Más de cuatro millones de pequeños y medianos productores de alimentos del campo mexicano, enfrentan serios problemas por aumento de la pobreza en todo el país, debido a la reducción –e incluso desaparición—de programas institucionales, cancelación de créditos de mediano y largo plazos, apoyos a la mecanización, comercialización y mejoramiento de productividad.
De acuerdo con consultas y sondeos a productores y propietarios del medio rural, todos coinciden en que los supuestos apoyos directos a adultos mayores y a través de programas anunciados como instrumentos para sacar de la pobreza al sector campesino, son solo paliativos y no compensan el valor de los programas que operaban en sexenios pasados.
El vuelco que ahora padecen los campesinos ejidales y pequeños propietarios agrícolas, ganaderos y agroindustriales, de incremento anual de los índices de productividad, hasta antes de la administración lópez-obradorista, a una pobreza económica y constante reducción de rendimientos de granos básicos y oleaginosas y de alimentos derivados de las especies pecuarias. El gobierno prefiere importar estos alimentos, que apoyar a producirlos.
Afirman que esta situación se ha derivado de una política equivocada de desarrollo del agro nacional, e ignorante de dos elementos: la necesidad de rescatar de la pobreza a más de 4 millones de campesinos de subsistencia, y consolidar al segmento de productores de alimentos, a través de la aplicación de estrategias financieras y de apoyo técnico y científico.
El gobierno actual, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, durante cinco años se aplicó en destruir al sector agropecuario, forestal y pesquero, empezando por la ruptura de la administración de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, que nada tiene de agricultura y menos de desarrollo rural, y de todas las demás dependencias que coincidían en fortalecer el esquema de impulso a la alimentación, como era la propia SADER, la Reforma Agraria, la CONASUPO –que luego se convirtió en “Alí Ba Bá y los 50 ladrones”– la Secretaría de Pesca, el INIFAP; las coordinaciones con Industria y Comercio (que ahora es Economía), la Financiera para el Desarrollo Agropecuario, y del FIRA, del Banco de México, que nada se sabe de ese organismo.
En materia de aprovechamiento de las aguas superficiales y subterráneas, México figuró entre los países que se preocupaban por incorporar nuevas áreas de cultivo a sistemas de riego y, por otra parte, al abasto de agua potable a todas las ciudades y comunidades.
La falta de agua, en particular de la Ciudad de México y de conglomerados humanos en el resto del país, se debe a la falta de inversiones del gobierno federal y de apoyo técnico para la construcción de nuevas obras hidráulicas. Sobre esto, seguramente el presidente López Obrador prefiere invertir en Pemex, como si los mexicanos, en lugar de agua, bebiéramos litros o barriles de petróleo. (Como chiste, parece malo, pero es la realidad, “eso cree”).
Mejor sigamos con la alimentación, y digamos lo que ya está ocurriendo: que en maíz, frijol, arroz y trigo; en leche, carne y huevo, en breve tiempo tendremos faltantes que pondrán en grave riesgo la alimentación básica de los mexicanos. Entonces, los vecinos del norte se convertirán en los principales proveedores de esos productos para “sostener” a los mexicanos.
Para colmo, además de toda la destrucción que el gobierno actual generó en el campo y en todas sus instituciones, solo faltan 60 días para que se prohíba el uso del herbicida glifosato, herramienta indispensable para producir más y a bajo costo, todo por un capricho de los radicales de la cuarta transformación que no han podido comprobar que es dañino para la salud.
“Dios nos libre!!!”.