La esencia misma de las ciencias jurídicas más refinadas está basada en un sistema binario, prácticamente de orden computacional: o se es culpable, o se es inocente.
Punto.
No hay claro oscuros ni puntos intermedios a mitad del camino: o se es culpable de una acusación en específico, o se es inocente. Y ya después de determinado lo anterior (por medio de un honesto y escrupuloso juicio de discernimiento) podemos hablar de posibles atenuantes o incluso agravantes, pero, en esencia, el sistema jurídico continúa siendo, como debe de ser, un sistema entera y puramente binario.
Lo mismo sucede al determinar si una guerra es justa o es injusta.
Hamás es un grupo terrorista, incluso, por increíble que esto se escuche, peor que los nazis, al menos en ciertos aspectos muy en específico. El Estado de Israel, no lo es (todo lo contrario, de hecho: es la única democracia liberal, próspera y en extremo libre, de toda la región medio oriental de nuestro planeta). ¿Y qué es, exactamente, un terrorista? Un individuo que, en la guerra o en la paz, de forma deliberada convierte a la población civil del enemigo o adversario en su objetivo militar, aun teniendo la capacidad tecnológica de no hacerlo (es decir, incluso pudiendo evitar, dentro de lo posible, la pérdida de vidas civiles en el bando contrario a manera de daño colateral) y sin que ello implique un mayor riesgo de seguridad militar para la nación que se encuentra efectuando una ofensiva militar.
Con base en lo anterior, resulta enteramente estúpido intentar equiparar la supuesta maldad entre los bombardeos británicos y/o aliados de la Segunda Guerra Mundial con el exterminio sistemático de la población civil judía durante semejante periodo, estando además la sociedad israelita, en semejantes momentos, ya sometida de por sí a un enteramente injusto estatus de prisionero de guerra, a pesar de que dicha comunidad, lógicamente estaba compuesta por no combatientes y, de forma altamente considerable, también mujeres, niños y ancianos. Y no sólo eso: también es enteramente estúpido (en el menos grave de los casos) el creer que la maldad nazi es mayor que la aliada pero que, aun así, éstos últimos fueron también culpables de genocidio o de otras cuestiones similares.
No.
Los aliados no contaban con la tecnología militar necesaria para realizar, por ejemplo, bombardeos de alta precisión, como para poder evitar, al menos en cierta medida, la muerte de la población civil alemana, italiana y japonesa, al menos no sin que ello implicara la pérdida de la vida de millones de sus soldados, ergo, los aliados son inocentes, a diferencia de los perversos socialistas nacionalistas y sus demás aliados.
Y justo lo mismo sucede hoy en día entre el repudiable terrorismo de Hamás y el Estado judío: ambos matan civiles, por supuesto, pero los primeros lo hacen deliberadamente, mientras que la evidencia demuestra que los segundos hacen absolutamente todo lo humana y tecnológicamente posible para evitar tan oscuro y lamentable desenlace.
Por otro lado, la escoria nazi, al menos tenía la «decencia» de asesinar civiles a sangre fría de forma supuestamente «humanitaria» (en las infames cámaras de gas), mientras que Hamás opta, justo en estos mismísimos instantes en que se escriben estas líneas, por violar a las mujeres civiles israelitas y decapitar a sus bebés por el gravísimo pecado de haber nacido judíos. Los asquerosos nazis, al ver perdida la guerra, al menos intentaban esconder o minimizar sus imperdonables atrocidades genocidas (seguramente por interés propio, más que por pudor o arrepentimiento), mientras que Hamás las graba en video y las publica, con tremendo orgullo, en sus diversas redes sociales.
Hamás usa escudos humanos, lo que es un acto terrorista en sí mismo. Lanza cohetes desde hospitales y escuelas, para que Israel no pueda contraatacarlos o para que, en caso de que lo haga, múltiples víctimas palestinas civiles pierdan la vida durante semejante operación militar (ojo: operación militar, no acto terrorista, a diferencia de aquellos perpetrados por la escoria genocida de Hamás).
Trágicamente hay bebés muertos en ambos lados, como en todas las guerras. La diferencia que de verdad importa entre semejantes horrores no es tanto el número de bebitos muertos, sino quiénes son responsables de todos y cada uno de esos bebitos muertos, y, en ambos casos (es decir, tanto en el de los bebés palestinos como los bebés judíos muertos, los responsables son los asesinos genocidas de Hamás).
¿Por qué?
Porque unos bebitos (los palestinos) mueren en gran parte por ser cobardemente utilizados como escudos humanos, como ya lo decía, por el propio terrorismo de Hamás (lo que convierte a éstos últimos en los únicos responsables del derramamiento de semejante sangre inocente), mientras que otros (los bebés judíos) mueren decapitados por las propias manos de esos mismos terroristas pusilánimes, infames y monstruosos.
Un bando utiliza a sus soldados y a sus balas para defender a sus mujeres y niños; mientras que el otro bando utiliza a sus mujeres y niños para defender a sus soldados y a sus balas.
Enteramente estúpido será Israel y todo el pueblo judío alrededor del mundo, si sigue sin entender (en parte por la repugnante y maligna presión de la ONU y de muchos países carentes de una sana y objetiva brújula moral), que no hay equivalencia moral entre ambos lados del conflicto (pues uno es un país en estado de guerra, y el otro, una vil banda de terroristas genocidas).
Estúpido Israel y todo su pueblo si continúa creyendo en las ridículas y fantasiosas mentiras de que es posible negociar con terroristas.
Fuerte golpe de realidad. Creo que la oración por la paz debe ir enfocada en ambos bandos, sin embargo, una cosa muy distinta es engañarse pensando que ambos son víctimas o ambos son culpables. Los civiles son víctimas pero víctimas que recaen en las manos de un solo culpable, Hamás.