En el papel, es difícil oponerse a la propuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador de inscribir en la Constitución de México la política de elevar el salario mínimo cada año en al menos una proporción igual al desempeño de la inflación anual, sobre todo cuando esa remuneración se rezagó por años lastimando a quienes menos ganan.

Además, a quién no le gustaría que su sueldo, independientemente de su productividad o desempeño, se ajustara cuando menos –año con año– al ritmo de crecimiento del Índice Nacional de Precios al Consumidor a fin de ayudar a que el ingreso no se deteriorase frente a la inflación, o en otras palabras, que pudiera mantener cuando menos su poder de compra en “términos reales”.

El plan, sin embargo, no deja de tener ciertos elementos de preocupación económica, principalmente por las posibles repercusiones que podría tener en dos variables relevantes: la inflación y el empleo.

Para algunos economistas, indizar el salario mínimo (enfatizan que solo debe aplicarse a esa remuneración y no otra) podría hacer más difícil para las autoridades monetarias combatir la inflación.

Al incluir en el texto constitucional el aumento a los mínimos se estarían incorporando directamente ciertas presiones inflacionarias todos los años. Si así ocurre, agregan, las autoridades de Banco de México tendrían que implementar políticas más restrictivas para controlar esos aumentos de precios vía mayores tasas de interés, con el consecuente impacto negativo de éstas en el crecimiento y el empleo.

“Cuando los salarios se indizan, tal como lo propone el presidente, se puede introducir un piso a la tasa de inflación por arriba del objetivo del Banco de México” de 3%, escribió Isaac Katz, economista y columnista del periódico El Economista.

Así, las ventajas del aumento salarial automático podrían difuminarse por las consecuentes mayores tasas de interés y su impacto adverso en el consumo y la inversión.

De ahí, que para algunos, si bien es difícil criticar la sugerencia presidencial, que muy probablemente se materializará en unos días cuando el presidente envíe una iniciativa de reforma constitucional, sí piden al gobierno lopezobradorista y a los legisladores no dejar de revisar con lupa lo que se diga en el planteamiento a fin de tratar de minimizar las aspectos adversos que el aumento automático al salario mínimo podría generar en los precios.

Claro que muchos quizás consideren que ese temor es exagerado, más cuando desde 2017 hasta 2023 el salario mínimo subió a una tasa promedio anual de 16.2%, mientras que la inflación anual promedio fue de 5.2% en ese lapso, de acuerdo con cifras calculadas por Axis negocios.

La diferencia de esos dos aumentos de 13.5 puntos porcentuales es para el presidente López Obrador y para otros funcionarios gubernamentales un claro ejemplo de que los temores sobre los aumentos salariales en la inflación son desproporcionados. Para algunos incluso se usaron para mantener bajo el precio de la mano de obra en beneficio de las empresas y su competitividad frente a rivales externos.

Sin embargo, no porque no se hayan traducido hasta ahora los aumentos de dos dígitos al salario mínimo en alzas de precios equiparables, significa que esa repercusión no podría ocurrir en el futuro. Algunos economistas piden no ignorar el hecho de que los incrementos salariales, cuando no están justificados por productividad o desempeño, pueden ser una fuente de presión sobre los precios.

“Decir que no tiene efecto, pues tampoco. Hay un efecto ahí”, dijo Gabriel Casillas, economista en jefe para Latinoamérica del banco británico Barclays, en una entrevista telefónica. “Si hay una industria en México a la que le impacta el salario mínimo es a la restaurantera. . . y con loncherías, taquerías y fondas. . . fueron los rubros que más contribuyeron a la inflación” en los últimos años.

Casillas resaltó además que el número de personas que hoy reciben un salario mínimo creció de forma significativa en los últimos años. Millones de personas que antes ganaban una o dos veces el mínimo hoy reciben un sueldo idéntico o muy similar a los 248.93 pesos diarios establecidos por ley para la paga mínima por día en México para este año.

El crecimiento de las personas que hoy ganan el mínimo, de 800 mil a 10 millones, hace más relevante la advertencia de algunos economistas de que la inflación podría perpetuarse o acelerarse si los aumentos al mínimo siguen subiendo en dos dígitos.

Casillas, de todas manera, no ve mal la propuesta de López Obrador, principalmente porque cree que con ella se dará orden a los aumentos futuros del salario mínimo y permitirá asegurar una mejor recompensa a los que menos ganan.

La propuesta es una “forma elegante de regularizar estos incrementos al salario mínimo, porque si se sigue incrementando a doble dígito sí generas una presión inflacionaria fuerte”, agregó.

Un elemento que algunos economistas resaltan en la discusión sobre el impacto de ligar los aumentos salariales a la inflación es que en el caso de México las autoridades laborales lograron con éxito desligar los incrementos contractuales de los que ha registrado el mínimo. Ese logro permitió, de cierta manera, reducir el impacto de las alzas de ese salario en los precios.

“Cada vez es más difícil argumentar que el aumento del salario mínimo es una ancla de negociación”, dijo Enrique Covarrubias, economista en jefe y director de análisis con el intermediario Actinver, en una entrevista telefónica.

Otra de las variables económicas que preocupa a los economistas de la iniciativa de reforma es que ante alguna eventual crisis futura la medida restaría capacidad de ajuste a la economía mexicana. Algunos temen, que ante aumentos constitucionales, los empresarios tengan que optar en una época de fuertes desajustes económicos por despedir a más trabajadores de los que quisieran si no fuesen forzados a subir el mínimo en al menos la inflación.

En 1995, México registró una inflación anual de 52% tras la devaluación del peso a finales del año anterior. Si el precepto constitucional que propone López Obrador hubiese existido, el salario mínimo hubiera subido en al menos esa proporción, algo que muy probablemente hubiese provocado que muchos empresarios despidieran a más trabajadores de los que finalmente cesaron por la contracción económica de 6.3% que registró el país ese año.

Sin ese mandato, los salarios no aumentaron ni cercanamente al nivel de la inflación, lo que abarató el costo de la mano de obra en términos reales y permitió preservar mejor las fuentes de empleo. Claro con una pérdida sustancial del poder de compra del trabajador.

Hay “una rigidez no deseada al indizar los salarios que es el costo de no poder enfrentar de manera eficiente un choque real negativo”, agregó Katz, en su columna, indicando que el posible regreso del político-empresario Donald Trump a la Casa Blanca ante las próximas elecciones estadounidenses, podría ensombrecer el panorama económico de México. “Si la economía recibe un choque negativo significativo. . . [y] si el salario real no puede caer por estar indizado, todo el ajuste recaería sobre los niveles de producción y empleo, y el costo, en lugar de minimizarse, se maximizaría”.

Frente a esa posibilidad, algunos creen que el país tiene condiciones económicas muy distinta a las de 1995 para enfrentar shocks del exterior sin generar una crisis, como ya se vio con la debacle financiera y económica global de 2007-2009 o con la misma pandemia de la covid-19 en 2020.

Si bien los dos episodios causaron problemas y una fuerte contracción económica, no fueron catastróficos en materia de inflación y desempleo en México, como sí ocurrió al menos con la inflación de 1995 y con otras crisis previas.

“Hoy por hoy, las últimas crisis globales que hemos tenido, si bien hay algo de depreciación cambiaria, no es tan grave y no resulta en una inflación tan alta” por el tipo de cambio flexible con que hoy cuenta la economía mexicana, dijo Casillas. “Dado que tenemos ese tipo de cambio, no veo a México en una situación como la de 1994-1995 en dónde. . . [un aumento salarial automático]. . . agregue al desempleo”.

Para Covarrubias, un elemento que es importante también tener en cuenta en el debate sobre el salario, desempleo e inflación, es que en el país el impacto negativo que podrían tener los aumentos salariales automáticos difícilmente se observaría en las cifras de empleo. Al no existir en el país un seguro que proteja contra la pérdida del trabajo, la mayoría no pasaría a las filas del desempleo, sino a las filas de la informalidad.

En México, “la válvula natural no es el desempleo. Es difícil que una persona que pierde su trabajo se quede desempleada, usualmente se va al sector informal”, dijo el economista de Actinver.

 

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