Conocí a Carlos Urzúa oblicuamente. Nos topamos aquí y allá en diversos lugares, pero nunca establecimos una relación directa. Lo lamento porque lo tenía en alta estima.
Fuimos de los fundadores de ForoTV hace catorce años. Siempre nos saludamos con respeto. La última vez que lo vi fue en un evento donde hablamos de la situación económica y política de México. Como siempre, estuvo brillante.
No era carismático, pero vaya que conocía de economía y finanzas públicas. No fue gratuito, en este sentido, que López Obrador lo haya nombrado como su primer secretario de Hacienda y Crédito Público. Tenía sobradas credenciales para serlo.
AMLO anunció en su campaña presidencial a los miembros de su gabinete si ganaba la elección. La presencia de Urzúa fue fundamental: tranquilizaba a los mercados. Sí, se trataba de un economista de izquierda, pero no era un talibán. Por el contrario, se consideraba como pragmático y responsable en el manejo de la política fiscal.
En alguna ocasión, durante la campaña, le preguntaron si le diría que “no” a López Obrador ya como Presidente. Sin dudarlo, contestó que lo haría. Y lo hizo. Por eso duró escasos siete meses como titular de Hacienda.
Fue una de las pocas personas que se atrevió a contradecir a AMLO. Y, como éste no le hizo caso, dimitió.
No sólo eso. Al hacerlo, publicó su carta de renuncia denunciando la toma de decisiones extremistas y caprichosas en el gobierno. Lo cito: “Discrepancias en materia económica hubo muchas. Algunas de ellas porque en esta administración se han tomado decisiones de política pública sin el suficiente sustento. Estoy convencido de que toda política económica debe realizarse con base en evidencia, cuidando los diversos efectos que esta pueda tener y libre de todo extremismo, sea este de derecha o izquierda. Sin embargo, durante mi gestión las convicciones anteriores no encontraron eco”.
Urzúa alzó la voz y denunció improvisación, influyentismo y posibles conflictos de interés: “Me resultó inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública. Esto fue motivado por personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de interés”.
Esto, recordemos, sucedió en julio de 2019 cuando el Presidente estaba comenzando su sexenio, tenía mucho poder y contaba con una popularidad altísima. Sólo alguien muy valiente se atrevió a renunciar e informar lo que estaba ocurriendo en Palacio Nacional.
Urzúa regresó a la academia. Durante muchos años había sido profesor en el Tec de Monterrey y El Colegio de México. Aquí quiero subrayar otro de los grandes logros de Carlos. Fue un maestro querido y mentor de toda una generación de economistas de izquierda que derivaron hacia el lopezobradorismo.
Gente de primera como Gerardo Esquivel, quien fue subgobernador del Banco de México; Arturo Herrera, su sustituto como secretario de Hacienda; Victoria Rodríguez, la actual gobernadora del banco central, y Galia Borja, hoy también subgobernadora de Banxico.
Todos ellos, como Urzúa, entendían las realidades de la economía de mercado, pero tenían cierto sello de izquierda, preocupados por la pobreza y la desigualdad. Por eso, se acercaron al proyecto de AMLO.
Carlos salió corriendo de ahí cuando se dio cuenta del autoritarismo, necedad e ineptitud que campeaba en la 4T. A partir de entonces, en una editorial semanal en El Universal, criticó con dureza y evidencia empírica al gobierno de AMLO.
Gerardo Esquivel, muy pronto, cayó de la gracia presidencial. Al tabasqueño le disgustaron sus ideas y lo ofendió con el peor insulto posible en el léxico lopezobradorista tildándolo de “tecnócrata neoliberal”. Cuando llegó el momento, AMLO no lo ratificó como subgobernador del banco central por lo que tuvo que regresar como profesor-investigador de El Colegio de México.
A Arturo Herrera, el Presidente lo removió como secretario de Hacienda prometiéndole que sería el próximo gobernador del Banco de México. Al final, lo dejó colgando de la brocha. Incumplió su promesa de la peor forma. Arturo tuvo que emigrar a Estados Unidos.
El lunes, Carlos Urzúa falleció de un infarto fulminante a los 68 años de edad. Un día antes había participado en la marcha ciudadana en defensa de la democracia. Estaba ayudando a la candidata presidencial opositora. Había sido un excelente fichaje de la campaña de Xóchitl Gálvez.
México necesita más tipos como Carlos: serio, profesional, comprometido con el país, preocupado por la justicia social, pragmático, valiente y formador de funcionarios públicos de primera. Se dice fácil. No lo es en un país donde frecuentemente se premia más la mediocridad que la excelencia. QEPD.
X: @leozuckermann