Este término se lo he escuchado a un par de personas identificadas con la Cuarta Transformación que respeto mucho. Gente inteligente que lleva años apoyando a López Obrador.
Están muy preocupados por la jubilación de su líder. A diferencia de muchos, están convencidos de que el tabasqueño, efectivamente, dejará la Presidencia el 30 de septiembre y se retirará a su rancho en Palenque, tal y como lo ha prometido el mandatario. Claro, esto bajo el supuesto de que Claudia Sheinbaum gane las elecciones, de lo cual no dudan, porque si triunfa Xóchitl, pues AMLO continuará en el mejor papel que ha desempeñado en su vida política, es decir, líder de la oposición.
Están tristes porque AMLO ya se va. Les genera melancolía imaginar el país sin el personaje que los lideró durante tantos años. Desde luego que se vale. Cada quien que se deprima por lo que se le pegue la gana.
Pero esta depresión post-AMLO, reconocida por los propios lopezobradoristas de manera pública, denota hasta qué punto este movimiento tiene un alto componente de personalismo político. La realidad es que Morena no se puede entender sin López Obrador. La figura del líder es fundamental para aglutinar apoyos políticos. Ahí adentro se puede tener cualquier ideología, incluso ninguna, pero todos coinciden en una especie de idolatría al tabasqueño.
Me atrevo a caracterizarlo así, como un culto a la personalidad del líder.
No habíamos tenido en México una personalización de la política en muchas décadas. El régimen priista concentró el poder en la Presidencia. Durante seis años, el aparato propagandístico del Estado ensalzaba al hombre que ocupaba ese puesto. Pero, una vez terminado el sexenio, venía el siguiente Tlatoani y rápidamente se olvidaba al anterior. Sí, había culto a la personalidad, pero con fecha de caducidad.
Eso se terminó con la democratización del país. Zedillo, Fox, Calderón y Peña fueron más o menos populares, pero nunca se les rindió culto a sus personalidades.
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Esto comenzó a ser diferente con López Obrador. En parte porque, a diferencia de sus antecesores, se trataba de un Presidente que había sido un líder social. Indiscutiblemente, por su historia, sabía movilizar de manera voluntaria a millones de mexicanos que lo seguían en sus diferentes luchas desde que salió de su natal Tabasco.
En 2018, en la tercera oportunidad que compitió por la Presidencia, finalmente ganó generando altísimas expectativas de cambio. El carisma del líder se potenció ya con el aparato propagandístico del Estado. Hoy existen muchísimos mexicanos que adoran a AMLO y confiesan que lo van a extrañar.
En esto, el movimiento lopezobradorista se parece mucho al peronismo. Nadie puede dudar que Juan Domingo Perón fue un personaje carismático quien, junto a su segunda esposa, Eva Duarte, cautivaron a millones de argentinos. Hasta el día de hoy existe un culto a la personalidad de él y de ella.
En el peronismo cabían grupos políticos de todo tipo, incluso algunos que estaban enfrentados a muerte. Cuando en 1973 Perón regresó a Argentina del exilio, lo fueron a recibir varias de estas facciones —todas autoproclamadas peronistas— al aeropuerto de Ezeiza. No había aterrizado el general cuando ya habían ocurrido todo tipo de incidentes: balazos, linchamientos, castraciones y ahorcamientos. Fueron tales los desmanes, que el avión que llevaba a Perón tuvo que desviarse y aterrizar en otro aeropuerto.
El cemento del peronismo era Perón. Podían matarse entre ellos, pero todos cantaban el mismo himno recordando a su gran líder: “Perón, Perón/qué grande sos/ Mi general, cuánto valés/ Perón, Perón, gran conductor/ sos el primer trabajador”.
El gran líder murió un año después, en 1974. Sin embargo, el peronismo continuó en Argentina. Pervive hasta hoy. Una de sus características sigue siendo el culto a la personalidad del fundador.
En lo personal, no me gustan nada los movimientos políticos personalistas. Creo más en las instituciones que en las personas. Me parece un equilibrio muy frágil que el apoyo popular se base en el carisma de un caudillo.
Por eso me sorprende que gente inteligente confiese abiertamente su melancolía frente a la posibilidad del retiro de AMLO. No se imaginan el mundo sin él.
Yo más bien pienso que el cementerio está lleno de indispensables.
Al revés de los deprimidos por la (posible) jubilación de López Obrador, celebro que ese movimiento esté por refrescar su liderazgo. Ojalá lo puedan hacer. Bienvenido sea el cambio. Porque, en política, es mejor la movilidad de las personas dentro de las instituciones que la dependencia de figuras carismáticas que pueden seguir influyendo desde la ultratumba. Como Perón.
X: @leozuckermann