Si la oposición quiere ganar en 2024, tiene que haber un gran proceso de cooperación entre todos los partidos opositores y elegir al candidato con mejores posibilidades de levantarse con el triunfo en la elección presidencial. Esto, que se dice rapidito, es dificilísimo.
Estamos frente a un problema de acción colectiva. En este momento, partidos e individuos están actuando estratégicamente en su propio interés. Sus incentivos los están llevando a tomar acciones que acabarán en resultados innecesariamente negativos para toda la oposición. Están cuidando su ranchito.
Comencemos con el PAN, el partido opositor con mayor presencia en el país. La semana pasada, el líder de este partido, Marko Cortés, anunció que están pensando en establecer una serie de requisitos para los aspirantes que quieran competir por la candidatura presidencial de la alianza Va por México (PAN-PRI-PRD):
Presentar firmas de apoyo del 1% del padrón electoral (alrededor de un millón de votantes) en 17 entidades de la República.
40% en la variable de “reconocimiento de nombre” en encuestas nacionales.
15% en la “intención de voto”, también en encuestas.
Se trata de una barrera de entrada altísima para los interesados.
Al parecer, estos requisitos están diseñados a la medida para que el candidato presidencial sea Santiago Creel. Potencialmente dejaría afuera de la contienda a otros posibles participantes como Lilly Téllez, a quien no le va nada mal en las encuestas, pero carece de la estructura para conseguir un millón de firmas en 17 estados.
La directiva panista estaría sesgando la competencia a favor de sus intereses (los requisitos todavía deben ser aprobados en definitiva). El PAN estaría comportándose como un club privado. Queremos un candidato de los nuestros, de sangre azul. Nada que se pueda colar, alguien sin abolengo, como ocurrió con Fox en 2000. Primero muertos antes que entregarle el ranchito a un forastero.
Me parece demencial la posible candidatura de Creel. Si algo ha demostrado Santiago a lo largo de su carrera política es que es un pésimo candidato. Cuando Fox arrasó en las elecciones presidenciales de 2000, Creel perdió la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, abriéndole paso nada menos que a López Obrador. Ante la sospecha de irregularidades y fraude, en lugar de pelear la elección en tribunales, Santiago tiró la toalla rápidamente, porque sabía que Fox lo haría secretario de Gobernación. Creel era el aspirante favorito del presidente para ser candidato panista en 2006. Tenía todos los recursos para hacerlo. Y otra vez perdió. En esa ocasión contra Calderón, que se quedó con la candidatura panista.
Santiago ha sido senador y diputado, siempre en la seguridad de las listas plurinominales. Es un buen tipo, pero debería reconocer que no es un buen candidato y su momento ya pasó. En lugar de retirarse de la contienda panista, también anda defendiendo su ranchito: la posibilidad de un regreso milagroso en la política que sólo existe en su mente. Si el PAN efectivamente lo lanza como candidato, el tercer strike y el out están cantados. Por eso, AMLO lo quiere como el representante opositor en 2024.
Luego está el PRI. Más bien habría que decir el PRI de Alito Moreno. Un personaje a todas luces impresentable, involucrado en presuntos casos de corrupción que el gobierno de AMLO saca y esconde según le convenga.
El líder tricolor ya anunció que también va por la candidatura presidencial de Va por México. Si de por sí el PRI tiene una pésima imagen en el electorado, imaginemos que el candidato presidencial sea Alito. Es la combinación perfecta para perder, y gacho. Algo así como Roberto Madrazo en la elección de 2006.
Los políticos, sin embargo, suelen vivir en un delirio que les fomentan los personajes a su alrededor. Los demás sabemos que la idea de Moreno compitiendo por la Presidencia en 2024 es risible. Mientras tanto, el PRI y Alito sólo están cuidando su ranchito, aunque éste se empequeñezca en el tiempo.
Ni qué decir de Movimiento Ciudadano. En el intento de diferenciarse de los partidos del pasado (PAN, PRI, PRD) y los del presente (Morena, PT y Verde), quieren ir solos en 2024. A menos que lo hagan con Luis Donaldo Colosio Riojas como su candidato presidencial (él no quiere), tienen asegurada una derrota. Dicen que no les importa porque su objetivo es el 2030. Ya veremos si les funciona. En lo que llega el futuro, también anda cuidando su ranchito.
AMLO está feliz. Mientras la oposición siga demostrando su estrechez de miras, velando sólo por sus intereses particulares, Morena tiene asegurada la victoria en 2024.
Twitter: @leozuckermann