Algo muy grave está sucediendo en Estados Unidos que los mexicanos no hemos dimensionado, o no hemos querido hacerlo. A diferencia del pasado, nuestro país es uno de los temas políticos más importantes en el vecino del norte. Para mal.
Recuerdo que, cuando cubrí la elección presidencial estadunidense en 2008, reportaba cómo México, a diferencia de China, Rusia o Israel, no era un tema en la agenda política de las campañas. Me congratulaba por eso. Con Estados Unidos es mejor navegar bajo el radar que estar metido en la boca de políticos cada vez más bocones.
Ocho años después, en la elección del 2016, eso cambió radicalmente. El empresario Donald Trump anunció su candidatura a la Presidencia poniendo el tema migratorio en el centro de su agenda y caracterizando a los mexicanos como “violadores”. Ya sabemos el desenlace. Trump ganó la elección y se convirtió en un dolor de muelas para México. Estuvo a punto de sacar a Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio, consideró invadirnos para combatir a los cárteles de las drogas, insistió en la construcción de un muro fronterizo que nosotros pagaríamos y exitosamente presionó al gobierno mexicano para contener la ola de migrantes indocumentados al sur de su frontera.
Como se diría en el argot taurino, “lo capoteamos”, pero a un costo altísimo.
Bueno, pues esa rudeza en contra de México se ha generalizado en todo el Partido Republicano, hoy controlado por Trump. La visión dura del control fronterizo también ha permeado en toda la sociedad estadunidense, lo cual ha llevado a que el Partido Demócrata y la actual Presidencia de Joe Biden también lo hayan hecho.
El viernes pasado, presionado por las negociaciones en el Congreso donde los republicanos (que tienen mayoría) quieren condicionar la ayuda bélica a Ucrania a cambio de recursos para controlar la frontera con México, Biden publicó una carta en la que argumenta que dicha frontera está rota y ya es hora de arreglarla.
El mandatario quiere que el Congreso le apruebe un “conjunto de reformas más duras y justas para asegurar la frontera que jamás hayamos tenido en nuestro país. Me daría, como presidente, una nueva autoridad de emergencia para cerrar la frontera cuando se vea abrumada. Y si tuviera esa autoridad, la usaría el día que firme el proyecto de ley”.
Es exactamente lo que está proponiendo el que, con toda seguridad, será el candidato republicano a la Presidencia este año, es decir, Trump, quien promete cerrar la frontera el primer día de su segundo mandato si gana.
¿Cerrar la frontera? ¿De verdad?
¿Se imagina usted el caos económico y social que esto generaría para México?
Millones de personas pasan de manera legal a trabajar todos los días de nuestro país a Estados Unidos. La frontera es la más activa comercialmente de todo el mundo. Alrededor de mil quinientos millones de dólares de exportaciones mexicanas cruzan al vecino del norte, en promedio, por día. Otro tanto viene de allá para acá de importaciones.
Biden está solicitando más fondos para el control fronterizo: “Esto incluye mil 300 agentes de patrulla fronteriza adicionales, 375 jueces de inmigración, mil 600 oficiales de asilo y más de 100 máquinas de inspección de última generación para ayudar a detectar y detener el fentanilo en nuestra frontera suroeste”.
Ya es hora de que los mexicanos nos tomemos muy en serio que, para Estados Unidos, los temas de la migración y el fentanilo son centrales de las campañas. Y no es sólo Trump. Ahora son todos, incluyendo a Biden.
Se viene duro.
El viernes, la agencia estadunidense que regula la aviación alertó que podría negar la renovación del acuerdo operativo entre Aeroméxico y Delta. Esto debido a las medidas unilaterales del gobierno de López Obrador en materia aeronáutica. El comunicado pone un especial énfasis en los disparates que ha hecho nuestro Presidente para desincentivar el uso del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) a fin de darle más movimiento al aeropuertito que él construyó (el AIFA). Se menciona la directriz de prohibir los vuelos de carga al AICM y la reducción de slots de aterrizaje y despegue en este aeropuerto.
De prohibirse la alianza de Aeroméxico con Delta, sería un golpe enorme a la principal línea aérea nacional. Pondría en peligro su viabilidad económica. Y, como siempre ha sido el caso en este sexenio, los principales afectados serían los pasajeros.
Pero este Presidente ya no va a cambiar. Les tocará a las candidatas presidenciales abrir los ojos y empezar a prepararse, porque la que gane tendrá que lidiar con políticas públicas muy adversas de Estados Unidos para México. Están metiendo dura la pierna y esto, me temo, apenas comienza.
X: @leozuckermann