trump estaba en contra del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y había prometido que, de ganar, sacaría a su país de dicho mecanismo comercial. Esto amenazaba la mayor fuente de divisas de México: sus exportaciones al vecino del norte.
Por fortuna, los gobiernos de Peña y López Obrador pudieron negociar un nuevo tratado. Sin embargo, en el camino, hubo momentos de tensión en los que Trump estuvo a punto de romper las negociaciones. En abril del 2020, el dólar llegó a valorarse en 24.8 pesos, su mayor cotización histórica precisamente por eso.
Desde entonces, la moneda nacional ha venido apreciándose de manera importante. Ayer se cotizó en 16.6 pesos por dólar.
Estamos frente al superpeso.
Esto lo ha presumido AMLO como un logro de su administración. Y claro que gusta a quienes todavía tienen el trauma de las devaluaciones del pasado. Un peso fuerte da confianza. Además, las clases medias y altas pueden ir de compras a Estados Unidos, donde sus pesos les rinden para adquirir más productos.
Pero, en economía, los desequilibrios hacia un lado pueden ser tan malos como los del otro. En esto del tipo de cambio, ni tanto que queme el santo ni tanto que no lo alumbre. A la economía no le convienen ni depreciaciones ni apreciaciones significativas de la moneda nacional.
En este sentido, me temo que el superpeso no es una buena noticia.
En primer lugar, porque las exportaciones mexicanas se han encarecido, y mucho. Pongo un ejemplo real. Un empresario que exporta prendas de vestir a EU me dijo hace unos meses que él dejaba de ganar dinero si el dólar bajaba a menos de 17.5 pesos. “Si llega ahí y sigue bajando, tendré que subir mis precios. Y no sé si ya pueda competir con las exportaciones asiáticas a Estados Unidos”.
Así están todos los exportadores mexicanos: luchando por mantenerse competitivos con un superpeso que encarece toda su operación.
La realidad es que, con el superpeso, México está caro. Uno lo puede atestiguar en los precios de los hoteles y restaurantes en territorio nacional. Si lo convierten en dólares, están igual o hasta más caros que en EU.
Esto, por cierto, afecta a otra fuente importante de divisas: el turismo. Estadunidenses y canadienses tienen que desembolsar más de sus dólares para vacacionar aquí. Llegará el momento, si no es que ya arribó, que prefieran irse a otros destinos más económicos.
Una de las razones de la apreciación del peso es el enorme diferencial entre las tasas de interés en EU y México. Siendo el peso una de las monedas más líquidas en el mercado internacional, un inversionista puede endeudarse en yenes, a tasas reales de cero, e invertir ese dinero en pesos a tasas reales altísimas. Incluso puede minimizar su riesgo comprando coberturas cambiarias de ambas monedas y, con todo y este costo, seguir teniendo una utilidad. Sin hacer nada, con puras operaciones financieras, genera dinero gracias a las altas tasas de interés mexicanas.
El problema es para los mexicanos que tenemos que pagar esas tasas en el caso de la deuda pública. Y en el caso de la privada, también, porque los empresarios trasladan este costo financiero a sus productos. Si la tasa de interés de los Cetes paga 11%, cualquier negocio debe ofrecer a sus inversionistas un rendimiento mayor porque, de lo contrario, conviene meter el dinero al banco y dejar que crezca sin hacer nada y sin mucho riesgo.
Otros perjudicados por el superpeso son los millones de mexicanos que reciben remesas de EU. Cada día llegan más dólares de nuestros paisanos (y seguramente del crimen organizado). Pero esas divisas, con un peso fuerte, rinden menos. Esto afecta al consumo interno.
A punto de llegar a 16.5 por dólar, preocupa el nivel del superpeso. Ya está quemando al santo.
X: @leozuckermann