- Violan la Constitución López Obrador y Ricardo Monreal, al intentar la modificación de 20 Artículos, con la intención de convertir a México en una dictadura
- La Suprema Corte de Justicia es uno de los tres Poderes de la Unión, con la obligación de vigilar que el Ejecutivo y Legislativo, no violen los principios constitucionales
- Millones de mexicanos dueños del voto democrático, no permitamos un gobierno “de facto”, clamor de la mayor parte de los mexicanos
Es tan descabellado un enfrentamiento entre los tres Poderes de la Unión en México: el Ejecutivo unido al Legislativo, contra la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que millones de compatriotas quedamos pasmados, en espera de que haya cordura y la balanza se incline por el Derecho y la razón. O simplemente se trata de una nueva forma de dividir a los mexicanos en un supuesto “régimen democrático”, por ocurrencia del Presidente de la República.
No hay otra interpretación, que dar juego al contubernio entre el Poder Ejecutivo y el Congreso, para desprestigiar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. O la venganza presidencial es de tal magnitud, por su estrecha relación personal con el empresario Rioboó, “a quien quedó mal”, porque a su esposa, la ministra Yasmín Esquivel Mossa, no la pudo salvar del desprestigio por falsedad en sus tesis de licenciatura y doctorado.
López Obrador está que no cabe de contento, porque logró convencer a su subordinado y jefe de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, Ricardo Monreal Ávila, en un hecho no visto en este siglo, de reconciliación entre ellos, “después de dos años de no dirigirse la palabra“ para imponer cambios en diversos artículos y reformas constitucionales, rechazadas por insustanciales, de parte de la mayoría de los ministros de la Suprema Corte de Justicia.
Destacan varias “con instrucciones precisas”, publicadas en una nueva forma de “legislar por Decreto”, parecida al proceso que se sigue normalmente en las dictaduras, en lugar de hacerlo por los conductos legales establecidos; es decir, a través de las Cámaras y de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Para eso están.
Así, la Corte invalidó un decreto emitido en el mes de noviembre de 2021 por el presidente López Obrador, por el cual declaró como de seguridad nacional todas las obras prioritarias de su administración, y las exentaba del escrutinio público y la rendición de cuentas del gasto federal en esas obras. La votación para anular estos “esperpentos” en la Corte, fue de 8 a favor y 3 en contra.
Otro “decretazo” publicado en el DOF, contiene características similares al anterior. Reitera la “seguridad nacional”. Igualmente, no sujetas a rendición de cuentas, para las obras del Tren Maya, el “Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec” y los aeropuertos de Palenque, Chetumal y Tulum.
Esta actitud presidencial y del Congreso, en contra de la Suprema Corte de Justicia, es inédita. No se veía algo “tan descarado” desde la dictadura de Porfirio Díaz Mori, quien ocupó la Presidencia en 1876. En el siguiente periodo, por cuatro años, “se la prestó” a su compadre Manuel González (de 1880 a 1884). Después siguió siendo presidente hasta 1911.
Ahora han cambiado las formas: Parece que el presidente tiene deseos de practicar otro “maximato”. Así lo demuestra su “destape” de las llamadas “corcholatas”, con “manga ancha” para promoverse en el país y el extranjero, “con todo pagado, sin consultar al pueblo” y absolutamente fuera de la Ley.
Recordamos que esa misma conducta de poder, la operó el presidente Plutarco Elías Calles, una vez muerto el presidente electo, general Álvaro Obregón, a manos de José de León Toral. (Obregón había ocupado la Presidencia en el periodo de 1920 – 24, seguido en el puesto precisamente por Calles).
Así, pasaron por la Presidencia tres mandatarios, cada uno con una duración aproximada de dos años. Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo L. Rodríguez, todos designados por el profesor y general Plutarco Elías Calles, hasta que llegó a la Primera Magistratura nada menos que el general Lázaro Cárdenas del Río, para gobernar a México “sin padrinos”. Calles salió al destierro en 1936 y, a su regreso, los tiempos eran distintos y su “poder”, había desaparecido.