Las más recientes encuestas ponen a la cabeza de las preferencias electorales, en sus respectivas arenas, a la periodista convertida en senadora Lilly Téllez por el Partido Acción Nacional (PAN); a la exgobernadora, exembajadora y legisladora Beatriz Paredes Rangel por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), y al exjefe de Gobierno y actual senador Miguel Ángel Mancera por el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Mientras, por el partido Movimiento Ciudadano (MC), las preferencias siguen inclinándose por el presidente municipal de Monterrey, Luis Donaldo Colosio Riojas; y, por parte de la alianza oficialista entre el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), el Partido del Trabajo (PT) y MORENA, a la jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum.
Y aunque desde hace mucho tiempo tengo en claro que las encuestas no son más que la fotografía de un momento y desde cierto ángulo, es decir, desde el ángulo de quien las paga, lo cierto es que esto pone muy inquietos y hasta nerviosos a los aspirantes a suceder al presidente Andrés Manuel López Obrador. Los morenistas ya se empiezan a dar hasta con la cubeta. Los aspirantes de la oposición comienzan con el golpeteo, algo que solo beneficiará a los que llevan la delantera, y MC busca sacar el mayor provecho, aunque saben que tienen segura la derrota. De nuevo, cada uno lleva agua para su molino y el mayor perjudicado es el pueblo mexicano.
Comencemos por el principio. Es un hecho que la coalición PVEM-PT-MORENA lleva una holgada ventaja, también es una realidad que la cantidad de votos que se emitirán en 2024 serán inferiores a los vertidos en 2018. Esto último es algo que realmente preocupa al presidente López Obrador. Sin duda, le fallaron sus cálculos políticos: durante los primeros tres años de su gobierno hizo cambios a las leyes secundarias, confiado en que durante las votaciones intermedias los electores lo favorecerían otorgándole la mayoría absoluta en ambas Cámaras del Poder Legislativo federal y podría hacer los cambios constitucionales que le complaciera.
Sin embargo, se equivocó en ambos casos. En 2018 logró solo la mayoría en la Cámara de Diputados, más no en el Senado. En 2021, los resultados electorales otorgaron una mayor presencia a las fuerzas políticas no oficialistas. Esto provocó que el bloque presidencialista perdiera la mayoría absoluta en la Cámara Baja.
Ante las improvisadas votaciones que llevaron a cabo, violando en forma y fondo el proceso legislativo contemplado en la Carta Magna, el presidente de México y sus “levanta-dedos” (hoy serían “presiona-pantallas”, porque ya ni quisiera levantan la mano), el Poder Judicial, a través de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), se vio obligado a poner orden a una situación que, dada su desesperación por tomar ventaja, los llevó a actuar de manera, además de desaseada, arbitraria. Como sabemos, la respuesta del habitante de Palacio Nacional no se hizo esperar: críticas, descalificaciones y más ataques.
Su primer intento por reformar el texto constitucional en materia político-electoral fue desechado de inmediato. El segundo fue invalidado por la SCJN. Ahora, el jefe del Ejecutivo federal, en una clara violación a las normas electorales, hace un llamado (desesperado) a sus simpatizantes para que, además de votar por quien resulte el candidato de su partido, también voten por los legisladores. ¿Será que le urge tener sucesora y “casa llena” en el Congreso de la Unión para torcer la ley a su conveniencia? Es irónico que, como el propio AMLO dijo: la historia se repite, pero con distintos matices. Así, vemos a un Juárez dictatorial moderno adecuando el marco jurídico de su época, para satisfacer sus caprichos. ¡Está totalmente fuera de control!
Post scriptum: «Porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré”, Apocalipsis 3:16.
* El autor es escritor, catedrático, doctor en Derecho Electoral y asociado del Instituto Nacional de Administración Pública (INAP).