López Obrador afirmó que su lema, y el de su movimiento, era “no mentir, no robar, no traicionar”. Ha sido exactamente al contrario, y creo que es necesario documentarlo.
Primero, nadie ha mentido tanto como él. Durante su campaña por la Presidencia, dijo que terminaría con la inseguridad de inmediato. Era una afirmación tan absurda que, en una entrevista, fue Loret de Mola quien le abrió la puerta para corregir. López Obrador insistió: sería de inmediato. No fue así, la inseguridad no sólo no se redujo, sino que creció durante este sexenio. Más cuando uno incluye a los desaparecidos entre las víctimas, algo que él no quiere aceptar, e incluso ha promovido que estas personas vuelvan a desaparecer, ahora de las estadísticas.
Mintió cuando dijo que se cancelaba la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México por corrupción. Jamás pudo probar esa afirmación, pero no le importó. Construyó un aeropuerto mediocre en la base aérea de Santa Lucía, diciendo que era una gran obra, que resolvería el problema de conectividad de la capital del país. No fue cierto. Mintió cuando fingió que podía ir en tren hacia ese aeropuerto, incluso con un video. Mintió cuando dijo que pronto habría forma de llegar con facilidad desde la Ciudad de México hasta el AIFA. Sigue sin ser cierto.
Mintió cuando dijo que por culpa del huachicol hubo escasez de gasolina al inicio de su gobierno: fue resultado de los incapaces que nombró en Energía y en Pemex. Mintió cuando se lanzó contra el sector energético, afirmando que seríamos autosuficientes, soberanos, en este tema. No lo somos, ni podremos serlo en un buen tiempo: no extraemos suficiente crudo para producir en México la cantidad de petrolíferos que consumimos, pero además no tenemos las instalaciones para procesarlo. Mintió cuando dijo que Dos Bocas podría construirse en tres años a un costo de 8 mil millones de dólares, y ha mentido ya tres veces, al menos, inaugurando esa refinería que, al día de hoy, no ha producido un litro de combustible.
Mintió cuando dijo que no había que preocuparse por el covid, que había que abrazarse, que bastaba con un ‘detente’ para enfrentar al virus. Mintió durante todo el año acerca de la magnitud de la pandemia, promoviendo que la gente se quedara en su casa, a morir, con tal de que no se vieran escenas dantescas en los hospitales. Mintió acerca de las vacunas, que no quería comprar, y que todavía hoy no compra. Ha repartido vacunas chinas, rusas o cubanas, sin importarle si sirven o no.
Mintió cuando dijo que no había escasez de medicamentos, problema causado por sus funcionarios, que actuaron sobre la mentira de que la corrupción en el sector salud se resolvería de esa manera. Mintió cuando ofreció un sistema de salud de primer mundo, al mismo tiempo que destruía el único instrumento realmente moderno con que contábamos, el Seguro Popular. Ha mentido continuamente al respecto, y sigue diciendo que pronto tendremos un sistema de salud mejor que el de Dinamarca. Sabe que eso es falso, pero no le importa.
Su capacidad de mentir es asombrosa. SPIN, de Luis Estrada, cuenta más de un centenar de mentiras, inexactitudes o datos falsos en cada conferencia matutina. López Obrador miente sin mover un músculo de su rostro. Es un caradura, como solía decirse.
Con ese mentiroso en la cúspide del poder, sus acólitos no tienen empacho en plagiar, inventar cifras, producir títulos, calumniar, prometer lo imposible. Eso es lo que ahora promoverán durante la campaña: reformas para que todos ganen más, en su empleo y en su jubilación. Son mentiras, más mentiras, puras mentiras. López Obrador y sus seguidores son mentirosos. No hay más.