La insuficiente atención financiera para el desarrollo del campo en esta administración federal –caracterizada por fraudes al por mayor en los procesos de comercialización de las cosechas y derivados pecuarios—y en menor medida por escasez de lluvias en las últimas tres temporadas en el país, se reflejarán en una notable disminución de la oferta alimentaria, incluso antes de que el presidente López Obrador termine su mandato constitucional.
Desde los primeros años de su gobierno, el Ejecutivo ordenó concentrar los presupuestos de todas las dependencias federales, a fin de avanzar lo más rápido posible en la construcción de sus “grandes obras faraónicas”.
Estas obras, son: el Aeropuerto “Felipe Ángeles”, la Refinería de “Dos Bocas” y el Tren Maya –con una longitud de vías de más de 1,500 kilómetros lineales, a lo largo de la Península de Yucatán, arrasando, incluso, con más de dos millones de árboles y la destrucción de selvas tropicales, así como gran cantidad de “cenotes” del subsuelo yucateco; remató con “la farmacia más grande del mundo”, en Huehuetoca, estado de México, con graves deficiencias en la oferta de medicamentos.
Desde esta perspectiva, los recursos fiscales asignados por el Congreso para 19 Secretarías de Estado y otros organismos descentralizados; compromisos de pago de deuda externa, sueldos de la burocracia y pensiones, disminuyeron los recursos para gasto público. Así, “echó mano” de presupuestos de las dependencias federales, con la mira de canalizarlos a infraestructura de esas grandes obras. “Dejó desnudo al sector rural”.
Por supuesto que no hubo financiamiento para el campo. Desapareció la Financiera Nacional para el Desarrollo, que había “trabajado de manera muy irregular” en los primeros cuatro años del presente gobierno, y no hubo dinero fiscal para impulsar el campo. A los campesinos, ejidatarios y pequeños propietarios “les dio atole con el dedo”, con eso de la distribución gratuita de fertilizantes. Sin suficiente humedad, éstos no se utilizaron.
Mientras tanto, el campo de México sigue “en caída vertical” en cuanto a producción y productividad. Lo que se espera para el próximo gobierno, es un aumento inusitado del déficit alimentario, agravado por la escasez de lluvias desde hace cerca de tres años en prácticamente todo el país. Los ríos y cuerpos superficiales de agua, así como el potencial de aguas subterráneas, se encuentran en niveles bajos, apenas para atender necesidades de consumo directo por la población, especialmente de zonas rurales.
Los mismos tres años de escasez de lluvias en este gobierno, se reflejaron en disminución de las cosechas y, obviamente, en aumento de importaciones de productos del campo, en particular maíz, frijol, arroz y trigo, así como en derivados pecuarios, como carne de res, cerdo, huevo y leche.
La producción de maíz, de acuerdo con datos del área de Información Agropecuaria de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, fue de un promedio anual de 25 millones de toneladas en los primeros años de este sexenio. Casi en su totalidad, se destinó a la producción de masa para tortilla, de manera que, para alimentación de la ganadería de engorda, se acudió a la importación de maíz proveniente de Estados Unidos.
Los volúmenes de compras de este grano al extranjero, han crecido de manera exponencial. Empezaron con cargamentos de 5 millones de toneladas al inicio de la administración presente; aumentaron a 10 millones en dos años. En 2023 alcanzaron los 16 millones de toneladas y, para el presente 2024, se ha programado la importación de casi 19 millones de toneladas de maíz amarillo. Los agricultores norteamericanos, felices.
Por otra parte, existe una controversia entre los gobiernos de México y de Estados Unidos, en torno al cumplimiento del Tratado de Libre Comercio (T-MEC), derivada de la emisión de un Decreto que realizó el presidente Andrés Manuel López Obrador, en febrero de 2023, que prohíbe el uso de maíz amarillo transgénico proveniente de EU, para alimentación humana, por riesgos en la salud de los consumidores, y la previsión de que se trata, ese maíz amarillo, de un Organismo Genéticamente Modificado.
Con referencia a ese maíz amarillo transgénico, hace unos días declaró un subsecretario de Agricultura, de nombre Víctor Suárez, que el gobierno de Estados Unidos debe demostrar, científicamente, que el consumo de maíz amarillo transgénico que se introduce a México, no es nocivo para la salud humana. La respuesta no se ha dejado esperar, de manera que funcionarios norteamericanos señalan que no existen evidencias científicas que personas o animales hayan manifestado síntomas de enfermedades derivadas del consumo de maíz transgénico, aunque algunos saben que alimentos con esas características los hay en hortalizas, papa, frijol, arroz y en muchos otros.
En México hay muchos científicos y especialistas que saben mucho de la Biotecnología, de los transgénicos y de Organismos Genéticamente Modificados –todo esto es lo mismo—que afirman que el futuro de la humanidad dependerá del uso de alimentos con estas características.
Entre ellos, no vamos muy lejos, el mismo secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, Víctor Manuel Villalobos, estudió a fondo estos productos hasta llegar al doctorado, y fue quien redactó la Ley de Biotecnología y Organismos Genéticamente Modificados.
Lo mismo ocurrió con uno de los pioneros en esta materia, el doctor Hugo Herrera Estrella. De igual manera, el doctor Francisco Bolívar Zapata, experto y maestro de la UNAM. Todos ellos, convencidos de que los transgénicos son inocuos para la salud de los consumidores humanos, animales y vegetales.
Por su parte, el subsecretario de Agricultura, Víctor Suárez, no se sabe si sea experto en materia de transgénicos. Toda su vida la pasó como promotor de empresas comercializadoras de productos agrícolas, hasta llegar, en esta administración, a la SADER, con la depravación, de parte de sus admiradores, de que “se le cayó rotundamente la producción de alimentos en todo el país”.